Nancy
Pelosi, Presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, es una
mujer bravía. Joven ochentona ha sido, y continúa en ello, una persona independiente.
Genio y figura. No obstante, el problema de estas grandes personalidades es
que, cuando se equivocan, se puede armar la de dios es cristo. Pelosi no se ha
escapado de esa tendencia.
La
situación geopolítica no está para virguerías de francotiradores. La invasión
de Rusia a Ucrania no es el único conflicto del inquieto panorama global, pero
sí es el más representativo, y el que –de
momento, durante un tiempo que no sabemos
prever-- está perjudicando enormemente a
los contendientes y a la par al mundo entero. Los aliados de Ucrania son
potentes, pero no lo son menos los de Putin. Por otra parte, a medida que la
guerra continúe, es de prever que las disensiones de ciertos países –hoy todavía
sumergidas— salgan a la superficie. Más
todavía, podría darse, si el conflicto empeora, un hartazgo de solidaridad en
amplios sectores de la ciudadanía europea. «Prever es dirigir», insistía Marcelino Camacho cada dos por tres. Recuerde, pues,
señora Pelosi la enseñanza del viejo sindicalista.
Así
pues, el momento es: solidaridad con Ucrania y, simultáneamente, el trabajo de
la diplomacia. De la diplomacia, no de los francotiradores, aunque a su
intención se atribuyan las mejores intenciones.
La
brava Pelosi ha metido el remo hasta el
corvejón. O sea, que ha hecho un pan como unas hostias. La joven ochentona, con
muchos quinquenios de diputada, se ha metido en un jardín, a pesar de los
consejos y sugerencias de sus colaboradores, de sus compañeros demócratas y de
las malas caras del anciano presidente Biden.
Cosecuencias:
ha echado más gasolina al bidón global, siempre expuesto –y ahora más— a fogonazos
mil; ha agudizado gratuitamente la confrontación de los americanos y los
chinos; pérdida de simpatía de los europeos; y ha dado oxígeno al Partido Republicano
para seguir abroncando al Partido demócrata.
Ciertamente,
a los chinos le ha sentado fatal este viaje de Pelosi. No tienen razón, por
supuesto. Pelosi puede ir libremente, si le place, a Taiwán y a Santa Fe, capital de la Vega de Granada, pero si por
fas o por nefas dicha excursión puede provocar un empeoramiento de la situación
internacional, un estorbo para la diplomacia o una excusa para los hunos y los
hotros, lo mejor que puede hacer doña Nancy es quedarse en casita. Como en casa
no se está en ningún lugar.
Señora
Presidenta: recuerde el apotegma del padre de don Pepe Sacristán: «Lo primero
es antes».
No hay comentarios:
Publicar un comentario