Paco Rodríguez de Lecea ha comentado un trabajo de
la politóloga Nadia Urbinati con agudeza y solvencia en dos breves comentarios:
Anatomía del
populismo (I) y Anatomía del
populismo (y II). Agudeza y solvencia, digo, que se traducen en una
serie de reflexiones que dan pié a nuevas pesquisas sobre el particular, la
cuestión tan traída y llevada del «populismo». O tal vez sería más apropiado
hablar de populismos.
Me tomo la
licencia de traer a colación una cita del segundo artículo de Paco Rodríguez
porque de esa reflexión se pueden sacar algunas segundas derivadas: «Cuando
esa estrategia [del
populismo] y ese liderazgo se contienen
en los esquemas y los procedimientos de la democracia representativa, suelen
desembocar en otra desfiguración, que Urbinati denomina democracia plebiscitaria.
En ella el pueblo está presente y movilizado, pero no se comporta de forma
activa sino pasiva: su participación en la cosa pública se vehicula, no en la
forma del debate libre, sino en la aclamación al líder y el abucheo al rival.
El pueblo degenera en público. Viene a comportarse igual que la plebe de la Roma antigua,
reunida en el foro para escuchar a los tribunos y expresar de forma ruidosa su
aprobación o desaprobación; pero apartada de cualquier otra forma de
participación en los asuntos públicos».
Retengo que «el pueblo degenera en público», apartado «de
cualquier otra forma de participación en los asuntos públicos». De momento me
vienen a la cabeza dos consideraciones: a) habría que precisar con más tino el
nombre de la cosa; b) lo que está apartado de los asuntos públicos deja de ser
participación y se convierte en otra cosa.
Lo primero: pienso
que el nombre de «populismo» que -- en todo caso hace tiempo ha hecho
fortuna-- no es el más adecuado y, dado
el ejemplo que pone Paco con relación a la antigua Roma, posiblemente sería más
pertinente llamarlo «plebeísmo». Lo
segundo: que esta técnica --esto, la orientación de que el pueblo transformado
en público sólo pueda aplaudir o abuchear al orador-- no sólo es extraña a la democracia sino justamente
la cicuta de la misma. De un lado, los que aplauden creen o fingen creer o
pueden ser obligados a creer en la palabra (considerada) profética del líder,
especialmente si quien habla es el padre fundador del partido, movimiento o
asociación; de otro lado, quienes abuchean tienen tanto cerumen en los oídos
como los primeros. En fin, lo que se
aplaude o abuchea, en esos casos, es un turpiloquio.
He dicho que se pueden sacar segundas derivadas de la
reflexión de Paco Rodríguez. Pero, bien pensado, la pesquisa puede seguir
adelante y hacer algunas referencias en torno a ciertas prácticas, allá donde
las haya, del movimiento sindical. Me pregunto: ¿hasta qué punto podemos hablar
de «plebeísmo» en la vida sindical?
Respuesta: allá donde la «asamblea» responde a esas características. A
saber, allá donde el líder, carismático o no, expone los motivos de una
determinada opción, sin una literatura clara, presentada previamente y sólo hay
la opción del aplauso o del abucheo como respuesta al arengario. La comunidad
social que escucha el sermón es mero público. Mejor dicho, se ha renunciado a
ser una «comunidad social». En apretadas palabras, eso no es participación, es
un estar allí sólo para aplaudir o abuchear.
Entiendo, pues, que la participación –donde el objetivo es
expresar la alteridad del sujeto social, poniendo encima de la mesa lo que Marx
denominaba el general intellect de esa comunidad social, que es también una
manera de afirmación del conflicto social--
debe tener unas reglas codificadas, con rango estatutario. Cómo líneas
generales, y a bote pronto, podrían ir por esta vereda, como mínimo:
1)
Que todos y
cada una de las personas de la comunidad social tengan antes del encuentro
ecuménico suficiente información por escrito, con una literatura clara –un gran
sindicalista metalúrgico bajollobregatense, Pepe Cano, lo llamaría sindicalismo sencillo.
2) El derecho a presentar mociones alternativas.
3) Establecimiento de dos tipos de quórums: para validar
el nivel de asistencia colectiva y para la toma de decisiones.
En apretado resumen: se trata de entender la participación
como un derecho individual y colectivo de lo que podríamos denominar ius
sindicalismo, que como garantía de su ejercicio debe contar con normas
obligatorias y obligantes. Que es un tema pendiente que viene desde hace muchísimo
tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario