martes, 12 de junio de 2012

LA LIBERTAD ES LO PRIMERO




Nuestra conversación sobre  CAPÍTULO 10 (1), 10. 1 La hegemonía cultural del “scientific management”,  del libro “La ciudad del trabajo, izquierda y crisis del fordismo” de Bruno Trentin.   


Habla Paco Rodríguez de Lecea

El arranque de este capítulo décimo, querido José Luis, me provoca la tentación de meterme a deambular sin ser llamado por jardines de cierta consideración. Te ruego que, si te parece que me estoy enfangando demasiado, acudas con diligencia al rescate.

El punto de partida de mis elucubraciones es la potente metáfora de Trentin al referirse irónicamente a la versión del socialismo para uso común y cotidiano como la ‘vulgata’. ¿No tiene, ciertamente, un tonillo de catecismo, de doctrina rancia, desmenuzada y desleída para su mejor digestión, en busca sólo de provocar emociones y reacciones simples? Pero tranquilo, no te estoy proponiendo una investigación acerca de la contaminación del discurso histórico de las izquierdas por el hecho religioso. Voy por otro lado.

Dice Trentin que la vulgata socialista ha colocado la justicia social por delante de la libertad: discutamos primero la distribución de los beneficios y la porción del pastel que corresponde al asalariado, que la libertad –si es que la libertad es un problema– llegará a su debido tiempo, como cae del árbol la fruta madura. Me dirás que frivolizo, pero entreveo en la fórmula ecos del precepto evangélico que dice: «Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura.»

No sólo es la libertad. La ‘vulgata’ minusvaloró también el valor de la democracia ‘formal’, a pesar de que en 1852 el propio Marx, como recuerda Trentin, saludó la implantación del sufragio universal como una medida «mucho más ‘socialista’ que las que han sido honradas con este nombre en el continente.». Pero en el catecismo de las izquierdas siguió escrito que sólo habrá democracia ‘real’ cuando se produzca la expropiación socialista de los medios de producción. Muchos teóricos –y Trentin lo menciona en varios lugares de su libro– han coqueteado con un decisionismo de cuño schmitteano para atacar desde sus posiciones a una democracia formal que sólo veían como una trampa, como la dictadura de la mayoría. Pero entre la democracia auténtica y la dictadura de la mayoría hay una diferencia abismal. La expresó quien dijo (ignoro su nombre, sólo recuerdo la frase): «La democracia tiene que ser algo más que dos lobos y una oveja poniendo a votación qué van a cenar esta noche.»

El discurso de las izquierdas ha limado y rectificado a lo largo del tiempo los estereotipos demasiado fáciles, pero ¿lo ha hecho hasta sus últimas consecuencias? En todas las recetas actuales del variopinto mosaico de las izquierdas el problema de la libertad sigue postergado en beneficio de la justicia distributiva. Y la exigencia de más democracia, que ha movilizado contra la marginación a tantos sectores de la sociedad civil, sigue detenida delante de las puertas de la ‘fábrica’. Tal vez no hemos actualizado aún del todo nuestra vulgata; tal vez seguimos pensando de forma subliminal que la fábrica fordista-taylorista es el purgatorio necesario en el que ha de padecer tormentos ejemplares el alma obrera antes de elevarse a las alturas empíreas de la sociedad sin clases. Paco.


JLLB

Querido Paco, esperemos que, con la atenta lectura de esta primera parte del capítulo, podamos entender las razones de la rápida difusión del taylorismo y su enquistamiento en las organizaciones sindicales y políticas de izquierdas; y, de ahí, a lo que nuestro amigo Ramon Alós llamó, lúcidamente, el otro día “la colonización del trabajador por el taylorismo”. O como dijo Antonio Baylos en su ponencia en la Fundación de Investigaciones Marxistas algo así como –lo saco de mis apuntes— “parece que hay un chip en la mente del trabajador sobre la inmutabilidad del taylorismo”. Un chip, habría que añadir, introducido indistintamente por los grandes santones de las derechas y las izquierdas. Entiendo por santones no sólo a los políticos sino a quienes podrían influir en todo eso desde el pensamiento y la acción.

