jueves, 26 de octubre de 2017

Cataluña a un centímetro del despeñadero



Ayer escribía que cuando parecía abrirse una puerta en la olla hirviente de Cataluña, el hombre de Pontevedra se sacó de la bocamanga nuevas exigencias. Desde La Moncloa se sigue construyendo el error. La cosa, entonces, volvió a plantearse en torno al fuero o el huevo. Una cansina historia de la que están sacando partido las farmacéuticas y los boticarios: el consumo de ansiolíticos se ha incrementado. Ahora, Puigdemont se ha negado imprudentemente a acudir a la sesión del Senado. También desde el Palau de la Generalitat se mantiene la construcción del error. Todo parece que pintan bastos. Desde las covachuelas institucionales y los chiscones áulicos de la Generalitat el mensaje es «declaración unilateral de independencia y república catalana». Disparate caballuno.

Simón Sánchez Montero siempre nos enseñó que, en los más duros trances, era necesario no perder nunca la calma, ni la esperanza. De ahí que me diga que una posibilidad, por remota y complicada que sea, siempre es una posibilidad. ¿Posibilidad de qué? De, por lo menos, pararnos a un centímetro del despeñadero. Oigan, aquí todo el mundo –perdón, los hunos y los hotros—han demostrado que tienen redaños, aunque exactamente no se sepa qué ventajas prácticas tiene eso. Pero, ¿de qué sirve tener redaños si te despeñas por el precipicio? Poco consuelo sería responder que para entrar en el santoral de los mártires. Eso, sin tener en cuenta que la gloria del santoral sería el infierno del personal de a pie. Una gloria de la que sacarían beneficio los traficantes de reliquias.  

Hacer política quiere decir, en este caso, no dar las cosas por perdidas. ¿Ingenuidad? No, sentido de la responsabilidad. Ganas de vivir. De ahí que el tiempo, muy escaso, sea aprovechado para encontrar soluciones imperfectas. Esperar virguerías sí sería de pánfilos. Paren, pues, el reloj. Busquen la manera de evitar la caída sin red en el despeñadero.

Una salida airosa podría ser la siguiente: 1) convocatoria de elecciones autonómicas en Cataluña y retirada de la aplicación del artículo 155, 2) puesta en libertad de Sánchez y Cuixart, 3) reposo absoluto de la Fiscalía General del Estado, y 4) retirada gradual de las fuerzas de Orden Público de Cataluña que vinieron cuando el 1 de Octubre. Cierto, es una salida imperfecta. Pero que abre la posibilidad –que no la certeza--  de pararnos a un centímetro del despeñadero. Sin red, ni paracaídas.

Ahora bien, si se quiere el hundimiento ¡vayamos todos por la senda del despeñadero y salga el Sol por Matadepera o por Trebujena! Que en eso tampoco habrá consenso. Será lo que buscan los colmillos retorcíos de los hunos y los hotros. Ambos, eso sí, exhibiendo el viejo lema: «tu muerte es mi vida». Que siempre acabó con la vida de los más.

Pstscriptum.  Hagan caso a Unai Sordo.




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