Dos amigos
míos, Fausto Bertinotti y Riccardo Terzi, han conversado epistolarmente «sobre
la izquierda». El resultado ha sido la edición de un libro, que ha editado CRS
– Ediesse recientemente: La discorde amicizia.
En este
intercambio epistolar hay un debate fuerte donde los desacuerdos prevalecen
sobre los puntos de encuentro. En realidad, era lo que se esperaba. Eso sí,
desde un sincero afecto y reconocimiento de la valía intelectual del
interlocutor. También era lo que se esperaba. Hablaré con Paco Rodríguez de
Lecea, también amigo de Fausto y Riccardo de tiempos antiguos, para ver si lo
traducimos totalmente o aquellos pasajes (que no son pocos) de la mayor
importancia. Uno de los aspectos de interés del carteo de nuestros amigos italianos
es: cuándo empezó la crisis de la izquierda. Una izquierda que para Fausto ha
sufrido un «mutamento genetico» y, por ello, es ya irreformable.
Primero. Para
Bertinotti el inicio de la crisis habría que situarlo en el bienio 68 – 69 del
siglo pasado, bajo los efectos de Mayo del 68: la izquierda no es capaz, afirma
Bertinotti, del carácter y el alcance de las luchas obreras y estudiantiles. Según
Terzi «son las transformaciones ocurridas en la sociedad, en el modo de ser y
pensar de las personas y en la organización material de sus vidas las que han
determinado un desplazamiento de la izquierda; es toda una tradicional
representación político-ideológica que no consigue captar los cambios,
determinándose de esa forma una creciente separación entre la política y la
vida real».
Segundo. Ya sea
por la amistad hacia ambos conversadores o bien por la importancia del tema que
tratan –o tal vez por mi carácter entrometido--
el caso es que me siento concernido por la genérica invitación
bertinottiana: «hay que seguir investigando». Y, más allá de lo que dicen los
amigos italianos, propongo otra hipótesis de averiguación. Yendo por lo derecho:
cuando la izquierda puso el empeño de la acción política en las «vías
nacionales al socialismo». Que, en el caso italiano (este es el terreno que
abordan Fausto y Riccardo) tiene su elaborador en aquel coloso que fue Palmiro
Togliatti.
Las vías
nacionales al socialismo recuerdan un tanto a Jano bifronte: de un lado,
sirivieron para que la izquierda se enraizara mucho más en las sociedades de su
tiempo; de otro lado, significaron en la práctica un alejamiento gradual del
escenario mundial. Y ello sucedió mientras el capital iba adquiriendo mayor
trasnacionalización, que hoy diríamos globalización. Esto es, se originó al
principio una asimetría entre la acción política nacional de la izquierda y el
capital, que con el paso del tiempo se fue ampliando significativamente. Cuando
apareció el neoliberalismo con su potente carga global, la izquierda ya estaba
recluida en el recinto estrecho del Estado nacional. Hasta tal punto que la
acción política de cada vía nacional se convirtió en la práctica en una variable
independiente de lo global.
En
un momento dado, Palmiro
Togliatti (21 de agosto de 1964) pareció intuir que algo no
funcionaba. A pocas semanas de su muerte escribió lo que conocemos como el
Testamento de Yalta. Sobre
chispa más o menos Togliatti dejó escrito el enorme retraso de las fuerzas del
movimiento obrero y sindical internacional con relación a las grandes
trasformaciones del capitalismo. Pero el
anciano dirigente comunista, ya gravemente enfermo, no pasa de no pasa de ahí (1).
Ahora bien, el «retraso» era –en la
hipótesis que torpemente insinúo-- la
consecuencia natural de unas vías nacionales que en la práctica quedaban
confinadas en el Estado nacional. Los posteriores intentos del eurocomunismo
tampoco significaron una corrección de esa variable independiente. Es más, las
fuerzas de izquierda fueron paulatinamente recluyéndose cada vez más en los
cuarteles nacionales. Para muestra un botón: cada proceso electoral para el
Parlamento europeo era visto como una palanca para el ajuste de cuentas en el
terreno nacional. Las referencias a Europa eran sólo de carácter retórico y,
por tanto, un solecismo.
Más todavía, debe suponerse que
existe una relación entre vía nacional --entendida como variable independiente
de lo global-- y la falta de vista sobre
las mutaciones del sistema capitalista. Por ejemplo, la izquierda italiana tuvo
oportunidad de corregir su vista cansada cuando Bruno Trentin habló largo y
tendido de las mutaciones que el (entonces llamado) neocapitalismo había puesto
en marcha. Lo hizo en su ponencia Le
dottrine neo-capitalistiche e l´ideologie delle forze dominanti nella politica
economica italiana, en las Jornadas
del Istituto Gramsci (1962), que la Editorial Ediesse
publicó en una antología bajo el título "Lavoro e libertà". Los viejos leones del
comunismo italiano (Amendola y Alicata, entre los más representativos)
arremetieron contra la ponencia del heterodoxo Trentin defendiendo que poco o
nada había cambiado en el capitalismo.
En resumidas cuentas, ni siquiera
hacen caso de lo que apunta Pietro Ingrao: «la forma misma del Estado nación, típica
de toda una civilización burguesa, parecía ya insuficiente para afrontar las
dimensiones en las que las grandes empresas multinacionales procedían a su
reestructuración para recuperar espacios a su desarrollo y poder» [Vías democráticas al socialismo. Congreso
organizado por la Fundación
de Investigaciones Marxistas, Madrid Octubre de 1980, Editorial Ayuso].
Sigamos, pues, averiguando. Porque no
es irrelevante saber cuándo, con perdón, se jodió la izquierda. Zavalita
todavía no ha dicho la suya.
(1) Palmiro Togliatti. Memorando sobre las cuestiones del movimiento obrero internacional y sobre su unidad. Yalta, agosto de 1964. Ediciones Era (1971). México DF
Continuará ... (1) Palmiro Togliatti. Memorando sobre las cuestiones del movimiento obrero internacional y sobre su unidad. Yalta, agosto de 1964. Ediciones Era (1971). México DF
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