miércoles, 6 de mayo de 2015

Cipriano García, padre fundador de Comisiones Obreras

Nota bene.— Próximamente se conmemorará el veinte aniversario de la muerte de Cipriano García. CC.OO. de Catalunya prepara para el día 18 de este mes un acto de homenaje y recordatorio de su figura. A continuación expongo aquí el primer redactado de mi intervención en dicho acto. Es un borrador para amigos con la idea de perfilar mejor mi participación en tal acontecimiento.

José Luis López Bulla


Primer tranco


De la «clase probable» a la «clase movilizada»


La generación fundadora de Comisiones significó una gran transformación en los movimientos sociales europeos a mediados de los años sesenta. Esta transformación ha sido, a mi entender, la más importante del sindicalismo antes de las que se operaron tras el otoño caliente en Italia, en Inglaterra con la de los shop  stewards o en Polonia con Solidarnösc. Cipriano García fue una de las personas más representativas de aquella generación.

Los rasgos esenciales de aquella generación fueron los siguientes: a) puso en marcha un movimiento de trabajadores abierto en las empresas –esto es, no clandestino— en plena represión de la dictadura franquista, que aprovechó las posibilidades e instrumentos de aquella ´legalidad´  combinándola con formas paralegales y extralegales; b) el centro de decisión del conflicto era la asamblea de todos los trabajadores; c) esta unidad social de masas se correspondía con la naturaleza unitaria de aquella generación, que no hacía distingos políticos ni confesiones religiosas; d) en esa praxis unitaria está el germen de la búsqueda tendencial de la independencia sindical, no sin altibajos, de ese sujeto social nuevo, al que no dudamos en calificar de «acontecimiento».   

Digamos que estos rasgos esenciales no eran el resultado de unos planteamientos teóricos sino de una praxis asumida con naturalidad. Estos rasgos explican la génesis de aquel movimiento que se traduce en convertir la «clase probable» en «clase movilizada», una categoría de la que habló en su día Pierre Bordieu.  El secreto de aquel acontecimiento fue situar la acción colectiva en el centro de trabajo y estudio: el bidón, el andamio y el pupitre, como dije en cierta ocasión. Esa fue la ortopraxis de las nacientes comisiones obreras, así en minúsculas todavía. El comisionado era el dirigente real y formal, elegido participativamente en la asamblea. 

Los comunistas y el nuevo movimiento obrero

Que Cipriano García fuera un destacado dirigente del comunismo español, al igual que su querido compañero Ángel Rozas, nos vuelve a proponer la necesidad de revisitar las relaciones entre el PSUC, el PCE y Comisiones Obreras. En primer lugar, es obligado decir que la insurgencia de Comisiones fue el resultado de una práctica original, propia de los trabajadores en las principales empresas fordistas del país. En esos momentos, los dirigentes comunistas de ese movimiento de trabajadores tenían, por así decirlo, una doble  actividad: de un lado, en una organización clandestina, la Oposición Sindical Obrera, que –para decirlo coloquialmente--  eran cuatro y el cabo; de otro lado, en esas nacientes comisiones obreras. Las charlas con el maestro Ángel Rozas son un rico testimonio de esa militancia bífida.

Cipriano García --y aquella generación— entendieron, en un momento dado, que aquella «clase movilizada» ya no cabe en la Oposición Sindical Obrera que, por lo demás, poco o nada tenía que ver con aquel movimiento de trabajadores. La primera consideración es: supo romper con aquel cachivache, la OSO, y volcarse en el estímulo de lo nuevo, poniéndose a la cabeza de lo que tendencialmente era un movimiento unitario, de masas, y para ello debía ser abierto, no clandestino.

Nadie podrá reprochar al comunismo español que teorizara e, incluso, interviniera en lo que estaba sucediendo en esos primeros andares de aquel movimiento de trabajadores. Que le propusiera una teoría y le prestara lo mejor de su intendencia. Lo supieran o no estaba haciendo algo similar a lo que pusieron en marcha Giuseppe Di Vittorio en Italia años atrás en tiempos de la lucha contra Mussolini. Tampoco nadie podrá reprochar al PSUC que inspirase a Comisiones Obreras lo que en su día llamamos la cuestión nacional de Cataluña. Sin ningún género de dudas fue nuestro Cipri quien más y mejor se empeñó en ello, y quien más visiblemente se enfrentó a otras componentes de Comisiones Obreras que tenían una posición radicalmente contraria.

La historia antigua de Comisiones Obreras está marcada por diversas fases en las relaciones entre el partido y el sujeto Comisiones, que coinciden con la presencia activa de Cipriano García: 1) una fase inicial de tutela por parte del comunismo español, 2) un periodo de búsqueda de la independencia sindical, y 3) de la asunción plena de dicha independencia. Digamos, pues, que hay un primer Cipriano que ve, como cosa natural –y sin ni siquiera planteárselo--  esa relación de tutela y cordón umbilical; y, a la vez, un segundo Cipriano que va compartiendo la necesidad de, al principio, una resituación de ese problema y, después, una solución definitiva basada en la mutua independencia de ambos sujetos, el político y el social.
De hecho, podríamos decir que fueron los dirigentes sindicales de militancia comunista quienes más utilizaron su  influencia en el partido para romper aquella prótesis de la correa de transmisión. Digamos que tres cuartos de lo mismo ocurrió con líderes como Marcelino y Nicolás Sartorius, al igual que lo hicieran Di Vittorio, Lama y Trentin en Italia.

