lunes, 16 de julio de 2012

CC.OO. DE LA DICTADURA A LA DEMOCRACIA




Ciclos de protesta, militancia y sindicalismo democrático: Comisiones Obreras, de la Dictadura a la Democracia.

Javier Tébar Hurtado,
Director del Arxiu Històric de CCOO de Catalunya
(Fundació Cipriano García)


El historiador asturiano Ramón García Piñeiro, hace ya unos años, hacia el 2000, alertaba sobre la crisis de la “historia social obrera” en su artículo “El obrero no tiene quien le escriba”. Su diagnóstico en muchos sentidos era certero cuando establecía una relación entre la progresiva pérdida de protagonismo de la historiografía sobre el movimiento obrero y la crisis del mundo del trabajo que se arrastraba desde la década de los años ochenta del pasado siglo XX. No obstante, visto el volumen de trabajos que citaba el propio García Piñeiro, y a la vista de la posterior producción sobre el tema -que si no ha sido extraordinariamente numerosa, sí que es ciertamente consistente-, podría llegarse a una conclusión distinta de aquella. Me parece que no es un problema de escritura, sino más bien de lectores, la mayor parte de las ocasiones de “lectores especializados”. Estoy tentado de pensar que, en realidad, “Quien escribe sobre el obrero no tiene quien le lea”. Con ello, no niego la pérdida de centralidad en la historiografía, aunque no sólo en la española, de las cuestiones relacionadas con el trabajo, los trabajadores y sus organizaciones a lo largo de los últimos treinta años.

Esta cuestión, como es obvio, ha afectado a las investigaciones sobre el mundo obrero bajo la dictadura del general Franco. Pero esta evolución no sólo tiene relación con los grandes cambios históricos producidos en términos de sociedad desde los años ochenta –sucintamente: el paso del “fordismo” al “posfordismo”-, sino que también lo tienen con las propias transformaciones en la manera de concebir y de escribir la historia –simplificando: la tensión y la disputa entre la “historia social” y la “historia cultural”- que se ha producido a lo largo de los tres últimos decenios. Esta es un tema  que aquí no puedo abordar, pero que debe tenerse muy en cuenta, puesto que está en el trasfondo de muchas de las investigaciones que se presentan en este Congreso Internacional “Sindicalismo en España: del Franquismo a la estabilidad democrática (1970-1994)”, como en tantos otros congresos y jornadas.

Mi ponencia, con el título “Ciclos de protesta, militancia y sindicalismo democrático: Comisiones Obreras, de la Dictadura a la Democracia”, tiene por objeto presentar una interpretación de la trayectoria histórica de las Comisiones. No obstante, de manera previa, quisiera introducir dos consideraciones, una de tipo teórico y otra como hipótesis de partida. En primer lugar, la consideración teórica. Tal como planteó Antonio Gramsci para el estudio de la historia de un partido político, podría considerarse que escribir la historia de un movimiento, de un sindicato o de un partido significa escribir, desde un punto de vista monográfico, la historia de la sociedad de la que ese movimiento, sindicato o partido es un componente. En este sentido, puede decirse que la historia de las Comisiones Obreras sólo es inteligible si se analiza su relación con la clase obrera en su conjunto, no sólo con sus militantes y simpatizantes, así como con otras clases y grupos sociales. En definitiva, se trataría de saber inscribir su historia dentro del contexto político nacional -en el que existen diferentes fuerzas en presencia- del que forma parte. Me parece que hoy, siendo necesario, no podemos contentarnos con describir simplemente la trayectoria política interna de lo que fueron las Comisiones, o de lo que fueron otros movimientos y organizaciones políticas antifranquistas. La crónica exacta del número de afiliados o participantes, la forma de organización, las declaraciones programáticas, los líderes, etc. como unidad de análisis –si bien debe en muchos sentidos completarse-, responde a una visión del vértice del movimiento, a una visión exclusivamente “institucional”. Esta mirada, como se viene insistiendo desde hace tiempo, tiene que combinarse con una aproximación que permita poner en relación aquella parte organizada del movimiento obrero con la base social que fue capaz de movilizar. Es decir, desde un punto de vista metodológico, es conveniente plantearse el análisis de la cuestión tanto de “arriba a abajo” como de “abajo a arriba”; y también sería por completo recomendable hacerlo “desde lejos”, sin apriorismos previos.

