jueves, 23 de julio de 2015

El inicio de una solución para Cataluña



Francisco I del Sacro Imperio Romano Germánico tuvo la infeliz ocurrencia de poner en su escudo de armas esta leyenda administrativa Fiat iustitia et pereat mundus. O sea, hágase justicia aunque el mundo se haga trizas. Algún escriba, sentado o no, debería haberle dicho que la justicia está para arreglar los problemas mundanos, no para que planeta se vaya a tomar por saco. Pues bien, esta idea es la que parece presidir el escudo de armas del bueno de Mariano Rajoy, al menos en lo atinente a Cataluña. Se aplicará la ley a rajatabla aunque se provoque el mayor seísmo en el nuevo Imperio romano germánico.

De la párvula sesera de Mariano no sale otra cosa que «se aplicará la ley».  Sus corifeos corean cacofónicamente aquello de «me gusta como bala la ovejita». O sea, más Mariano. Pero no sólo no se resuelve el problemón sino que, cada día que pasa, se encrespa más y peor. En esta ocasión, tampoco los escribas sentados de Mariano le dicen: «Oye, que un problema político de esta envergadura no tiene una solución administrativa». Al contrario, la cofradía apostólica pugna por dar respuestas cada vez más extremistas: ahora con la supresión de la autonomía catalana. No han reparado en que, con tamaño disparate, ya no habría solución posible: centenares de miles de personas se pasarían con armas y bagajes al independentismo, al grito de «hágase justicia, aunque perezca Mariano».

Parece claro que Mariano y sus hologramas no están en condiciones de iniciar la hipótesis de solucionar el problema. O no saben, porque no quieren –puede ser que no quieren porque no saben--  o temen a determinados poderes aparentemente fácticos que se encuentran en sus aledaños o en la acera de enfrente. En ambos casos se demuestra que sólo tienen en su párvula cabeza un gambullo de administrativismo, que no de política. Téngase en cuenta que Más y sus franquicias tienen detrás –sean mayoría o no, todavía no lo sabemos--  centenares de miles de activistas organizados, dispuestos a casi todo. Mariano sólo tiene detrás a centenares de miles de voces invertebradas. No hace falta decir la diferencia entre lo activamente organizado y lo invertebrado. Si no se quiere ver ello, la conclusión es tajante: la crisis de la política española y de sus políticos está en su momento más crítico. Ni siquiera han sacado lecciones del referéndum escocés y de la lidership que en ese sentido tuvo el gobierno conservador de Cameron.

Una hipótesis de solución del problema –una hipótesis no es una certeza--  es el desalojo democrático del Partido Popular en las próximas elecciones y su reducción a la mínima expresión posible. Ciertamente, no sólo por el problema que comentamos, pero sí por ello. Seguimos con la hipótesis: tras el desalojo, el nuevo Parlamento debería dirigirse al pueblo de Cataluña exponiendo que se abre la gran reforma estructural del Estado y en él tendría cabida la cuestión catalana.  

Es cierto que el gato escaldado del agua tibia huye. Pero afirmar que «esto ya no tiene vuelta atrás» es, como todos los dogmatismos, una muestra de irresponsabilidad. Más todavía, en la mente de los romanos y de los cartagineses debería importar más el futuro común (siempre imperfecto) que el pasado hecho a trompicones.

Por último, aquí estamos algunos dispuestos a hacerle un memorándum a Rajoy para concretar soluciones. Naturalmente siempre que se nos retribuya. La párvula sesera del ministro Fernández nos dirá que lo hacemos por un «interés crematístico», no por patriotismo. Pues claro, no vemos la razón de que a él se le pague por no pensar y a nosotros, que pensamos, no nos caiga una ayudica.




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