jueves, 24 de diciembre de 2015

De partidos políticos y coaliciones, de burocracias viejas y nuevas




En la foto, Bruno Rizzi



Esta no es una pregunta inocente: ¿dónde está el centro de la decisión en aquellas coaliciones políticas  que dan cobijo a un determinado número de partidos? ¿Está en los necesarios acuerdos por arriba –esto es, en las direcciones de los partidos que conforman dicha coalición— o en un lugar imprescindible, unitario, donde la decisión se toma autónomamente, esto es, en la asamblea? Una respuesta cauta podría ser: mientras se es coalición, no hay más remedio que tomar las decisiones (al menos, las importantes) como acuerdo de las cúpulas de sus componentes? La respuesta más audaz –no tiene que ser necesariamente  la más conveniente— sería: los acuerdos más importantes serían tomados en un consejo general o asamblea representativa de la coalición, mediante reglas escritas vinculantes.

En el primer caso, entiendo la cautela. Ahora bien, ¿durante cuánto tiempo? Porque, de no precisarlo con cierta aproximación política, la necesaria cautela se iría convirtiendo en una actividad rutinaria que se iría transformando en cabildeos y apaños cupulares sin vinculación alguna,  incluso con el activo de la militancia de cada grupo. No se trata de una abstracta tendencia a la burocratización de matriz weberiana sino el resultado de instalarse en lo acomodaticio y en la vida muelle que fatalmente se convierte en el verticalismo del líder. Dígase con claridad: también estas coaliciones tienen el riesgo a degradarse, a la burocratización. Sería una estupidez pensar que ellas están inmunizadas de ese virus. En cierto modo, Bruno Rizzi   (La burocratización del mundo, Península 1977) ya nos avisó que, en menos que canta un gallo, la burocratización se mete en el tuétano.  Por ejemplo, la propuesta de ayer mismo de Íñigo Errejón que inmediatamente ha hecho suya el mismísimo Pablo Iglesias: que una personalidad independiente forme gobierno. Es una miaja de burocratización, entendida ésta a como la concebía Rizzi.

 

Aunque esa posibilidad –la posibilidad de que una persona que no es diputado pueda ser presidente del gobierno-- está prevista en la Constitución, dicha por un alto dirigente de Podemos es un soberbio dislate. Es decir, después de toneladas de teoría sobre el empoderamiento de masas y, a pocas horas del cierre de los colegios electorales, Errejón y Pablo Iglesias ponen encima de la mesa tan extraña hortaliza. O sea, tres cuartos de lo mismo de lo que planteó Giorgio Napolitano que, finalmente, consiguió que Mario Tronti fuera investido presidente del gobierno italiano. Lo que motivó una fundada crítica de Podemos y otras fuerzas de izquierda.


La propuesta de la dirección de Podemos tiene además un cuarto de quilo de tecnocratismo, porque a las primeras de cambio, inmediatamente de un proceso de elecciones, hurta a la política de ser política y a los políticos de hacer política. Es como si los estudiantes de Matemáticas, ante la dificultad de resolver una ecuación diofántica, enviaran el problema a que lo resolviera el maestro armero.    

Postata. Estaría pensando en las Batuecas cuando puse Mario Tronti; es como me han indicado diversos amigos Mario Monti. Disculpen. 

2 comentarios:

Karl Mill dijo...

Mario Monti maestro. Mario Tronti es el verdadero fundador- más que Panzieri - del operaismo italiano...

Pepe Luis López Bulla dijo...

Cierto. En ese momento estaba yo en Babia. Muchas gracias.