Hay una especie de encandilamiento de los
socialistas españoles con sus primos hermanos, los socialistas galos. El primer
espada del socialismo catalán, tras su vuelta de París, ha declarado que necesitamos
un triunfo de François Hollande en las próximas elecciones. Como dijo alguien:
bien está lo que bien parece. Y sin embargo, …
… y sin embargo hay algo que no cuadra
completamente. Por ejemplo, ¿qué impide a los socialistas españoles contagiarse
de un buen cacho de la declaración de
intenciones del amigo francés? En teoría podrían recuperar una parte de la
confianza que, tiempo hace, le fue otorgada. Por otra parte, ¿dónde está
escrito que una deseable victoria electoral de Hollande se traduzca en una
mejoría de de los socialistas españoles? Sobre todo si éstos se mantienen en
posiciones poco mordientes. Estar en ese atentismo podría recordar aquella
vieja práctica que dejó dicha don Indalecio Prieto, aquello
de esperar y ver que recuerda toda
persona medianamente informada.
Se me dirá que algo parece haber cambiado en en el
socialismo español poniendo como ejemplo su postura claramente adversa a la putativa
reforma laboral. Y es cierto, no voy a negarlo. Ahora bien, un agudo observador
como Antonio Baylos ha observado que la posición del PSOE es “de acompañamiento”.
Menos da una piedra, diría el castizo. Pero dicho acompañamiento no es lo que
debería auto exigirse el socialismo español. No es todavía una postura aproximadamente
suficiente.
Quede claro: no estoy planteando que los socialistas
españoles actúen como sindicalistas. Pero sí deberían acercar su testimonio
programático a lo que plantea el sindicalismo confederal. Tampoco estoy
planteando que hagan y digan lo mismo que hace y predica Izquierda Unida, pero
sí podrían escorarse más a lo que esta formación requiere. El mero acompañamiento encierra una paradoja: la
derecha les llamará pancarteros (un día de estos haré un elogio de la pancarta),
pero una parte de la ciudadanía verá –tal vez con poco fundamento— que es por
el qué dirán.
Tengo para mí que la posición de largo recorrido que
tome el PSOE en torno a la contra reforma laboral definirá el carácter de
primer partido de la oposición. Si es por el qué dirán es de cajón que, gane o
no Hollande, correrán el peligro de seguir en el Limbo; si hay algo más de
acompañamiento cabe la hipótesis de una aproximación a lo que predica el primer
dirigente galo.
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