miércoles, 13 de junio de 2012

TAYLOR EN LA UNIÓN SOVIÉTICA




Toca ahora la conversación sobre el CAPÍTULO 10 (2) "La hegemonía cultural del “scientific management” del libro La ciudad del trabajo, izquierda y crisis del fordismo, de Bruno Trentin.



JLLB


Querido Paco, la lectura de esta segunda parte del capítulo décimo consolida lo que hemos venido comentando desde el principio de nuestra conversación: la subalternidad de las izquierdas, sociales y políticas, en lo atinente al meollo de la cultura del trabajo –del modo de producir, sobre todo— a los planteamientos que le vienen desde fuera.  Y más concretamente de quienes eran adversarios declarados de las izquierdas. 

Parece lógico que, en unos primeros momentos, los dirigentes soviéticos (Lenin y Trostky en primer lugar) no tuvieran más remedio que echar mano del sistema taylorista porque, primero, no tenían otras referencias y, segundo, necesitaban poner a marchas forzadas un proceso de rápida industrialización. El problema es que nunca se propusieron un sistema, propio, alternativo: una forma de trabajar socialista. Ello condujo a un contagio inmediato a todo el movimiento comunista como lo prueba la referencia al informe de Palmiro Togliatti que cita nuestro autor en la nota a pié de página número 77.

Por cierto, me parece escalofriante lo que señala Togliatti: una de las consecuencias positivas de la “racionalización” es su contribución a “instaurar la unidad de la gran mayoría de la clase obrera y limitar la base de masas del reformismo”. Es decir, sobre la base del sufrimiento y de la alienación ¡se construye la unidad de la clase obrera y, así, se va laminando la influencia de masas del reformismo. Los acontecimientos posteriores desmintieron tamaño disparate. ¿Te imaginas, viejo amigo, que nosotros en nuestros tiempos hubiéramos dicho algo semejante?

Durante un tiempo me tronchaba de risa con la afirmación de Diego Rivera. No caí en la cuenta que, efectivamente, Henry Ford había sido aceptado en la Unión Soviética como uno de los creadores del sistema que aplicaron los bolcheviques a rajatabla.

Por último, Trentin nos dice que en realidad no se trata tanto de contagio o de subalternidad: está en unos orígenes no demasiado lejanos en las culturas del movimiento socialista tanto de Lassalle como de Marx. No me extrañaría, desde luego. Pero me gustaría saber en qué lugar o lugares nuestro amigo el Barbudo de Tréveris ofrece esas pistas. Me imagino que no en los Grundisse, ¿acaso en la Crítica al Programa de Gotha? ¿Tienes alguna idea al respecto? Mis saludos, JL  


Habla Paco Rodríguez de Lecea


Querido José Luis, no tengo noticia de ningún texto concreto de Marx que afirme de manera explícita lo que señala Trentin..., pero si lo hay, habrá de ser colocado en su contexto. Marx suspiraba seguramente por una organización objetiva y científica del trabajo, pero murió mucho antes de que don Henry pusiera en marcha su invento, de modo que seguramente cualquier discusión en relación con el tema es ociosa.

Cavilo que por fuerza el fordismo tuvo que parecer un avance inmenso a socialistas y comunistas. Antes se trabajaba en el hacinamiento, en la precariedad, en la insalubridad, en la extenuación, en el abuso continuo y el capricho del patrón, en el látigo como estímulo al incremento de productividad. Un proceso de racionalización, de coordinación, de estimación objetiva de las tareas y de la forma más adecuada de realizarlas, tenía que ser bienvenido también desde una óptica progresista. Los anarquistas se opusieron a los ‘tiempos modernos’ pero no porque ellos fueran más clarividentes, sino porque su filosofía era, es, la de un individualismo extremo. El error teórico fundamental, muy posterior, consistió en confundir fordismo y taylorismo con socialismo.

Pero eso lo sabemos ahora. Tampoco era igual el fordismo de los años treinta del siglo pasado que el de los setenta. Después del paso de Keynes y en la estela de la onda larga de prosperidad, la clase obrera accedió al pisito en propiedad, al seiscientos, al veraneo en la playa y a la libreta de ahorros... Y también al sindicalismo democrático. No nos imaginábamos en aquellos tiempos una regresión tan brutal como la que estamos padeciendo. Creíamos tener fuerza suficiente para frenar la codicia brutal de los capitalistas y frenar en seco el proceso de ‘desregulación’ y de ‘democracia rebajada’ que nos anunciaron a bombo y platillo Reagan, Thatcher y la Comisión Trilateral como la fórmula idónea para mantener el aumento constante de las tasas de beneficios. No hemos ganado esa batalla. A la fragmentación de las tareas que componen el proceso de producción le ha sucedido el big bang generalizado de todo el tejido productivo. Empezando por la deslocalización de los centros de trabajo y la globalización del proceso en su conjunto, y acabando con la fragmentación irreversible y el enfrentamiento entre sí de las distintas capas de lo que antes era el bloque más o menos homogéneo de lo que llamábamos clase obrera.

Esa es más o menos la situación, y sólo hay una manera de abordarla. Como dice Trentin, y como habría dicho el gran sabio que fue Paco Puerto: a la ofensiva.



2 comentarios:

Gregorio Luri dijo...

Nos ustedes grandes, con estos debates mayúsculos, en los tiempos que corren caracterizados por disyuntiva: o minimalismos dialécticos u hostias.

Los primeros planes quinquenales de Stalin no hubieran tenido éxito sin la colaboración de la Ford Motor Company, que fue la auténtica creadora de la industria automovilística soviética. Cuando Stalin creyó haber aprendido todo lo que era necesario saber de la Ford, rompió sus relaciones con esta empresa. Sin embargo no fue capaz de aprender lo más importante: que la Ford estaba dispuesta a adaptarse al mundo siempre que fuera necesario. Stalin creía firmemente que estaba en condiciones de adaptar el mundo a sus convicciones.

Pepe Luis López Bulla dijo...

No seré yo quien le lleve la contraria, don Gregorio.