viernes, 6 de septiembre de 2013

CONSEJOS A «EL PRÍNCIPE»


Los estatutos de la Iglesia católica, apostólica y, todavía, romana favorecen la multirreincidencia. Por ejemplo, una persona puede practicar el fornicio que la santa madre considera pecado, pero si se confiesa y  arrepiente puede seguir tan campante en tales ejercicios. El precio es módico: con unas cuantas avemarías tienes la bendición. Cuestión bien diferente es que se privaticen los confesionarios, lo que daría un giro bien radical a este sacramento. Pero, de momento, el rigorismo católico es sólo mera literatura.

De la misma manera, la multirreincidendia de algunos partidos políticos en el asunto de la corrupción tiene su correspondiente absolución –según acreditada teoría de la fauna y flora de políticos y escribas sentados--  en los resultados electorales. Si el público en general da mayorías a tales corruptos es claro que estamos ante una bendición colectiva. En caso contrario la cosa queda en un limbo del que la politología nada nos ha dicho por el momento.

Es cierto que determinados partidos no quieren ser pillados en el renuncio de ver descubiertas las vergüenzas de sus propias inmundicias financieras, pero parecen asumirlo como un riesgo que puede ser sorteado, especialmente si han acumulado el suficiente parné para ir funcionando.

Ahora bien, tras las recientes experiencias del Beato Bárcenas conviene que nos dirijamos a «el príncipe», esto es, al partido para que tome buena nota de lo siguiente: no despidan ustedes nunca, y por ningún motivo, al tesorero ni al gerente. Ni siquiera al contable. Más todavía, a nadie que esté cerca de la fotocopiadora.

Despedir al gerente o al tesorero fue la perdición del PSOE cuando el «asunto Filesa». Algo en lo que no cayó el Partido Popular con el Beato Bárcenas. Ambos partidos no aprendieron nunca de los Médicis que jamás  pusieron en la calle a sus ecónomos.  Y no es que Florencia no fuera corrupta. Lo era, y de ello habló largo y tendido su famoso secretario en la pieza teatral La Mandrágora. 


El gerente y el tesorero deben tener manga ancha en todos los asuntos de su negociado. Mejor dicho, no pueden ni deben ser controlados; de esta manera siempre podrán apechugar (sólo ellos) con las consecuencias de su gestión. Y, repito, nunca, bajo ningún pretexto, ser despedidos. Manga ancha, pues. De manera que la tesorería y la gerencia deben ser una encomienda totalmente independiente de cualquier estructura, especialmente de la dirección, del partido. Es una manera de evitar parecerse a la Zarzamora, la que  siempre  va “llora que llora por los rincones”. Y para que quede constancia de esa discrecionalidad, el tesorero y el gerente deben tener en su tarjeta de visita un escudo de armas con la siguiente leyenda: «agere licere».  

No hay comentarios: