lunes, 21 de diciembre de 2015

Resultados electorales y sindicalismo confederal



Homenaje a Antifonte de Atenas


Primer tranco

Analistas de la más variada zoología racional intentarán darnos luz sobre lo ocurrido el día de ayer que, con el paso del tiempo, podrá ser famoso. Los dirigentes de los partidos con, poco o mucho mando real, se afanarán así mismo en la cuadratura del círculo mediante el método matemático de la exahución. De momento, dejemos que los responsables políticos consuman, según los casos, botellas de cava o de litines. Mientras tanto, sí estamos en condiciones de seguir la corriente a quienes han hablado de que se entra en un nuevo curso. Un servidor, no obstante, preferiría añadir un suave matiz que no desdice lo anterior: nos acostamos con el Tenorio, de Tirso de Molina y nos levantamos con el don Juan, según Zorrilla. Don Juan Tenorio sigue siendo el protagonista, pero el escenario, los segundones y los figurantes han cambiado.

El escenario, decimos, ha cambiado: ya no estamos en la tierra firme de las grandes mayorías sino que nos encontramos afortunadamente en el territorio ambiguo del equilibrio de debilidades. Que puede ser propenso para ciertas alquimias o para una sólida cultura del pacto. Un elemento ha aparecido con claridad: cada partido tradicional (de los dos grandes) tiene un competidor estratégico que le irá soplando en el cogote. Lo que podría traducirse en querellas por la disputa del espacio vecino o por la geometría de los pactos. Ya veremos qué movimientos se insinúan y, andando las semanas, cómo se van concretando.

Segundo tranco

En principio diría que este nuevo escenario parece favorecer al sindicalismo confederal. Cierto, siempre y cuando se coloque con la mayor sabiduría y su consecuente razón pragmática.

La experiencia nos dice que, en los años de mayorías absolutas, el sindicalismo confederal ha tenido no pocos problemas. Una de ellas, no irrelevante, ha sido el áspero choque entre la legitimidad de la autonomía sindical y la legitimidad institucional de la mayoría electoral. Que nunca maridaron adecuadamente. En esas condiciones el sindicalismo ha tenido no pocas dificultades. Y comoquiera que los partidos que tradicionalmente tuvieron una relación de (relativa) amistad con los sindicatos sólo hicieron política en las cumbres borrascosas de la Torre del Homenaje, el movimiento de los trabajadores tuvo las de no ganar en esas asperezas, el gallo de Morón fue perdiendo algunas de sus bellas plumas.

El nuevo escenario podría abrir nuevas expectativas. Siempre y cuando tome buena nota de que se ha producido una serie de cambios que también le afectan a él: el deseo indiciado por el cuerpo electoral de avanzar a grandes reformas (dignas de ese nombre)  no puede ser ajeno al sindicalismo confederal. Tanto si se da en el cuadro político como si éste, obviando aquel deseo indiciado, se encoje de hombros y vuelve a la molicie que caracterizó el viejo bipartidismo.

En resumidas cuentas, el sindicalismo confederal debe actuar como un sujeto propulsor de reformas tanto en el ecocentro de trabajo como fuera de él. En ese sentido, es la hora de la puesta al día de las relaciones laborales, de los contenidos de las prácticas contractuales, de la reforma de la representación y de la adormecida cuestión unitaria. Y aquí cabe, como anillo al dedo, la lúcida observación de Fernández Toxo, que vale más que nunca para la nueva situación:  «No podemos seguir haciendo lo mismo para conseguir los mismos resultados. Si el sindicato no se reinventa, el viento de la historia se lo llevará por delante».Pues sépase que, de cara al día de ayer, ha habido alguien que no ha seguido haciendo lo de siempre y, por eso, ha tenido su premio correspondiente.   


En consecuencia, el sindicalismo confederal tiene un enorme desafío pendiente: expresar su alteridad propositiva en el nuevo contexto. Ahora bien, lo que decimos es válido siempre y cuando convengamos que las cosas, tras el día de ayer, entran en otro curso. Entonces celebraremos adecuadamente el intento de la cuadratura del círculo del viejo Antifonte de Atenas. Si no es así, lo que hemos dicho no tiene sentido alguno.  

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