La
advertencia de Pedro Sánchez con la formación
del nuevo gobierno parece rotunda: vamos a seguir gobernando hasta el final de
la legislatura. El triángulo escaleno de la derecha lo ha entendido. Los
escribas sentados y los radiofonistas de alcanfor están a la espera de las
consignas pertinentes de sus señoricos. En todo caso, han recordado el mensaje
del dintel famoso de La Divina Commedia: «lasciate ogni speranza». No habrán
elecciones anticipadas.
Casado, el mundano
impaciente, está atosigado por sus mil y una desesperaciones; Arrimadas, a pesar de lo que
dice, respira tranquila, pues cree tener –vana ilusión-- más tiempo para rehacerse; Vox debe aparecer
enfurecido, pero todavía no está interesado en lo que ellos mismos también plantean,
esto es, la convocatoria inminente de elecciones generales.
Las
derechas han reaccionado no sólo grotescamente sino con el natural nerviosismo
de quien ve que nada le sale según lo deseado. Grotesco, porque ni siquiera han
dejado que los nuevos ministros entren en sus despachos. Nervios, muchos
nervios de líderes de tres al cuarto. Especialmente Casado que observa que Ayuso tiene más tiempo para ir organizando y
sofisticando su competencia en busca del sillón presidencial. Sólo hay entre
ellos una lucha sorda. Sin principios, ni ideales: solo humo.
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