martes, 26 de enero de 2021

Profesionalidad política en Cataluña

Tengo al profesor Antón Costas en la más alta consideración. Creo que es una de las cabezas mejor amuebladas de España. En un país como el nuestro con tanto echao p´alante, este catedrático de Economía se distingue por su templanza; y en una situación como esta, con tanto sabihondo de mostrador, Antón Costas nos muestra la virtud de la sabiduría con flemática circunspección. Por eso, no somos pocos los que seguimos sus artículos en la prensa y, de su mano, continuamos aprendiendo.

Hoy, en La Vanguardia, el profesor Costas reflexiona sobre la relación entre la ideología, la profesionalidad de la política y la reputación de Cataluña (1). El artículo, desde el comienzo, va al grano: «Lo que más me incomoda de la política catalana de los últimos años son las consecuencias del exceso de ideología sobre la profesionalidad de la política y la reputación de Catalunya como país serio, que sabe hacer bien las cosas. Lo ocurrido con el decreto de suspensión de las elecciones del 14-F es el último ejemplo. Una chapuza” jurídica, según los expertos.» En resumidas cuentas, la tesis es que el exceso de ideología hace que los problemas políticos se planteen de forma irresoluble.

De momento, pido más tiempo para ver hasta qué punto puedo acompañar a Antón Costas en su reflexión. En todo caso veo las cosas de otra manera. En mi opinión no es el «exceso de ideología» de los gobernantes catalanes lo que les lleva a la falta de profesionalidad política. En primer lugar, porque el independentismo no es una ideología; es, dicho caritativamente, sólo (y solamente) una opción política sin conexión con las corrientes ideológicas. Sobre esta cuestión ha insistido desde hace muchos años el historiador Josep Maria Fradera. Así pues, la explicación debe estar en otro lugar.

A mi juicio el enorme déficit de profesionalidad de nuestros gobernantes (así de obediencia Waterloo como de inscripción ERC) se basa en la desubicación del nacionalismo con relación al paradigma contemporáneo, esto es, los procesos de innovación—reestructuración de los aparatos productivos y de servicios (de toda la economía) en este mundo de la globalización. Esta sería la explicación de la inutilidad histórica del nacionalismo. De todos los nacionalismos. Lo que comportaría que las diversas características de los nacionalismos (de confrontación o de pacto, de cara hosca o de rostro amable) se den de bruces con la tozuda realidad de la vida. De manera que ahí está la madre del cordero. Esta imposibilidad de relación entre el independentismo y la profesionalidad tiene en Cataluña otro inconveniente añadido. Una nueva generación de jóvenes turcos (así de los post post post convergentes como los de ERC) sin cursus honorum accedió casi de repente a la gobernación de Cataluña. Ni una miaja de formación en los estamentos intermedios. Del patio del colegio al Palau de la Generalitat. Es como quien pasa, de golpe y porrazo, de comer en un chigre al Bulli.

1)           https://www.lavanguardia.com/opinion/20210126/6197936/profesionalidad-politica.html

Post scriptum.--- Sus años de formación le costó a Pepe Sacristán ser el monstruo de la escena. Por eso, su padre, don Venancio afirmaba que «lo primero es antes».  

 

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