En todo caso, parece oportuno plantear lo siguiente: a medida que Comisiones Obreras avanza en su planteamiento de ser sindicato --algo relativamente tardío y nunca suficientemente claro hasta poco antes de la legalidad— va apareciendo con más claridad la necesidad de ser un sujeto independiente. Esa tendencial búsqueda de la independencia es, en buena medida, la consecuencia de observar que las ventajas aparentes de la dependencia del comunismo español son menores que la independencia. Lo que no representa desdoro alguno para el PSUC ni para el PCE. Lo que explicaría que la opción de UGT por escaparse del PSOE es mucho más tardía, también porque no es igual ser independiente de un partido menor que de una organización, en aquellos tiempos tan poderosa, como el PSOE.  

Cambiando de tercio, me interesa traer a colación algo referente a Cipriano del que se ha hablado poco. Un año antes de la famosa asamblea de Barcelona de Comisiones Obreras de toda España, en el verano de 1976, Cipriano fue insistiendo en la necesidad de proceder ordenada, pero rápidamente a la transformación de aquel movimiento de trabajadores en sindicato. UGT estaba apareciendo de manera abierta y la patronal se estaba estructurando: nosotros seguíamos deshojando la margarita. Tampoco lo hicimos en la asamblea de Barcelona que concluyó con gran ambigüedad. Lo tuvimos que hacer en el otoño de una manera casi vergonzante y un tanto administrativamente. Cipriano estaba que se le subían los demonios. Con toda la razón del mundo.

Por otra parte,  poco se ha hablado del impulso que dio personalmente al cambio generacional en la dirección del grupo dirigente. Con cincuenta años de edad nos empujó –más bien nos obligó-- a un grupo de veinteañeros a asumir la dirección de Comisiones Obreras de Cataluña. Nunca nos sentimos vigilados; es más, cuando le reclamábamos el consejo nos repetía: «volad, volad con vuestras alas».


Segundo tranco


La situación ha cambiado radicalmente desde, podríamos decir, los tiempos de Cipriano García.  Hoy, lo sabemos bien, nos encontramos en un paradigma radicalmente distinto: el de la reestructuración—innovación de los aparatos productivos y de servicios en el cuadro de esta globalización asimétrica, presidida por el capitalismo financiero. Nos parecen claros los objetivos: generar una nueva acumulación capitalista. Para lo cual le sobran los poderes,  controles y derechos, los sujetos críticos y todas las interferencias que suponen para lo anterior los sistemas públicos de protección. En suma, los elementos básicos de la democracia. De ahí que se esté consolidando el proceso de subordinación de la política a la economía y a los intereses de los grandes capitales especulativos, desapareciendo –al menos en nuestro país— los espacios de la autonomía de la política.  

Si todo ha cambiado (y ese cambio no ha hecho más que empezar) en el centro de trabajo, en la relación entre centro de trabajo y territorio vale la pena prestar algo más que atención a las palabras de Ignacio Fernández Toxo: «Si el sindicato no se reinventa se lo llevará el viento de la historia por delante». A decir verdad, un servidor nunca ha oído unas palabras tan valientes y certeras en el sindicato. Salvando las distancias ese llamamiento me recuerda lo que Cipriano hubiera dicho con relación a la Oposición Sindical Obrera: «Esto no pita». Dicho y hecho: se pusieron manos a la obra y arrimaron el hombro a la novedad de aquellas comisiones obreras que ellos mismos iban creando.

Ahora bien, hay una enemistad a esta gran operación que propone Toxo. Él mismo ha señalado: «No podemos seguir haciendo lo mismo para conseguir los mismos resultados». Unas palabras que podrían haber sido suscritas por la generación fundadora de Comisiones Obreras en aquellos tiempos lejanos. Entiendo, por otra parte, que lo que plantea Toxo no está  bien acompañado. Diré sin protocolo que apenas si se producen voces de apoyo concreto y con hechos concretos al planteamiento del secretario general de la Confederación. Por otra parte, me ha producido una cierta perplejidad lo manifestado por un dirigente confederal que ha afirmado que «el sindicato necesita un cambio de imagen». No es que sea, como lo es, una banalidad; es que un cambio de imagen no garantiza absolutamente nada. Como tampoco darle a la casa una mano de pintura. Así pues, es la hora de hincarle el diente a la propuesta de Toxo.

Para una pormenorización –tanto de los argumentos como de las propuestas concretas--  yo sugeriría lo que he expuesto en La parábola del sindicato (http://lopezbulla.blogspot.com.es/2014/09/la-parabola-del-sindicato.html) que, resumido al máximo, se concretaría en lo siguiente:

n        La conversión del sindicato en un sujeto «de clase y global»;
n        La asunción de que estamos en un nuevo paradigma del capitalismo al que hay que seguir combatiendo;
n        La adecuación de la representación en el centro de trabajo sobre la base de que el sindicato sea el sujeto principal;
n        El establecimiento de normas para ejercer la participación y, entre ellas, que cada convenio o acto contractual sea el resultado de prácticas referendarias;
n        El Código de autorregulación de la huelga en los sectores esenciales de la comunidad;
n        …  y las que se verá en el mencionado estudio de La parábola.

Sea como fuere, el caso es que cada tiempo que pase sin entrar de lleno en el planteamiento de Toxo es una considerable pérdida de tiempo. Y de poder sindical.  



No hay comentarios: