Aquellas fuerzas políticas cuya sintaxis en estas
elecciones europeas está concebida solamente en clave del Estado nación no
saben qué decir sobre los problemas (y las potencialidades) de Europa. De ahí
que el discurso se signifique exclusivamente por el ataque al contrario,
siguiendo una especie de “ley”: a más virulencia en el ataque, mayor vacío de
proyecto. Este es un comportamiento recurrente que ignora, primero, la
singularidad de cada proceso electoral y, segundo, se instala ahora
viejunamente como si el bipartidismo estuviera en sus mejores tiempos. Por lo
demás, hemos de convenir que la acumulación de senectud es enorme en estas
campañas electorales. Veámoslo.
No hay discurso electoral –o programa electoral
sensu stricto-- que podamos referir al
nuevo estadio de cambios vertiginosos (tecnológicos, culturales y demás) que se
están produciendo en Europa desde la última década del siglo XX. Sin ir más
lejos, permítaseme un ejemplo macroscópico: el capitalismo industrial, privado
o público, cuyos productos eran bienes y servicios para el consumo se
transforma en capitalismo financiero.
Más todavía, nadie ha presentado un balance, al
menos, de los diez últimos años de la Unión
Europea. Ni nadie hasta la presente ha dicho esta boca es mía
con relación a que su característica más visible ha sido la creciente autoridad
de los organismos no electivos y, por
ello, no sujetos a formas de control democrático, aunque berroqueñamente
tecnocráticos, ligados a los grandes poderes financieros supranacionales. Por
eso es bueno traer a colación el despiste de no pocos sujetos –políticos y
sociales-- cuando desde la Unión Europeo se elaboró el
libro Verde (http://theparapanda.blogspot.com.es/2007/03/el-libro-verde-y-el-derecho-del-trabajo.html)
que representó una cesura del modelo social europeo. Digamos que, desde que se
pusieron en marcha las medidas del Libro Verde, «la democracia como ligamen
social, basado en la igualdad, está declinando peligrosamente», como diría
Pierre Rosanvallon (La
Repubblica , 8 / 11 / 2011).
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