Son
muchos los que comparten la idea de la existencia de una guilda de magisrados y
jueces, otras personas más ásperas hablan de una germanía en toda la regla,
profundamente ideologizadas; unos y otros tienen un objetivo indisimulado:
erosionar y, a partir de ahí, ayudar a quienes están interesados en la caída
del gobierno de Pedro Sánchez. Es el retorcido bastón de mando de un sector
influyente del poder judicial ya sean veteranos o jóvenes. Esta tela de araña,
plagada de colateralismos con la política, hunde sus raíces en la cabeza, el
tronco y las extremidades del Estado de las autonomías. Son, entre otros, los
que se niegan a admitir que tienen su mandato caducado desde hace ya demasiados
años. Montesquieu hecho añicos,
descoyuntado. Son los hijos de Carl Schmitt;
son los que aborrecen a Hans Kelsen y, por
supuesto, a Norberto Bobbio.
Voces
autorizadas han calificado de chapuza intencionada que el Tribunal
Constitucional --«que tiene más magistrados con fecha vencida que yogures
caducados en un supermercado del desierto del Sahel», escribe hoy Màrius Carol,
ex director de La Vanguardia— de «tumbar el decreto del estado de alarma». El
mismo Carol, que no tiene nada que ver, con las izquierdas de babor o estribor,
de popa o de proa, es un hombre exquisitamente moderado y poco amigo, por lo
tanto, de extremismos afirma en dicho artículo que se trata de «un golpe bajo
al gobierno».
La
justicia está en una crisis profunda, tal vez debido a su inadecuación a los
grandes cambios y transformaciones de la sociedad. Es una crisis que lleva a
ciertas cofradías de jueces a soluciones autoritarias, a compadrazgos con las
derechas iliberales. En el fondo la respuesta de este corral de la Pacheca es
que el derecho comunitario no prevalezca sobre el nacional y, además, que el
derecho nacional sea un corpus torcido. O sea, miran a Montesquieu como si
fuera un miembro de la comisión ejecutiva de Comisiones
Obreras.
Igualico,
igualico que en Polonia.
Post
scriptum.--- Los días que me he
ausentado de este blog tienen una explicación: he tenido una intervención
hospitalaria de Mataró. Nada de particular.
Nada
de particular, digo, porque nuestra sanidad pública es eficaz y sus
profesionales son una maravilla. Dispensen la ausencia, pero –ya lo dijo Saulo
de Tarso o, al menos, hay quien se lo atribuye-- «la caridad empieza por uno
mismo».
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