(Cavilaciones tras la detención,
encarcelamiento y puesta en libertad de Carme Forcadell)
Las declaraciones de la
presidenta del Parlament ante el juez del Tribunal Supremo serán, a todas
luces, pasto de todo tipo de comentarios en la campaña electoral que se avecina
en las elecciones autonómicas de Cataluña. Forcadell y sus compañías de expediente han
rectificado las paredes maestras de todo lo que han venido diciendo y haciendo
en los últimos meses. O sea, la declaración de independencia era «simbólica»,
se acata, la Constitución, el 155 y todo lo que saldrá cuando se filtren las declaraciones
de esta señora al Juez. Como es natural, cada quisque organiza su defensa como
le es más conveniente. Es su derecho. Ahora bien, se nos va a permitir que
digamos que han caído en una doblez o, si se quiere, en una escisión entre, de
un lado, el ethos político y ético y, de
otro lado, en su defensa personal ante el Magistrado del Alto Tribunal. No me
atrevo a censurarlo. Pero sí puedo reflexionar sobre la radical separación
entre unas cosas y otras. Lo facilón sería, desde luego, exigir a unos
dirigentes políticos que asumieran el famoso dicho de «a lo hecho, pecho». Como
por ejemplo, lo hicieron famosos dirigentes de antaño como Marcelino Camacho, Cipriano
García y otros presos políticos de antaño
que no se disfrazaron de noviembre para no infundir sospechas. Pero hacer esto
significaría tener otra pasta.
Forcadell y su compañía son
libres de escoger la defensa más conveniente. Pero hay una parte de sus recientes
biografías que ya han sido socializadas por centenares de miles de personas
que, tal vez, ahora se sientan atribuladas por la rectificación ante el
Magistrado. Lo que hicimos era «simbólico», afirman. Pero políticamente
aquellos hechos tuvieron una fisicidad concreta con consecuencias calamitosas
de todo tipo en la sociedad catalana.
Ahora, dicha rectificación
podría conllevar una profunda desazón en el movimiento independentista. Por su
mala cabeza, cosa que no lamentamos. Ahora, tal rectificación podría
concretarse en grietas, de complicada reparación, en el fermento escatalógico:
algunos predicadores de la salvífica solución catalana han colgado los hábitos.
Los fraticelli se han convertido en
ortodoxamente dominicos.
Claro, cada cual baja las escaleras
como puede o sabe. Y cada cual elige salir del atolladero como Dios le da a
entender. Y, repetimos, está en su derecho. Pero políticamente ahora tienen que
asumir las consecuencias de la rectificación, ya sea forzada o fingida. No vale
esconder la explicación pública en argucias por legítimas que sean. En
definitiva, un clamoroso traspiés del procés
que podría tener enormes consecuencias.
En todo caso, la declaración de
Forcadell en el Tribunal Supremo pone en evidencia los chicoleos de Puigdemont en Bruselas. Su twitter tendrá que reinventarse.
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