lunes, 9 de septiembre de 2013

LA POQUEDAD DE LAS DERECHAS ESPAÑOLAS

Antonio Gramsci escribió un agudo ensayo, La formación de los intelectuales que  todavía no ha envejecido.  No estaría mal que se siguieran las pistas que señala nuestro amigo italiano para conocer cuál es el origen de «la formación de los políticos» españoles.  De llegarse a unas conclusiones medianamente serias podríamos explicarnos no pocas cosas de la calidad de la política en nuestro país así de la derecha como de las izquierdas.

Entiendo que hubo un momento que pudo ser la ocasión para abrir esa investigación. Fue cuando la condesa consorte de Bornos, doña Esperanza Aguirre, dijo no conocer a Sara Mago (sic). La entonces presidenta del Senado apareció como una indocumentada y, desgraciadamente, sólo provocó con su respuesta los celebrados chascarrillos de los mentideros políticos e intelectuales.

Pues bien, las respuestas de Mariano Rajoy, el Empecinado Chico, y otros exponentes de las derechas españolas ante cualquier situación explican en parte la cutrez intelectual de nuestras élites dirigentes. La última ha sido: Zapatero es el responsable de la derrota de la candidatura olímpica de Madrid. Es claro que la matriz de esta cuña de agitación y propaganda busca una cierta verosimilitud en la credibilidad de la zoología de las derechas españolas. Ya lo dijo aquel perillán de Lope de Vega: «porque, como las paga el vulgo [las comedias], es justo; hablarle en necio para darle gusto»Pero ello no desmiente la ausencia de fundamento intelectual de la respuesta (de ésta o de cualquier otra) de Rajoy y sus mesnaderos. 

Por lo general se trata de una red de familias endogámicas que han hecho de la política una profesión al margen de las disciplinas académicas y, peor todavía, de las cosas de la vida. Se subieron al coche oficial todavía barbilampiños y, ya cuarentones o cincuentones, disponen sólo de lo que podríamos llamar cultura de reunión, formación de conciliábulo, ahítos de figuras retóricas que diseñan los escribas sentados con unas competencias no menos dudosas que aquellos a quienes aconsejan. Nada que ver con la potencia intelectual (se estuviera de acuerdo o no con ellos) de gentes ilustradas como Pere Duran Farell (el gran capitán de industria) y Enrique Fuentes Quintana, por poner dos casos. Más todavía, dos personalidades de la derecha ilustrada, pactista y con un proyecto de modernización del país. Este no es el caso de la actual derecha española (tampoco la catalana).

Llamo la atención, sobre lo que estamos tratando, del artículo del profesor Antón Costas en las páginas sepia de El País:  La renuncia de las élites a liderar la modernización.  De ellos, de estas élites, se podría decir lo que dejó sentado el más famoso orador ateniense sobre las clases dirigentes de su época: «algunos de los cuales de pobres que eran se han vuelto ricos, otros de desconocidos han pasado a notables, otros se han hecho construir casas particulares más imponentes que los edificios públicos y cuanto más se ha empequeñecido la fortuna de la ciudad, tanto más se ha acrecentado la de éstos».  Así habló Demóstenes en su Olintíaco Tercero (Discursos políticos, Gredos 1980).

En resumidas cuentas, estas élites son un mecanismo de freno para cualquier proyecto de reforma y puesta al día de nuestro país. De donde infiero que no habrá la necesaria puesta al día mientras las actuales élites sigan en el Palacio, esto es, en aquel palazzo del que habló largo y tendido Pier Paolo Pasolini. El único proyecto de estas élites iletradas es la continuación de la «disciplina que imponen los mercados internacionales», que fue el elegido en su día, como sostiene el mencionado profesor Antón Costas.  


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