Unos
dicen que Pablo Casado no
está en sus cabales; otros –como un servidor--
totalmente lerdos en psiquiatría somos del parecer que, no descartando
nada, el caballero en ciertas ocasiones, aconsejado o no, no hace las cosas a tontas
y a locas. Por eso hay que darle a la
mollera para aproximarnos a entender por qué ha propuesto que se aplique un 155
a la cuestión de la lengua en Cataluña. ¿Fivolidad, incompetencia o un
machiembrado de las dos? No lo descarto, pero en el caso de que haya sido
aconsejado tengo para mí la siguiente hipótesis. Hela aquí.
Ese
155 propuesto no lo dirige Casado en defensa de la lengua castellana en
Cataluña y, si mucho me apuran, tampoco contra el catalán. Entiendo que Casado
se orienta a encabritar más la situación catalana precisamente cuando el suflé no es lo que era. Al Partido
Popular le interesa la bronca en Cataluña y provoca para que vuelvan al redil
de la unidad entre la ascendente ERC y los retales del hombre de Waterloo. Y, de esa manera el objetivo
principal: romper el espinazo a la política de intereses, ahora confluyentes,
entre los moderados de ERC y los fraticelli
de Puigdemont.
Porque el adversario principal de la derecha extrema y la extrema derecha no es el independentismo sino Pedro Sánchez y
el gobierno progresista de coalición. En resumidas cuentas: la propuesta del
licenciado Casado de aplicar el 155 se orienta a encabritar el independentismo,
buscando que aparquen diferencias y crear complicaciones entre los socialistas
y sus socios coyunturales, amén de embrollar la relación de Pedro Sánchez y Unidas
Podemos.
Repito:
es solo una hipótesis. No la echen en saco roto.
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