jueves, 20 de febrero de 2014

SINDICATO: EFICACIA Y DEMOCRACIA



SOBRE LAS ÚLTIMAS CONSIDERACIONES DE RICCARDO TERZI

Escribe Isidor Boix


Estimado José Luis:

Me permito de nuevo felicitarte por el impulso que desde tu blog estás dando al debate de ideas sobre sindicalismo. Es una forma de seguir vivos en nuestra (en un amplio sentido del plural) contribución a la creación de "ideología" sindical. Este saludo viene a cuento de la última aportación de Riccardo Terzi en relación con el coloquio que aquí hemos mantenido, a partir de una primera aportación suya, sobre "sindicalismo y política":  http://lopezbulla.blogspot.com.es/2014/02/sindicalismo-y-politica-conclusiones-de.html

Mucho me han interesado sus observaciones, y me han sugerido un par de observaciones que quiero compartir con los seguidores de estas páginas.   

Por una parte su aportación en la discusión sobre el evidente riesgo (o quizás inevitable tendencia) de "burocratización" de las estructuras de dirección (a todos los niveles de los intereses colectivos que expresa toda organización), a la vez que la afirmación de la necesidad de éstas.

Me refiero al concepto de "confianza" que el grupo dirigente debe recoger y generar en las personas y colectivos en y con los que ejerce tal función. Una confianza que luego en sus notas diferencia de la "adhesión" populista al líder, aunque en ocasiones se confundan, y que incluso puede resultar positiva cuando no sustituye la confianza lúcida a la gestión de la dirección. De hecho el tema de la confianza en el grupo de dirección lo entiendo muy ligado a la necesaria democracia, en la medida que ésta no puede, no debe, expresarse sólo en el procedimiento de elección (sería su aspecto formal, imprescindible), sino que es necesario revalidarla día a día a través de la gestión de su función, a través de los también necesarios canales de relación permanente con el colectivo en el que la ejercen y que suponen información, consulta, debate, ..., y saber escuchar más allá de las palabras. Y saber explicar también más allá de la búsqueda del aplauso, suscitando incluso el grito de protesta, de rechazo, dirigido no tanto al grupo de dirección sino a la realidad con la que se está lidiando y los malos tragos que a veces hay que asumir.

Y de hecho ligadas a esta cuestión, me parecen interesantes las consideraciones sobre la "eficacia". Porque a la larga (y a veces también a la corta) sólo pueden ser realmente eficaces las decisiones que surgen de una profunda democracia, no tanto las que pueden arrancar un aplauso coyuntural conseguido con más o menos demagogia o incluso con una confianza del momento que la vida puede desmentir.

Será interesante que sigamos verificando nuestras ideas al respecto a través de la vida diaria de las organizaciones sindicales que nos sirven de referencia para esta reflexión.    

DE JLLB A ISIDOR BOIX


Querido Isidor, gracias por el piropo. Mi único mérito al sugeriros este debate fue captar la importancia del trabajo de Riccardo Terzi, quien por cierto ha hecho dos cosas de gran interés: una síntesis constructiva de nuestra conversación y sugerir nuevos temas. Por ejemplo, la pista que indicia sobre el sindicalista como «experimentador social» que, a mi entender, es entrar en algo tan substancial como la «representación». Este es un asunto que me trae de cabeza desde el Cuarto Congreso confederal de Comisiones Obreras. Recuerdo, además, que la Revista de Derecho Social (núm. 29, 2005) nos publicó un trabajo conjunto sobre este particular: Elecciones (sindicales) en el Sindicato,  a propósito de una práctica de Fiteqa-CC.OO. (1).

Lo cierto, Isidor, es que me hago cruces de que se siga manteniendo exactamente la misma forma de representación sindical de la que pusimos en marcha en 1978. Sea buena o no (tal vez obligada por la adversa situación financiera), la política de fusiones de federaciones no se puede decir que sea una reforma de la representación sino una solución administrativa. Pero de esto no quiero hablar, no sea que alguien, excesivamente picajoso, me responda «zapatero, a tus zapatos».  