En todo caso, viejo amigo, me parece que deberíamos aclarar a nuestros amigos, conocidos y saludados que no hay nada en la literatura de Trentin que indique separación entre la libertad (que es lo primero) con la acción colectiva, sindical y política, por la justicia social. Entre paréntesis: ¿cuándo se empezó a oscurecer esta formulación? ¿cuándo se deslizó la retórica política hacia el ninguneo de “la justicia social”? Si los viejos fabianos levantaran la cabeza se tirarían de los pelos. Sigo, yo entiendo que Trentin propone un hiato entre libertad y justicia social.  Algo así como: en la libertad cabe la posibilidad, mediante la acción colectiva (incluido el conflicto social, como elemento inescindible de la libertad) de la justicia social. Una justicia social que comprende la ciudadanía plena, esto es, no demediada, dentro y fuera de los centros de trabajo. 


Habla Paco Rodríguez de Lecea 

En efecto, ni Trentin sugiere ni yo proponía elegir entre justicia y libertad, priorizar una y postergar la otra. ¿Por qué habría que hacer tal cosa? Cuando la idea central de todo el pensamiento de Marx, y la aspiración explícita de Trentin, es rescatar el trabajo de su enajenación, ‘humanizarlo’ para devolver al trabajador su personalidad completa, no demediada, no unidimensional. Quede claro entonces que no propongo dar de lado la lucha por la distribución, como tampoco el sindicalismo de tutela. Lo que planteo es la necesidad de extender la línea de operaciones a todo el frente, conscientes de sus complejidades, movimientos tácticos, escaramuzas, repliegues y objetivos a corto, medio y largo plazo. En una palabra, lo que sugiero es enriquecer la estrategia del movimiento obrero; no variarla.

JLLB

Querido Paco, no me refería a ti, ni a Trentin. Sino a la impresión que los textos podrían dar (los míos en primer lugar) sobre una separación entre libertad y justicia social. Un abrazo, JL  

1 comentario:

juan manuel tapia dijo...

Queridos amigos, desde hace muchos...muchos días, me muerdo la lengua para no hacer comentarios, guardaba una lectura "serena" de la obra de Trentin para el verano, como quién guarda el mejor vino para el momento adecuado.

Solo voy a haceros una indicación. La justicia social, la acción redistributiva como objeto de la acción del sindicalismo confederal -a propósito, el único que puede realizarla por definición- es ciertamente importante.Especialmente en un mundo social y económico complejo que ha alejado del derecho y la protección del trabajo a amplios sectores sociales.

Tampoco seré yo quién afirme la existencia de ninguna yuxtaposición con el principio de libertad efectiva, de democrácia en la empresa o incluso con el cuestionamiento del actual sistema de propiedad de los medios de producción social.

La pregunta que os hago, creo que es clave: es la justicia social o son las políticas redistributivas, el "meollo", la "palanca" de un proceso de transformación social real, en lo que nuestro maestro Karl Korsch denomina un auténtico proceso de "socialización"? Creo que no.

La humanización del trabajo, la liberación del trabajo asalariado y dependiente, tiene su epicentro en el otro espacio del binomio: la libertad, que es el poder, en la empresa, la humanización de la organización del trabajo y su democraticidad. Un terreno de batalla en que fuimos derrotados, tanto material como ideológicamente, tras las oleadas de huelgas y movimientos revolucionarios de los años 20.

El estalinismo y la socialdemocracia -que nunca estuvo por la labor-, enmascaraban con las loas al fordismo y a las potencialidades -no pocas- de la redistribución, la propia derrota de sus originales ideas socialistas, y las enmascaraban como victorias. Lo dicho no quita peso a las importantes conquistas que suponen el estado social, pero al menos coloca la cuestión en sus justos términos. Lo que es una transacción es una transacción y no hacer huir al enemigo.

Esa es la razón última, a mi parecer, de que la izquierda abandonara al fordismo el terreno de batalla. Un terreno de batalla en