miércoles, 25 de octubre de 2017

¿El Partido Popular no tiene quien le corrija?

Cuando parecía que la tensión catalana podría rebajarse y se abría un camino con la convocatoria de elecciones autonómicas, el Gobierno del PP endurece sus exigencias.  Ahora le pide además a  Carles Puigdemont un acto de contrición perfecta so pena que el elefante del  155 entre en la cacharrería catalana. De momento consigue que el PSOE no le acompañe en estas nuevas exigencias.  Primer aviso indirecto del PSOE: acompañar a los grupos parlamentarios que han pedido (y conseguido) la reprobación de los ministros Zoido y Dastis. Y ya van cuatro los que tienen el dudoso honor de ser reprobados.

Vamos a explorar los motivos que podría tener en la sesera el hombre de Pontevedra para las nuevas exigencias. De un lado, la destrucción total del independentismo por los siglos de los siglos. De otro lado, desviar la atención del nuevo golpe de la Fiscalía al Partido Popular sobre el caso Gutthel; es decir, tapar mediáticamente los efectos de tan sonado caso con nuevas exigencias a Puigdemont.

No habrá liquidación total de Cartago. La escatología independentista ha alcanzado los niveles más altos de su historia; ya no es un planteamiento de minorías, sino de masas. Que perdurará más allá de las contingencias y de los vaivenes de las fuerzas políticas que las representan. Que eso no sea deseable es ya harina de otro costal. Por lo que me aventuro a establecer esta hipótesis: la solución imperfecta del problema no será una negociación sino un itinerario permanente de negociaciones. El independentismo puede ser derrotado, pero su rescoldo será de muy largo respiro. Cuando eso se entienda en las fuerzas políticas no independentistas se habrá dado un paso adelante.

Un itinerario de negociaciones permanentes exige, sin embargo, una nueva dirección política e institucional en España, entendida ésta como unos nuevos grupos dirigentes en todos los partidos políticos. Exige una nueva derecha que sea capaz de ajustarse las cuentas y tomar nota de sus fracasos. Y, por supuesto, unas izquierdas no travestidas.

Mientras tanto, sigue la incertidumbre en Cataluña. Siguen las empresas su éxodo hacia otras latitudes, que es cosa cierta. Pero también la presión de la prensa –en unos casos no documentada con rigor--  sobre el deterioro económico de Cataluña. Y siguen las noticias sobre Seat. El primer espada de la firma, Luca de Meo, ha tenido que salir al paso, dando una de cal y otra de arena. Ha dicho, no nos vamos por ahora, solamente haremos las maletas en caso de inseguridad jurídica e inestabilidad política. Calma por ahora, pero aviso a navegantes. Lo que propicia que la factoría esté en coplas.


Y, mientras tanto, sigue la ebullición las fuerzas políticas independentistas catalanas, excepto la CUP, que imitan al reciente Congreso del Partido Comunista Chino elevando a los altares y a la eternidad a su primer dirigente, Xi Jinping, «por unanimidad y a mano alzada», siguiendo las bellas y viejas tradiciones. Tendremos que substituir, a partir de ahora, la expresión bonapartismo por xinpingismo.  


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