jueves, 16 de diciembre de 2021

Vísteme despacio que tengo prisa


 

Las sensaciones indican que el acuerdo en torno al cambio, modificación sensible o derogación (como quiera llamársele) de la reforma laboral está en buena vía. La CEOE ha decidido seguir en la mesa de negociación. Lo que vendría a suponer que todos los actores están interesados en que la cosa acabe en las mejores condiciones: los sindicatos recuperarían una parte considerable de sus prerrogativas; los empresarios tendrían una cierta tranquilidad tras el acuerdo; la ministra del ramo y el Gobierno cumplirían un compromiso mil veces repetido, unas veces confusamente, otras expresis verbis. Los pasos que se han dado hasta la presente llevan razonablemente al acuerdo.

Así las cosas, en estos últimos días está apareciendo una cierta urgencia –más bien dicho, una inquietud— para que eso acabe pronto, pronto, pronto, antes de final de año. Desde luego, si puede ser nos felicitaremos de ello. Pero sabios antiguos aconsejaron a los mayordomos lo de «vísteme despacio que tengo prisa». Mi padre Pepelópez afirmaba que quien lo dijo fue Napoleón; sin embargo, don Benito Pérez Galdós lo pone en boca del felón del séptimo Fernando. Vaya usted a saber…

Vísteme despacio que tengo prisa, pues. Lo que indicaría quitarse la obsesión de acabar la obra antes de final de año. Evítense los aturrullamientos de las prisas, que la cosa –nos dicen los que están en el puchero— marcha  y marcha bien. Téngase en cuenta que es un acuerdo de largo recorrido y que, en cierta medida, tendrá validez durante unas décadas. Despacico, despacico.

Los de Casado, Vox y sus adláteres, que van de mazo en calabazo, tras el acuerdo batirán el record del consumo de bicarbonato.

No hay comentarios: