jueves, 3 de enero de 2013

EL MODELO EUROPEO DE EMPEORAMIENTO DEL TRABAJO


Editamos, traducido al castellano, un trabajo del compañero Matteo Rinaldini, publicado en la revista amiga http://www.sbilanciamoci.info. Aunque no compartimos algunos puntos de este ensayo lo recomendamos porque nos obliga a devanarnos la sesera. Intervendrán en este debate Isidor Boix, Miquel A. Falguera y…   


 

Un libro explica por qué empeoran las condiciones de trabajo en Europa. Es un ensayo que nos dice que los modelos organizativos, la regulación del mercado y las mediaciones institucionales han obturado los espacios para democratizar las relaciones de trabajo.  Se trata de un ensayo colectivo, Workers, Citizens, Governance. Socio-Cultural Innovation at Work, a cargo de Garibaldo, Baglioni, Casey e Telljohannn.  Este libro tiene dos objetivos explícitos: por una parte, reconstruir las características emergentes de las actuales condiciones de trabajo en Europa, la organización de la producción que se está consolidando y las instituciones europeas de regulación de los mercados y del welfare state; y, por otra parte, indicar recorridos de innovación en el ámbito organizativo, managerial e institucional capaces de invertir la dirección de los procesos socioeconómicos del pasado, todavía ampliamente dominantes. A los autores también les interesa el estado de salud actual, el terreno de acción y las perspectivas de futuro de las organizaciones de los trabajadores. Ahora bien, para comprender todo esto conviene partir de las dos tesis de fondo, que son los raíles por los que discurren las reflexiones de las doce contribuciones que conforman el libro.

La primera tesis, ya explicitada en la introducción, es la constatación fuerte que no deja “caminos de huida” para quien quiera hablar del “estado de salud del trabajo” (y de los trabajadores).  La tesis es: el modelo de desarrollo económico y social, que se ha consolidado en Europa, no es el de la democratización del mundo del trabajo y la producción. En otras palabras, los procesos sociales y culturales, hoy dominantes en el terreno organizativo y en el campo de las relaciones industriales, implican que la integración de los trabajadores (en los centros de trabajo, pero también en la sociedad en general) no puedan corresponderse con una representación y una ciudadanía democrática, sino a través de la adecuación a las reglas y vínculos que el management establece “frecuentemente” y de “un lugar a otro”.  Precisamente estos “frecuentemente” y de “un lugar a otro” deben considerarse para entender plenamente la totalidad del sistema en el que nos encontramos. De hecho, en esta tendencia general a la restricción de la dimensión de la participación democrática y de la calidad del trabajo en los centros de producción la situación aparece diferenciada en su interior.

La específica fragmentación de la estructura industrial, la particular re-articulación de la cadena del valor y la explosión de la división social del trabajo –unos procesos que tienen en común una misma lógica de concentración (de poder de decisión) sin centralización (de las estructuras productivas)--  y el carácter fuertemente competitivo de los mercados donde la apuesta de las empresas no es simplemente la adquisición de una ventaja respecto a otros competidores sino de subsistencia, han generado un escenario en el conjunto de la actividad que se desarrolla sucesivamente para permitir la transformación de materiales elementales en un producto acabado o de la misma actividad económica,  es posible encontrar condiciones de trabajo muy diversas entre ellas. Todo ello, según los autores del libro, no nos debe llevar a engaño y volver a proponer  las mismas formas de poder del pasado.  De hecho, el elemento novedoso está en que la integración “entre quien está abajo” (empresa y trabajadores) y “quien está arriba” (empresas y trabajadores) es cada vez más estrecha reforzándose de manera inédita las líneas jerárquicas.

La opción jerarquía o mercado (make or buy) donde el mainstream económico explica el funcionamiento de la empresa como institución de regulación del mercado, tal como están las cosas, debe revisarse porque la posibilidad de elección de las empresas parece que cada vez se reduce más hasta desaparecer, alejándose de la empresa líder. En otras palabras, la relación de poder aparece descompensada hacia las empresas que están en el vértice de la actividad general que son las que determinan tiempos, calidad y modalidades de producción de las empresas que dependen de ellas jerárquicamente, incluso a través de una relación de mercado. El precio a pagar por no aceptar esos vínculos por parte de las empresas que se sitúan en lo más bajo no es una simple reorganización estratégica de mercado o una reorganización organizativa sino la muerte. Y, por otra parte, las empresas líder, para conseguir la sobrecapacidad productiva global, están sometidas a una competencia internacional por la subsistencia, inspirada en el principio mors tua vita mea.  

En este sentido, es fácil comprender de qué manera tienden a distribuirse las condiciones de trabajo en el interior de la misma actividad general, en la misma red de empresas o en la misma actividad productiva, y hasta qué punto son fuertes los impulsos para fragmentarse. Más todavía: la plena realización y la penetrante extensión del modelo de desarrollo, que hemos descrito, presupone la posibilidad de tener un contexto institucional donde coexistan yacimientos de mano de obra que, aunque integrados sistemáticamente, estén regulados de manera diversa en términos de tutela y retribuciones; y, todavía más importante, que tal “diversidad integrada” de dichos yacimientos no sea negociable más que aspectos marginales.            

De hecho, las instituciones que intervienen en el mercado de trabajo y en las condiciones laborales deben ser múltiples y producir una diversidad de tutelas, derechos y niveles salariales para permitir el desarrollo de las redes de empresas a lo largo de las trayectorias que se han descrito más arriba. Y la misma lógica debe aplicarse al sistema de welfare y a los regímenes fiscales.

La exigencia de adaptación se convierte, así, en un principio-mantra para los sistemas de relaciones industriales en vez de una orientación o un verdadero imperativo.  Adaptación variable en el tiempo y en el espacio según la contingencia temporal y el contexto específico al que se refiere (que puede ser un país, pero mejor sería que fuera a nivel regional o, incluso, de empresa), pero que una vez definido no admite grandes márgenes de negociación. 

Todo ello se relaciona con la segunda tesis: la construcción  de la Unión Europea no ha representado un proceso paralelo y autónomo con relación a las dinámicas que se han descrito más arriba sino, ante todo, un decisivo apoyo institucional para que pudiesen realizarse los procesos de re-articulación del tejido económico y social de los países miembros. No se trata solamente del rechazo –descontado, por otra parte--  de la neutralidad tecnocrática de las políticas económicas y sociales de la UE; no se trata, ni siquiera simplemente, de la constatación, rechazada además, de que Europa represente hoy un escenario supranacional imprescindible para poner en marcha estrategias inter escalares de cambio económico y social.   

De hecho, hay algo más en la tesis propuesta. Los autores, aunque con diferente énfasis, sostienen que la construcción de la EU es parte constituyente de aquellos procesos específicos de reorganización institucional y de nuevas regulaciones sociales orientadas hacia un régimen de mercado.   Naturalmente, la formación de la UE no es vista como un proceso lineal. La gobernanza europea, además, implica inevitablemente una pluralidad de actores que representan intereses heterogéneos y, a veces, contrapuestos.  Las políticas y las orientaciones que se generan a nivel europeo pueden perseguir objetivos diversos y no siempre coherentes.   Sin embargo, de las páginas del libro se desprende la idea de que durante todo el proceso de construcción de la Unión Europea el equilibrio entre la “Europa social” y los procesos de desregulación del mercado, de restricción del welfare y de la mercantilización de bienes y servicios (una de las palabras clave y más recurrentes es commodification), no solamente no se ha realizado sino que ni siquiera se ha buscado verdaderamente.

Los años setenta --el periodo inicial de la difusión global de la cultura y del régimen económico neoliberal—  fueron obviamente  el momento seminal del modelo de Europa que sucesivamente se ha consolidado, y que en los últimos años ha celebrado su propio triunfo; pero lo que los autores parecen sugerir, y quizá afirman explícitamente,  es que Europa está dispuesta a acoger el neoliberalismo habiéndose dotado, desde su constitución, de una arquitectura institucional hospitalaria.

A partir de la asunción de esta “asimetría constitutiva” (entre dimensión social y dimensión de mercado) de la UE, Hyman retiene sorprendente no sólo que hoy se haya consolidado una lógica neoliberal en Europa, sino que, ante todo, dicha lógica no se hubiera afirmado antes. En otras palabras,  la construcción de Europa –tal como se ha hecho--  ha representado la creación de un contexto adecuado para que los procesos económicos y sociales descritos pudieran realizarse.

Es evidente que en un escenario, que ha concebido así el espacio para la democracia en el trabajo y en la sociedad, resulta restringido e, incluso, inexistente. Se afirma un ambiente competitivo de carácter bélico en el que los trabajadores de cada empresa o de cada red de empresas y los ciudadanos de cada territorio (no necesariamente coincidente con los límites de un Estado) son como unos soldados a los que se les envía a combatir los unos contra los otros. Naturalmente los trabajadores / ciudadanos de cada empresa o red de empresas y de cada territorio no son todos iguales. Pero, ¿qué ejército tiene entre sus propias filas una masa de soldados del mismo orden y grado? Incluso la horda, a fin de cuentas, tiene su propia organización interna con sus divisiones e integraciones.

A partir de la reconstrucción de este escenario, los autores reflexionan sobre las condiciones de trabajo en Europa y los actuales espacios de acción para un proceso de democratización del mundo del trabajo y de la sociedad. Y, sobre todo, los autores indican posibles recorridos de innovación socio-cultural capaces de representar una ruptura con la situación actual que exige, sin embargo, una ampliación del espacio de la participación democrática de los trabajadores y de los ciudadanos europeos.  

Lo cual nos lleva inevitablemente a considerar las condiciones de salud de las relaciones industriales en Europa, las posiciones que los sindicatos han asumido con respecto a la construcción institucional y económica de la EU, y las estrategias y estructuras organizativas que los sindicatos de los estados nacionales, incluso de las confederaciones sindicales supranacionales, pueden poner en marcha de ahora en adelante.    

De hecho, a pesar de que es evidente la condición crítica de los sindicatos europeos (desplazados y desorientados en el campo trasnacional en que se mueve el capital) y el riesgo de que los mismos sindicatos puedan estar tentados a perseguir estrategias de adaptación (un repliegue burocrático) y/o defensivo (el repliegue a la dimensión nacional), los sindicatos están considerados como los únicos actores que, potencialmente, pueden oponerse al estatus quo y relanzar una idea alternativa de Europa.  En este sentido, la recuperación de una acción crítica y autónoma por parte de los sindicatos europeos, la revitalización de los procesos de movilización y participación de los trabajadores, el volver a pensar las dimensiones territoriales de la acción sindical y la rearticulación de los sistemas organizativos del movimiento de los trabajadores son elementos imprescindibles para que se pueda verificar una transformación del modelo de desarrollo que ya se ha consolidado.

A la hora de reflexionar  sobre el estado actual de la democracia en Europa, sobre sus perspectivas y sobre la condición y el futuro de las organizaciones sindicales, los autores llevan al lector a razonar no en términos de coyuntura sino, ante todo, de dimensiones estructurales.  No son casuales las indicaciones de innovaciones socio-culturales que se proponen en este libro, que no son factores de corrección sino de propuesta de cambios profundos en el tejido socio-económico europeo.  La perspectiva europea, en otras palabras, no se puede abandonar. Pero su sola corrección es ilusoria o, por lo menos, insuficiente para garantizar espacios de democracia.

Europa debe ser refundada. Y sólo partiendo del mundo del trabajo será posible reconstruir un modelo que pueda conciliar desarrollo y democracia.  Así pues, las organizaciones sindicales pueden tener un papel central para “reabrir el juego” en el interior de la Unión y una nueva estructuración del escenario.  Sin embargo, del libro emergen diversas sensibilidades con relación a cómo pueda suceder todo esto. Si en algunos textos la asunción radical de un principio de democracia, en la reconstrucción de la relación de la representación entre trabajadores y organizaciones (esto es, un profundo y radical repensamiento de la relación de los sindicatos con los trabajadores) es un presupuesto imprescindible para la revitalización de la acción sindical y para la posibilidad de que pueda ser incisiva a la hora de abrir alternativas al modelo de desarrollo actual; en otras aportaciones al libro la cosa queda más desdibujada y parece ser una opción entre otras. Sobre este terreno los análisis del libro alimentan, no obstante, un material útil para la urgente reflexión que debería abrirse.    

Francesco Garibaldo, Mirella Baglioni, Catherine Casey, Volker Telljohann. Workers, Citizens, Governance. Socio-Cultural Innovation at Work. Peter Lang, Frankfurt, 2012.


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