lunes, 11 de enero de 2021

Un apunte sobre la participación política


 

Un sector de la izquierda se ha pasado media vida en la Tierra y la otra media en el Cielo reclamando la participación de la gente en las grandes solemnidades de los momentos electorales. Así debía ser y así se hizo. Lo cierto es que los resultados de tales llamamientos no siempre fueron los deseados. Es más, salvo en ocasiones de mucho relieve, sería apropiado hablar de la parábola descendente de la participación.

En las recientes elecciones presidenciales de los Estados Unidos se ha dado, como nunca había ocurrido antes, un índice de participación de masas muy elevado. A mi juicio la novedad de esa participación ha sido la siguiente: de un lado, los setenta millones de votos a Trump eran una alternativa en negativo a lo existente; de otro lado, una parte consistente de la enorme cantidad de sufragios que han dado la victoria a Biden Harris se dirigía fundamentalmente a impedir la reelección del Hombre bronca y no tanto a apoyar a la pareja elegida. Es decir, setenta millones de votos a una alternativa indeseable o participación en negativo, y más de setenta y cinco millones de sufragios a una opción de resistencia.

El problema ahora es dar con la tecla para que la «alternativa indeseable» se diluya gradualmente, al tiempo que la opción de resistencia se va transformando en un proceso de consolidación y desarrollo de la democracia.  Todo podría depender de, primero, el camino que va a escoger el Partido Republicano y, segundo, de la lectura que haga el Partido Demócrata de todo lo que ha ocurrido.

Los republicanos pueden decir, y no se equivocarían demasiado, que ha sido precisamente la atracción por la terrible ideología de Trump, y su mendaz campaña, la que le ha llevado a estar a punto de ganar las elecciones. Pero las conclusiones de esa manera de leer las cosas podría tener unas consecuencias devastadoras sobre el país y el mismo partido. Por otra parte, los demócratas podrían pensar que siempre habrá en aquel gran país los suficientes anticuerpos para impedir cualquier disparate de Trump o su porquero. Harían mal. Nada está asegurado en los Estados Unidos en una u otra dirección. Entre otras cosas, porque  –me juego lo que quieran— todavía sabemos muy poco de lo que ha ocurrido allí tanto en los últimos cuatro años como en la noche del Siete de Enero. Y todo eso deja un rescoldo. Habrá que seguir mirando con el rabillo del ojo lo que pase en aquellas latitudes.

En todo caso, queda pendiente una aproximación al fenómeno de las masas cautivadas que, también aquí en la Marca Hispánica, salvadas las distancias, cual muchedumbres medievales, siguen al Líder con la misma fe de aquellos cruzados del «Dios lo quiere». He intentado comprender la cosa y he vuelto a estudiar Los orígenes del fundamentalismo, de Karen Armstrong (Tusquets, 2004). De momento poco he sacado en claro.

Post scriptum.--- «Lo primero es antes». Les recuerdo que así hablaba también don Venancio Sacristán.

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