Según
parece Feijóo no es
capaz de romper el cordón umbilical de aquel Casado que saltó por los aires hace
pocas semanas. Todo indica que es realmente difícil saltar del trampolín, desde
el terraplanismo hacia esa piscina de la moderación centrista. O tal vez la
explicación puede ser otra: Feijóo no sabe, no puede o no quiere decidir centristamente. La larga mirada de la Ayuso es inquietante.
La
cosa viene a cuento por una información que da hoy El País. El diputado Jaime de Olano defendió,
ayer, la postura del grupo parlamentario popular «de rechazo a las medidas del
gobierno contra la crisis sin saber cuál sería el voto final». Nadie le dijo al
logógrafo de Olano si la cosa iba de abstención de votar en contra. De Rajoy a
Feijóo y de éste al otro: del caño al coro y del coro al caño.
Por
su parte, ERC no
quiere perder la ocasión de ser el partido más confuso de Occidente. No es la
primera vez que coincide voluntariosamente con las derechas de la taberna y la
caverna. A lo largo de su biografía política, fuesen cuales fueren sus
portavoces, han usado la coincidencia con las derechas bien como motivo de
chantaje al gobierno de turno (incluidos, por tanto, los progresistas) o bien
por pura coincidencia con dichas derechas. El pintoresco Rufián ha heredado esos códigos
y lo hace con mucho gusto. Más todavía, PP, Vox y ERC no sólo coinciden en el
voto, sino que lo hacen bajo la justificación de un problema que nada tiene que ver con lo que se dilucida.
Ciertamente,
el caso Pegasus es, si
se confirman lo que hasta ahora sólo son rumores, algo de extrema gravedad. Si se
confirman, digo. Pero, con ser grave, si se confirma, el voto contrario al
menos de ERC, a quien penaliza fundamentalmente es a los destinatarios de las
medidas del Real decreto ley. Con lo que Rufián y sus socaliñeros no han
entendido a Platón que afirmaba que el objeto de
la medicina no son los médicos sino la salud pública de la ciudadanía.
Jacques Attali habló en su día de las llamadas
«zonas grises» de la democracia. Los servicios de inteligencia podrían estar en
esas zonas. Cuando los controles enflaquecen y los códigos de los controlados
se desgastan aparecen sin duda, al margen o bordeando extremadamente la ley,
esos comportamientos ademocráticos y antidemocráticos. ¿Estamos ahora en esa situación?
Yolanda Díaz ha dado en el clavo: lo primero es
la investigación, ver sus conclusiones y, si corresponde, que el peso de la ley
caiga inmisericorde contra los responsables.
Escena final: el PP no se abstuvo, votó in extremis en contra. Si hubiera mantenido la abstención la absurda negociación de ampliar los miembros de la Comisión de secretos oficiales no se habría producido. Consecuencias: la CUP tiene ahora su plaza en dicho organismo. ¿Quién en las cancillerías de los países más significativos nos va a tener en cuenta a la hora de pasar confidencias de Estado? Lo pagaremos caro.
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