lunes, 11 de diciembre de 2017

Junqueras y Puigdemont (por orden alfabético)




Leídos los programas y oídas las declaraciones de los máximos dirigentes de las formaciones de Junqueras y Puigdemont, uno llega a la conclusión de que sus diferencias no son en tono menor. Así pues, el contraste no está en clave personal, aunque amigos –lo que se dice amigos--  no parecen serlo. En realidad, tampoco hace falta que lo sean.

Dos son las diferencias en do sobreagudo (do de pecho, vulgarmente) entre ambos. La primera: Junqueras entiende que las próximas elecciones cierran una etapa; como si dijéramos borrón y cuenta nueva; el hombre de Bruselas, a su vez, cree que se trata del mismo itinerario, ni siquiera una pausa. El primero se aproxima al realismo; el segundo se mantiene en una lucubración  testaruda. Junqueras intenta hacer política en un escenario nuevo; Puigdemont se aferra a la alcayata de las canciones de gesta. Junqueras,  el fotomatón de Companys; Puigdemont, el holograma de Macià.  

La segunda: de la lucubración de Puigdemont surge su legitimismo, que es contestado por ahora de manera elíptica y un tanto cortés por los de Puigdemont, pero que, a no más tardar, puede convertirse en más de una colleja poco afectuosa.  En efecto, de todo lo anterior se concluye que, Puigdemont debe ser investido president, aunque las elecciones las gana ERC.  

Estas diferencias –digamos oficiales--  se diluyen, no obstante, cuando los considerados teloneros de una u otra formación sacan la lengua a pasear. Entonces, todo se evapora y los de Anás y Caifás hablan indistintamente cuando se tira de catecismo o bien se impone el sincretismo  o bien reaparece la Cançó d´amor i de guerra.  

Ahora bien, estas diferencias entre uno y otro se vienen produciendo durante estos días. Pero si definitivamente la lista Puigdemunt sobrepasara, durante estos días, a la de Junqueras, posiblemente veríamos otra cosa. Tal vez desaparecería la aproximación al realismo de Esquerra acariciando otra vez la fábula y mayor radicalización  en la del hombre de Bruselas.


La veleta sigue girando.  


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