En segundo lugar, presento algunas de las hipótesis interpretativas sobre la historia de la evolución del sindicalismo democrático en España entre el tardo-franquismo y finales de la década de los años ochenta. Ya que se ha hablado en otra ponencia presentada en este Congreso de la actual “crisis del sindicalismo” en el siglo XXI, partamos inicialmente de aquella otra “crisis” que atravesó el sindicalismo confederal durante los años ochenta, y sobre la que también se escribieron ríos de tinta. Pocos meses después del 14-D de 1988, el “paro general” -como lo denominaron los principales sindicatos que lo convocaron: CC.OO. y UGT- que pasó a constituir la “huelga general ciudadana” de mayor éxito en la historia de la democracia española, el historiador británico Sebastian Balfour apuntaba algunas cuestiones que me interesa traer a colación. Al preguntarse sobre una paradoja que siempre ha caracterizado al sindicalismo democrático español de la segunda mitad del siglo XX, a saber, la contradicción aparente entre el alto nivel de movilización del movimiento obrero durante la Dictadura (y en cierta medida después) y el bajo nivel de afiliación en el “posfranquismo”, Balfour mencionaba dos posibles interpretaciones de este fenómeno. La primera sería aquella que ofrecía una explicación a partir de la crisis económica que se desató en la segunda mitad de los años setenta; y, sin duda, hay razones para valorarla adecuadamente, por cuanto aquella recesión condicionó fuertemente el desarrollo del nuevo sindicalismo democrático. Un segundo tipo de interpretación, centrado ya durante la posterior etapa de “transición política” a la democracia, subrayaría los compromisos aparentemente necesarios para conseguir un consenso político (entiéndase, Pactos de la Moncloa, 1977), que, finalmente, no favorecían el avance del nuevo sindicalismo, por cuanto le hicieron perder protagonismo y ganar en subordinación respecto de los partidos políticos. Ambas hipótesis situaban las causas de explicación entre los años finales de la Dictadura y en el inicio de la Democracia en España. Sin embargo, Sebastian Balfour subrayaba la necesidad de ofrecer explicaciones a partir del examen del propio sindicalismo durante la época de la Dictadura. De no hacerlo, pudiera parecer que era “lógico” y “natural” que bajo un régimen de las características del Franquismo existiera un “sindicalismo obrero democrático”, como si se tratara de algo dado. Sin menoscabar la importancia de las anteriores hipótesis (crisis económica y “consenso” político), lo que se proponía era, en definitiva, un examen de la herencia de la Dictadura en el nuevo movimiento sindical, centrándose en particular en la experiencia de los trabajadores y en la estrategia y las prácticas de la oposición obrera organizada. De hecho, con este planteamiento introducía la dimensión histórica de la transición política. Algo que le permitía señalar que “la característica más marcada de la historia del movimiento obrero en España desde 1939 había sido la “discontinuidad”. Después de la Guerra Civil, se desmantelaron los viejos sindicatos y partidos obreros. Luego, los cambios socio-económicos después del año 1959 transformaron la estructura e identidad de la clase obrera. Y finalmente, la crisis económica de la segunda mitad de los setenta llevó a una profunda reestructuración que había disuelto a muchos de los colectivos que se habían organizado durante el boom económico (…). No es sorprendente que las formas de organización colectiva que se desarrollaron en la segunda mitad de la dictadura no hayan perdurado”. Así las cosas, el nuevo movimiento sindical español inició su construcción en un contexto nada favorable, en medio de la mayor crisis económica internacional desde los años treinta, con sus intereses subordinados al compromiso político y con una herencia altamente negativa del Franquismo. Visto así, y teniendo en cuenta todas estas circunstancias, Balfour concluía señalando que quizás fuera erróneo hablar de “crisis del sindicalismo”. Por el contrario, lo realmente sorprendente era la capacidad que había mostrado el movimiento sindical español para emprender la tarea de reconstruir un nuevo sindicalismo en unas condiciones sumamente desfavorables. De manera que la contradicción aparente entre un alto nivel de movilización del movimiento obrero durante la Dictadura y la transición política española y el bajo nivel de afiliación sindical (entre el 10 y 15%), tal vez no constituyera una paradoja si se tenía en cuenta el recorrido histórico del sindicalismo democrático.



1 comentario:

Antonio Álvarez del Cuvillo dijo...

Amigous, soy el profesor Álvarez del Cuvillo. Ya no puedo usar mi viejo blog pero voy a intentar ponerme a escribir de nuevo, porque los tiempos son cada vez más interesantes. Formato austero, como corresponde al momento. Pero textos ladrillosos. Aquí teorizando un poco a ver si cojo carrerilla. Abrazos.

http://doctorbosnio.wordpress.com/