Recuerdo cuando los actos políticos tenían una Mesa
presidencial. Era algo así como la colegialidad de los diversos oradores que
iban a tomar la palabra. Pero llegó un momento en que todos los partidos (desde
babor a estribor) hicieron desaparecer la Mesa y su metafórica colegialidad y pusieron un
atril para que el líder, en solitario, hablara urbi et orbe. Nadie explicó el cambio en la coreografía y los más perspicaces
entendieron que se trataba de una modernización para darle mayor diapasón mediático
al líder. Digamos que, así las cosas, el líder aparecía plebiscitado por sus
amigos, conocidos y saludados. Los tradicionales poderes de la dirección se consolidaban sutilmente.
En aras a no dejarme nada en el tintero, diré que también los amigos, conocidos
y saludados son responsables de esta práctica de culto al líder en solitario.
El recurso al plebiscito está alcanzando ahora una
cierta expresión fisiológica. Hasta hace unas semanas Convergència i Unió
planteaba las próximas elecciones en clave plebiscitaria por la independencia
de Cataluña. Ahora, la situación ha dado un giro, que no ha sido
suficientemente percibido por ningún comentarista. Artur Mas plantea las
elecciones en clave plebiscitaria a su persona: “dadme una mayoría absoluta”, y
tras ello ha manifestado algo inquietante: “dadme una mayoría excepcional”. Excepcional es una palabra que tiene una
fuerte carga polisémica que puede valer para un cosido o un barrido. Eso es lo
que demanda altaneramente el demagogo oligárquico desde la soledad de su
arengario: es la palabra de Artur, creída como si fuese una palabra profética. Es
la palabra de este Moisés que quiere guiar a los esclavos de Egipto hasta la Tierra Prometida.
Pero, ¡oído, cocina! cuando este nuevo Moisés habla
de tener un Estado propio, tal vez se refiere a ser el propietario de ese Estado.
Addenda. Mis felicitaciones a Carlitos Vallejo que pronunció
un discurso brillante –de contenido y formas— en el acto de los federalistas
catalanes ayer tarde en el Teatro Goya de Barcelona. La platea, el palco y el
gallinero se venían abajo cuando explicó los motivos de la huelga general del
14 de diciembre. En la foto de arriba está
Carles Vallejo (el primero a la izquierda), que no tiene nada que ver con las
críticas que se hacen al líder en solitario, ni al demagogo oligárquico.
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