martes, 30 de julio de 2013

EL PAPA FRANCISCO DEFIENDE EXPLÍCITAMENTE LA LAICIDAD DEL ESTADO



Gabriel Jaraba*

Francisco, en las últimas jornadas de su viaje a Brasil, ha hecho una declaración que no  tiene precedentes en la historia del papado: una defensa explícita de la laicidad del estado, que reconoce a todas las religiones y no adopta ninguna posición confesional. Francisco sostiene que la convivencia entre religiones se ve beneficiada por la aconfesionalidad de las instituciones.

Francisco dijo que “la convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la laicidad del estado, que, sin asumir como propia ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia del factor religioso en la sociedad”. Con ello, el obispo de Roma y primado de la iglesia católica romana se sitúa plenamente en el campo de quienes han venido defendiendo la concepción totalmente democrática del estado y al margen de las posiciones más ultramontanas de la iglesia de Roma, sostenidas aún por algunas conferencias episcopales, entre ellas la española.

Francisco se refirió también a la necesidad de que la política y la economía sean también democráticas: “El futuro nos exige una visión humanista de la economía y una política que logre cada vez más y mejor la participación de las personas, evite el elitismo y erradique la pobreza. Que a nadie le falte lo necesario y que se asegure a todos dignidad, fraternidad y solidaridad”.

Hay que notar que las dos declaraciones, tomadas conjuntamente, remiten al lema democrático y republicano “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, ostentado como divisa por los movimientos revolucionarios ilustrados, a los que la iglesia de Roma se opuso continuadamente.

Francisco se refirió también a la tolerancia, bajo la forma del diálogo: “Diálogo, diálogo, diálogo. El único modo de que una persona, una familia o una sociedad crezca es la cultura del encuentro, una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que aportar y todos pueden recibir algo bueno a cambio. El otro siempre tiene algo que darme cuando sabemos acercarnos a él con actitud abierta y disponible, sin prejuicios. Sólo así puede prosperar un buen entendimiento entre las culturas y las religiones, la estima de unas por llas otras sin opiniones previas gratuitas. Hoy, o se apuesta por la cultura del encuentro, o todos pierden”.

Si bien desde el Concilio Vaticano II la Iglesia Católica Romana había adoptado la mayor parte de los principios que inspiran las sociedades democráticas –sin aplicarlos en su propia estructura– esta es la primera vez que un Papa declara explícitamente su adhesión a los principios de la revolución democrática.

Foto: los zapatos viejos que usa Francisco.



Conversando con Gabriel Jaraba


Querido Gabriel, estoy de acuerdo con lo que escribes sobre Francisco. Y diré algo más: creo que, desde el campo de los intelectuales de izquierda, has sido el primero en situarnos, desde los primeros andares de Bergoglio como Pontífice (el que construye puentes)  –sin papanatería alguna—  el carácter de la personalidad de este hombre. 

Francisco ha llamado a la juventud a «armar lío», y como no es un Capitán Araña predica con el ejemplo organizando una fenomenal zapatiesta. Es posible, pues, que veamos cosas interesantes.

A mi juicio, Francisco ha abierto una potente cesura con la doctrinal tradicional de la Iglesia en sus declaraciones sobre la «laicidad del Estado». (¿Te imaginas la cara que pondría Palmiro Togliatti si lo hubiera oído?) Es, por tanto, una ruptura en firme de los vestigios del constantinismo que siempre estuvo en estado de latencia. Más todavía, la relación entre laicidad del Estado y el diálogo inter religioso es además una interferencia contra el resurgir agresivo de los movimientgos fundamentalistas que campan también en el corazón de Europa.

¿Dónde quedan ahora las tesis de Ratzinger, suscritas por Rouco y sus hermanos, acerca del acomodo y supeditación de las leyes civiles a los planteamientos de la Iglesia catóica? ¿Dónde quedan ahora aquellos que voceferan para asegurar su fe?

Y, comoquiera que todavía hay mucho de qué hablar (y más que se hablará porque Francisco dará seguramente mucho más de sí), me pregunto sobre el destrozo que este hombre ha hecho a todos los que, durante siglos –católicos, luteranos, anglicanos, etcétera--  han demonizado al maestro de Sant Andrea in Percussina, Nicolás Maquiavelo.

Querido Gabriel, ¿durará mucho este «nuevo ciclo» que se abre, al menos en Roma y sus amplios alrededores? Te saluda, con repiqueteos en la espalda, JLLB


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