jueves, 28 de mayo de 2015

Alberto Garzón lo ha dicho al revés


Advertencia: disculpen esta involuntaria exhibición de de mayúsculas. Es cosa de este ordenador que es un cabezota y se resiste a corregirse. 


"Las elecciones nos mandan un mensaje: hay que reconstruir IU", ha declarado Alberto Garzón tras el resultado de las recientes elecciones (1).  A mi juicio se trata de una inversión –o una confusión--  de planos. Antes de entrar en harina quiero decir que deseo lo mejor para Izquierda Unida, algo que sólo depende de ella. 

Entiendo que el electorado no ha enviado mensaje alguno a IU para que se reconstruya, aunque comprendo que lo que acabo de decir hiera la sensibilidad de sus militantes y simpatizantes, de sus dirigentes periféricos y centrales. Pero a las amistades, aunque sean lejanas, hay que decirles las cosas con claridad y, por supuesto, cortesía. El electorado ha enviado un mensaje entrelazado: que se limpie la pocilga de la corrupción; una enérgica protesta por las medidas económicas y políticas que ha liderado el Partido Popular y llevadas a cabo por su Gobierno; la regeneración de la vida política y de las instituciones. Cierto, habrá que convenir que en todo ello se ha basado la biografía, pasada y reciente, de Izquierda Unida. Y que su compromiso en ello ha sido tesonero. Pero, dicho lo cual, hay que añadir que el electorado no ha valorado, por unas u otras razones, esa biografía y ese tesón.

Es, por tanto, al revés de lo que dice Alberto Garzón. Es Izquierda Unida quien debe mandar  «el mensaje» a los electores. No se trata de un travieso juego de conceptos, sino saber quién manda los mensajes y qué naturaleza tienen éstos. En caso contrario no habría ni siquiera una áspera travesía del desierto, pues otro batacazo la llevaría a la definitiva desaparición política, y otros ocuparían –de hecho ya está pasando--  su particular espacio. El problema, además, es que no parece que IU esté en condiciones  de lanzar el «mensaje»: lo impiden las graves acusaciones entre sus dirigentes acerca de quiénes son los responsables, de un lado, y el tosco academicismo del debate interno –o movimientismo o partido convencional--, de otro lado, se han convertido en las metáforas desafinadas de su, todavía, impotencia. Una impotencia que la puede llevar a formar parte de la gloriosa cofradía de los últimos mohicanos.

Izquierda Unida se encuentra, a mi entender ante esta tesitura: o se realquila en unas u otras agrupaciones para los procesos electorales o mantiene su actual personalidad. Si se realquila corre el riesgo de difuminarse gradualmente de la misma manera que el PCE, realquilado en IU, está ausente en el debate público; si, por el contrario, opta por mantenerse como sujeto político autónomo necesita algo más que una mano de pintura.    

 


(1)                                             http://www.eldiario.es/politica/Alberto-Garzon-elecciones-reconstruir-IU_0_391961830.html

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