martes, 3 de julio de 2012

LA INÚTIL REPRESIÓN CONTRA LOS MINEROS



La prensa nos da cumplida información sobre los incidentes que provocó la policía durante la marcha de los mineros a Madrid en Las armas se cargan en Ciñera. Se trata de una intervención condenable. Condenable sin paliativos. Que cuestiona, hasta la médula, la actuación del gobierno de Rajoy; pone en entredicho la autoridad ministro Fernández Díaz y toda la cadena de mando que ha estado, directa e indirectamente, implicada en tan salvaje operación; y, lo que es peor, emborrona la democracia española. Quien entienda que estas cosas afectan sólo a la cuestión social y, más concretamente, a la minería o se equivoca o quiere equivocar a la opinión pública. Este es un problema de la cabeza, el tronco y las extremidades de la democracia española.     

Entiendo que nadie, en su sano juicio democrático, debe escurrir el bulto en su denuncia, apuntando a lo más alto de la dirección política de nuestro país. Y, muy en especial, de la deriva represiva, con que bajo mil formas se ataca el conflicto social, que se está convirtiendo –como hemos dicho— en un real conflicto democrático, desde antes de la convocatoria y exitosa realización de la última huelga general.

Una cosa está clara: el gobierno de Rajoy no conseguirá, mediante la violencia, apaciguar este conflicto minero que cuenta con la simpatía de los trabajadores y de amplísimos sectores de la opinión pública española. Como no logrará impedir, tampoco, la marcha a Madrid, capital de la Gloria, y el recibimiento que la ciudad organiza a los mineros. Exacamente igual que la que expresan los pueblos y ciudades que acogen a estos trabajadores. 



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