sábado, 26 de enero de 2013

VIOLENCIA Y NO VIOLENCIA

  


Nota editorial. Seguimos pegando la hebra Paco Rodríguez de Lecea y un servidor, ahora en torno a Hundimientos y promesas (1)




Querido Paco, debo decirte que me gustan las respuestas de Fausto Bertinotti al amigo Dario Danti. Es más, entiendo que Fausto eleva la discusión a cotas que, hasta donde yo sé, me eran desconocidas. Ya ves, en este tema de la violencia yo había estado bastante distraído desde siempre. Lo diré sin ambages, nuestro hombre atina y lo hace de una manera sobria. 
    
Lo primero: la humildad responsable de Fausto cuando reconoce que sobre determinados asuntos “no sabe”. Lo que no deja de ser una anomalía, ya que la mayoría de los dirigentes políticos parecen ser un almacén de conocimientos que van desde su oficio hasta los más aspectos más intrincados de la física cuántica pasando por la reproducción del ganado caballar en los Apalaches. En esta ocasión me refiero a al no sabe sobre determinados aspectos de la conducta humana. Por otra parte, su no saber lo relaciona con las limitaciones de la política, que no es, en su opinión, la política no es omnipotente, “no es ilimitada ni lo abarca todo; por el contrario, la alta política es la que acepta el límite para ella misma, incluso porque asume el hecho de que el hombre es un ser limitado”. Como debe ser.  Desde luego, tendremos que convenir que el nivel de lecturas de, al menos nuestra clase política doméstica, es baste precario.

Lo segundo: hay un giro conceptual y lingüístico en Bertinotti al final de este capítulo. Tras la experiencia de Génova 2001, y situándose ya en la perspectiva, ya no habla de movimiento anti globalización sino de movimiento alterglobalización. El giro no es irrelevante. De negar la globalización se pasa a construir otra globalización: otro mundo es posible.

Por último, sólo tengo un contraste con Fausto. Concretamente cuando dice que ese movimiento “es el primer movimiento posnovecentista que puede abrir una brecha tras la derrota histórica del movimiento obrero. Después de la respuesta que se dio a la Cumbre de Seattle en 1999, el movimiento y sus razones se expandieron por todo el planeta (las cursivas son mías). Me parece que la expresión –derrota histórica (sconfita storica)--  es desproporcionada. En primer lugar, por lo caballuno del término; y, en segundo lugar, porque la derrota, dicha de ese modo, da la sensación de que es definitiva.

Bueno, de todas estas cosas hablaremos el sábado largo y tendido. Mientras tanto, como decía el gran Anselmo Lorenzo, tuyo en la Idea. JL 


Habla Paco Rodríguez de Lecea

Derrotas históricas, querido José Luis, el movimiento obrero ha sufrido muchas, incluso sonadas. Yo intuyo que cuando Fausto habla de ‘la’ derrota histórica, la derrota digamos por antonomasia, se está refiriendo al derrumbe del socialismo real, a la desaparición de la URSS del mapamundi.

Y es cierto que, aunque el movimiento obrero en el mundo sigue activo y capaz por consiguiente de acumular nuevas derrotas en su currículum, aquel acontecimiento ha marcado una divisoria, un antes y un después en muchos aspectos cruciales. En las coordenadas geopolíticas, por supuesto, pero también en otras facetas más sutiles del modo de ser de las izquierdas. Uno de los valores que han emergido con fuerza es el del pacifismo. Hoy es un elemento incluido con entera naturalidad en cualquier manual de cambio social, revolucionario o no. Supongo que eso ha ocurrido a partir de que incluso los más recalcitrantes tomaron conciencia de que nunca iban a ver aparecer los tanques rusos por los pasos pirenaicos; porque no hace tanto tiempo que Gandhi, al que Fausto recuerda con respeto, nos lo vendían como un bobo iluso y desfasado.

La terrible hecatombe de las torres gemelas ha dejado al descubierto también las falacias implícitas en posturas como la de Sartre en torno al terrorismo. La violencia terrorista puede ser explicada y comprendida racionalmente, pero no justificada. Por muchas razones, pero en primerísimo lugar porque la espiral agresión - reacción tiene un efecto paralizador en la conciencia de las personas y acaba por representar un retroceso para los esfuerzos emancipadores. Fausto lo señala con razón al referirse al nivel unitario y combativo alcanzado por el movimiento alternativo a la globalización en Génova 2001, y a cómo la voladura de las torres apenas unos meses después no sólo abrasó aquellos ‘brotes verdes’ sino que dio la excusa idónea al imperialismo para llevar la guerra y la destrucción a Irak y Afganistán, con la adhesión explícita o implícita de muchas gentes de buena fe que meses antes se habrían opuesto rotundamente.

El punto más problemático del razonamiento de Fausto lo encuentro yo en la naturaleza y el posible crecimiento y desarrollo de los ‘brotes verdes’ aludidos. ¿Eran capaces de verdad aquellas plataformas, por sí solas, de abrir una brecha en el sistema global neoliberal? De paso, ¿qué hemos de entender por ‘abrir una brecha’, igual que por tantas otras metáforas que utilizamos cada día tomadas del léxico militar (tomar la ofensiva, asaltar una trinchera o las casamatas, emprender una retirada estratégica, etc.), desde el momento en que nos declaramos pacifistas y preconizamos la no violencia? Y más allá de cuestiones léxicas, si el movimiento obrero ya no es un elemento significativo en el tablero de juego, ¿cuáles son las fuerzas concretas que han de cambiar la sociedad existente, y qué política de alianzas es posible establecer entre ellas?

Pensaba en estas cosas la otra noche mientras visionaba la rueda de intervenciones que ofreció Radio Parapanda, promovida en Sevilla por el blog En campo abierto, sobre las soluciones de la izquierda a la crisis. Debo decir para empezar que me habría gustado que las tres opciones políticas participantes se hubieran puesto de acuerdo previamente entre ellas para ofrecernos un programa unitario coherente. Presentar cada cual su receta particular no es, creo yo, de recibo en esta coyuntura, y puede tener un tufillo electoralista. Después, la reivindicación enfática de la política no deja de ser un gesto vacío. Política lo es todo, el hombre es un animal político según dejó dicho Aristóteles hace ya un montón de años, y uno no puede evitar la sensación de que quienes hablan así en el vídeo lo que de verdad reivindican no es la política sino la figura del político profesional, por un lado, y la labor de los partidos políticos por otro. Ahora bien, si no abordamos la salida de la crisis desde una reconsideración a fondo de nuestro propio modo de estar en la izquierda y de los errores, deslices y desventuras que nos han llevado paso a paso a la posición nada envidiable en la que nos encontramos, las recetas para la salida de la crisis serán voces en el desierto.

Vuelvo a la cita de Foa que me pareció importante incluir en mi anterior intervención. No sólo Vico, también la experiencia nos dice que el mejor programa de salida a la crisis que podamos elaborar no se realizará nunca, o se realizará de un modo distinto y a veces contrario a como fue previsto. Pero eso es algo que debemos dejar en manos de la historia. La política es otra cosa, ya que estamos reivindicándola. Y la política nos exige hacer planes; y definir de forma concreta cada etapa del itinerario que queremos seguir, a ser posible con pelos y señales; y especificar quiénes, y de qué manera, y en base a qué alianzas, van a protagonizar cada uno de los pasos que hemos previsto. Por más que a fin de cuentas todo transcurra de otra manera.

Por lo menos esa es la Idea en la que yo, querido José Luis, comulgo contigo. Paco.



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