Nuevamente
llamo la atención sobre los artículos del profesor Antón
Costas en la sección sepia de
El País. En el suplemento dominical de ayer mismo el reputado economista
hablaba acerca de los «reformistas miopes» (1). El autor, que es también
Presidente del Círculo de Economía de Barcelona, habla cuando Rajoy y su
menguada claca echan las campanas al vuelo y, obscenamente alborozados,
sentencia que la crisis es ya historia. El profesor Costas le responde con
punto de vista fundamentado. Y, partiendo de los datos que ofrece el Informe
mundial sobre salarios 2014 – 2015 de la
OIT deja dicho algo tan tremendo como que «España es el país
desarrollado en que más sube la desigualdad entre el 10 por cien más rico y el
10 por cien más pobre» (2). Es un jarro de agua helada contra los
telepredicadores del poder: los datos frente (y contra) la jerigonza y
tergiversación del lenguaje político; los datos contra el libelo de la
agitación propaganda gubernamental.
Ahora bien,
nos permitimos disentir del profesor Costas en un aspecto que nos parece
esencial. Antón Costas nos dice: «No digo que los reformadores sean perversos, digo
que son miopes; es decir, cortos de mira y perspicacia. Acostumbran a fijarse
en la primera derivada de las reformas: sus efectos sobre la competitividad y
la eficiencia. Pero olvidan la segunda derivada, la más importante: los efectos
sobre la equidad y los equilibrios políticos de la sociedad. Las reformas en
España y en la Unión Europea
han pecado de esta miopía». Un servidor ve las cosas de otra manera. En primer
lugar, me atrevo a negar la mayor: estos reformistas no son miopes, hacen las
cosas a sabiendas y queriendas. Son los servidores de las nuevas «clases
ociosas», las franquicias hoy de las que hablara para su época Thorstein Veblen (3).
Estos
sedicentes reformistas han tomado nota de la derrota del capitalismo schumpeteriano (con el que nosotros nos enfrentamos) al
que le ha ganado la partida de naipes el capitalismo financiero, el mismo que
ha provocado las dos crisis más terribles de los últimos cien años. El objetivo
es la desvaloración del trabajo como necesidad, como condición permanente de la
economía; este es el rasgo ideológico que pretende afirmar definitivamente. No es, por tanto, miopía sino ideología. Así las cosas, el turbocapitalismo necesita la
política instalada –y sus gobiernos respectivos-- como mamporreros para que la ciudadanía que
trabaja sufra la presión de los más fuertes, convirtiéndose en contraparte
directa en vez de asumir su función de mediación entre los intereses
diversos. De esta manera se preparan (y
se intentan consolidar) las condiciones para provocar una nueva acumulación
capitalista en este contexto de la innovación tecnológica. Este es el papel que
las clases ociosas encargan, entre otros, a Mariano Rajoy y Matteo Renzi. Hay que romperle, pues, el espinazo al
trabajo y, de momento, deteriorar la condición asalariada que se desprende del
trabajo. Rompe por ahí –se dicen-- y
acabarás destartalando las organizaciones sociales que tutelan y representan el
trabajo. Una operación incompleta si no estuviera acompañada por el
bonapartismo político al uso.
Un
bonapartismo al que le sobran los jueces que, ante el poder, aparecen como
sospechosos a la hora de impartir justicia. Por ello el poder político trata de
debilitar sus funciones tanto en el terreno laboral como en el civil. Dijo la Ministra Báñez
en un acto en Bilbao
en una reunión organizada por el Círculo de Empresarios: tengo más miedo
a los jueces que a los hombres de negro (4). Para este
bonapartismo ya no vale la separación de poderes sino el debilitamiento y la
consunción del poder judicial. Lo que debería promover una seria reflexión
sobre el particular.
Así pues, querido profesor Costas: no le dé más vueltas a
la cabeza. Nuestros reformadores no son ni miopes ni astigmáticos. Son tan
bordes como los brotes bordes, que no verdes.
(1) Antón
Costas en http://www.caffereggio.net/2014/12/14/reformistas-miopes-de-anton-costas-en-el-pais/
(3) THORSTEIN VEBLEN en http://argentina.indymedia.org/uploads/2012/10/teoria_de_la_clase_ociosa.pdf
(4) Miquel
A. Falguera i Baró en http://lopezbulla.blogspot.com.es/2012/08/diez-acotaciones-unas-manifestaciones.html
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