Aprovecho la ocasión para recordar a nuestro Paco Puerto (en la foto de arriba, una síntesis moderna entre la pedagogía de Anselmo Lorenzo y el intuicionismo de Marcelino Camacho) que nos dejó hace ya muchos años. Como sabes, Puerto fue el inspirador de la experiencia de los voluntarios en los Juegos Olímpicos de Barcelona. Nunca, desde el Ayuntamiento de Barcelona, lo han recordado. Pues bien, en cierta ocasión (casi en puertas de su muerte) estábamos discutiendo algo tan doméstico como la distribución de las salas de la sede del sindicato. Cuando tomó la palabra nos recriminó: «Estáis diseñando la casa en función del sindicato que fue, no el que está siendo cada día».  Y nos puso coloraos.  

Quisiera aclarar, no obstante, que mi enfermiza insistencia en la representación parte de una sospecha: con su actual forma no se está en condiciones de enhebrar un proyecto que, desde la alteridad del sindicalismo, sea eficaz para intervenir en los cambios y grandes mutaciones de nuestra época. Más todavía, para (gradualmente) sobrepasar los destrozos que está provocando la reforma laboral.  Por cierto, llamo la atención de un comentario que, hace poco, aparece en el trabajo potente de Miquel Falguera sobre el fracaso de la reforma laboral. Un comentario, que yo comparto, y que se distancia de la versión oficial del sindicalismo español: «Brillante análisis, que desmonta también el argumento central de las direcciones sindicales. Últimamente, por ejemplo, se ha iniciado una campaña en la que se acusa a la reforma de haber destruido todos los puestos de trabajo perdidos con la crisis. Unos dicen que las reformas se hacen par crear puestos de trabajo y otros dicen que son las causantes de su destrucción mientras ambos se autoalimentan. Lo que hay detrás de las reformas laborales es, en todo caso, una cuestión de derechos y garantías. La reforma ha debilitado y empobrecido a los trabajadores y ha precarizado aún más sus condiciones laborales. Pero las crisis económicas, con o sin reformas laborales, condenan a millones de personas al paro, antes con algunos derechos e indemnizaciones, ciertamente, y ahora sin ello». Lo que me parece que es una voz lúcidamente discordante de la literatura sindical oficial.

Querido Isidor, desearía que me aclarases un concepto que deslizas en tu artículo. Versa sobre la relación entre eficacia y democracia. Afirmas lo siguiente: «Porque a la larga (y a veces también a la corta) sólo pueden ser realmente eficaces las decisiones que surgen de una profunda democracia». No digo que no, pero entiendo que estableces un círculo excesivamente virtuoso entre eficacia y democracia que sería conveniente argumentar con mayor diapasón. Por supuesto, sin democracia no existe el círculo virtuoso. Tal vez lo que sería conveniente añadir, me parece a mí, es que no se trata tanto de relación entre lo uno y lo otro sino, más bien, una «tensión» que, por lo general, es complicada entre eficacia y democracia. Es, sobre todo, una complicación –¡bienvenida sea!— que, hoy día, tiene una complejidad que se deriva de algo que ha percibido Maurizio Landini:    «Cuanto más se articula la realidad de los representados más se complica la vida de los representantes. Y de las organizaciones». Sea como fuere, viejo amigo, ¿tienes tiempo para aclarar una miaja más el asunto? 



RESPONDE ISIDOR BOIX


Ciertamente, querido amigo, eficacia y democracia son cosas distintas y además no están formalmente ligadas, ni en su concepto ni en su gestión. Pero quería subrayar su dependencia, esencialmente a la larga decía, por aquello de que los cañones del sindicalismo son el grado de cohesión de nuestra política y sobre todo de nuestra práctica (que es bueno además que política y práctica, estrategia y táctica, conecten bien, aunque no siempre sucede, sobre todo en los momentos difíciles) con el colectivo que organizamos y pretendemos representar.

Y un cemento importante, esencial, para tal cohesión es la relación de confianza del colectivo hacia sus dirigentes, una relación que a la larga sólo puede basarse en la práctica de la democracia día a día, en el ejercicio de la representatividad en los contenidos, en la información, explicación, discusión, en la capacidad para "escuchar" más allá de las palabras. Una democracia efectiva que genera confianza y también delegación, que permite incluso en ocasiones tomar decisiones sin esperar ni siquiera a consultar (en la acción sindical sucede a veces como en las guerras).

Por todo ello quería, y quiero, afirmar que una gestión eficaz exige un profundo ejercicio de democracia. Isidor. 



No hay comentarios: