lunes, 18 de junio de 2012

EL SECUESTRO DE MARX


Una conversación sobre LA CRISIS DEL MARXISMO



Querido Paco,

Escribe Marx: “En ningún caso los sindicatos deben estar supeditados a los partidos políticos o puestos bajo su dependencia; hacerlo sería darle un golpe mortal al socialismo”. Tal cual. Se trata de la respuesta de nuestro barbudo al tesorero de los sindicatos metalúrgicos de Alemania en la revista Volkstaat, número 17 (1869) en clara respuesta a lo afirmado por Lassalle, el jefe del Partido socialista alemán: “el sindicato, en tanto que hecho necesario, debe subordinarse estrecha y absolutamente al partido” (Der sozial-democrat”, 1869).

Más de uno, viejo amigo, debió quitar de en medio estos números de los ejemplares de Volkstaat y del Der social-democrat.  Y debieron ser socialistas alemanes; más tarde hicieron lo mismo los comunistas que encontraron aquella correspondencia. De donde se infiere que Ferdinand Lassalle derrotó, durante un largo periodo de tiempo, al Barbudo de Tréveris en lo referente a lo que, todavía nosotros en nuestros tiempos, llamábamos las relaciones partido – sindicato. Hablando en plata: reformistas y revolucionarios en amigable compadrazgo organizaron una espectacular estafa teórica que tuvo enormes implicaciones en la práctica. Y, por lo visto, tuvieron que ser los heterodoxos quienes rescataran el planteamiento marxiano de la independencia del sindicato, haciendo añicos el lassallianismo que, muy gustosamente, habían admitido Kaustky y Lenin, Guesde y Pablo Iglesias, Togliatti y Thorez, Nenni y Berlinguer …, y no sigo para no molestar a los que viven todavía (¡y por muchos años!).

Te consta, viejo amigo, los dolores de cabeza que me produjo mi machacona insistencia en la independencia del sindicalismo. Más todavía, las acusaciones de anarco-sindicalismo que me endiñaron no pocos de nuestros cofrades. También la de aquellos nicomeditas como la rosa de Alejandría (colorada de noche, blanca de día) que decían defender la independencia (relativa) hasta la puesta de sol, y manifestaban lo contrario cuando la tarde languidecía y renacían las sombras. Ahora bien, pienso que la independencia –al menos la de Comisiones Obreras— no se debe sólo a la persistencia de quienes nos empeñamos en ello sino también, en gran medida, a la gradual irrelevancia del partido de referencia o, si se prefiere, al partido amigo. Algo así como: simultáneamente a la mayor minusvalía del partido se iba correspondiendo con una ampliación del diapasón de la independencia sindical. Con relación a UGT no me atrevo, todavía (por falta de un análisis más sosegado) a explicar las causas la conquista de mayores cotas de independencia.

No te puedes imaginar, amigo Paco, las caras de asombro, primero, que ponían los asistentes a algunas charlas que he dado sobre estos asuntos (citando la polémica de Marx – Lassalle); también de “liberación” de los oyentes, como quien dice “menos mal, no somos unos herejes: Marx nos ampara”. De ahí que, tras “sacar del armario” esos cadáveres de antaño, vale la pena empeñarse en el ajuste de cuentas definitivo al ingeniero Taylor, que es algo más peliagudo, pero tan necesario como lo otro.      

Por lo demás, retengo también lo que el Barbudo dice: “la ósmosis” del partido –o de los partidos de izquierda--  con los movimientos de masas. Y diría más: no en función de las contingencias o necesidades de coyuntura del partido –o de los partidos de izquierda— sino para abordar las reformas necesaria; y, ahora mismo, para arrinconar el neoliberalismo son su prótesis termidoriana en el terreno político. 

Con mis mejores saludos de esta noche en la que ya empiezan a incordiar los primeros petardos presanjuaneros dando por saco al personal. JL


Habla Paco Rodríguez de Lecea


Tengo una rectificación que hacerte, querido José Luis. Una rectificación importante, de fondo, aunque no se refiere a los asuntos que vamos debatiendo capítulo a capítulo. Es esta: lo que oíste en la tibia y estrellada noche del sábado no eran petardos presanjuaneros. Yo los oí también en Poldemarx, pero estaba al loro y tú no. Fue el estallido de júbilo de la sociedad civil altomaresmense (¿o se dirá altomarismeña?) al concluir con victoria (por tan sólo 4 puntos) del Regal Barça sobre el Real Madrid el quinto y decisivo partido del playoff por la Liga de baloncesto. Los petarderos no te estaban dando por culo, querido viejo amigo: te estaban participando su alegría. Hagámosles justicia.

Y paso a nuestro tema. A mí me parece que el complejo intríngulis de la relación entre partidos y sindicatos se resuelve de golpe si seguimos el método opuesto al de los ideólogos, llámenese éstos Lassalle, Lenin o Togliatti. Ellos tienden a poner las ideas por delante de las personas. Nosotros seguimos a Trentin en el método de poner a las personas por delante de las ideas.

Y todo se aclara entonces. Porque el sindicato atiende a las necesidades inmediatas de las personas (de los trabajadores, vale, pero de los trabajadores en cuanto que personas completas, pluridimensionales, y no números anónimos ni fondo abstracto de ‘fuerza de trabajo’) y tira de esas necesidades que hay que satisfacer en el corto plazo para ir proponiendo jalones colectivos, mejoras más ambiciosas en la condición subalterna de afiliados y de no afiliados también, y preparar de ese modo la aparición de escenarios más favorables para la resolución de las pequeñas y grandes contradicciones que van apareciendo en el camino.

La actividad sindical no tiene que ver –en principio– con la conquista del poder (o alternativamente, del gobierno): la del partido, sí. La actividad sindical, por consiguiente, no puede quedar enfeudada a la línea estratégica marcada por un partido-guía que intenta conquistar el poder (o el gobierno). El sindicato tiene su terreno de juego propio y también sus prioridades propias, así de claro. Y como dijo el Barbudo con santa razón, esta es una cuestión que tiene que ver con la esencia del socialismo. Podemos pasar un largo rato ahondando los dos juntos en todas las implicaciones de esa profunda declaración marxiana.

Hay otra pregunta inquietante, y tal vez impertinente, en este embrollo. Cuando hablamos de ‘sindicatos’ y de ‘partidos’, ¿de qué estamos hablando en realidad? ¿Pensamos en sindicatos y partidos como creemos que deberían ser, o en los realmente existentes? El otro día tropezábamos con las etiquetas del sindicalismo ‘de tutela’ o ‘de alternativa’. Hemos hablado también repetidamente de lo deseable de la unidad sindical, no sólo de acción sino incluso orgánica. ¿Y los partidos? ¿Partidos de élites, de vanguardias, de masas, maquinarias electorales, partidos institución? Señalas certeramente en tu comentario que no crees en la correa de transmisión pero sí en una ósmosis, no coyuntural sino permanente, ‘natural’, entre sindicatos y partidos. Pero, concluyo, tanto unos como otros habrán de dotarse de unas características y unas praxis determinadas para que entre ellos pueda producirse esa ósmosis, que hoy por hoy es imposible. ¿Qué órganos, qué filamentos, qué antenas deben adoptar los partidos políticos para conectar con el mundo sindical, y viceversa? Si es heterodoxia plantear iniciativas urgentes en ese sentido, me apunto a la heterodoxia.

No hay comentarios: