lunes, 18 de octubre de 2021

Objetivo: derribar al Papa Francisco


 

 

Las derechas ultras domésticas han elevado el tiro y, tal vez de manera coordinada, apuntan contra el Papa Francisco. Es una novedad no irrelevante en el panorama español. Es como si esos grupos se hubieran propuesto dar vida al extinto Palmar de Troya. Se trata de un amasijo de ultraderechistas y antivacunas, de terraplanistas y enemigos del teorema de Pitágoras. O sea, un descomunal comistrajo, cuyos emblemas recientes han sido destacados personajes de la vida política española. Es el triángulo escaleno de Isabel Díaz Ayuso, Santiago Abascal y Paco Marhuenda; los dos primeros destacados miembros del palo del gallinero de los ultras, el siguiente es un notorio y conocido escriba sentado de los poderes fácticos, nuevos y viejos.

El problema ya no es que Francisco deje de ser un referente sino que se ha convertido en una interferencia con su potente auctoritas. De ahí el explicitado rechazo de sectores religiosos de alto coturno y lustrosa sotana, políticos con mando en plaza y gacetilleros que ya comen caliente.

La primera fase de todos ellos es la deslegitimación: «el ciudadano Bergoglio», dice Abascal; «Francisco es un peronista», remacha Marhuenda y Ayuso se despachó a gusto hace días. La Conferencia Episcopal Española guardia un silencio clamoroso, mientras dice llamarse Andana sobre el mandato papal de investigar los casos de pederastia de obispos, arcedianos, arciprestes, monjes y curas de olla.

Mientras tanto, las asociaciones de cristianos de base cantan alrededor del fuego campamental aquello de «Kumbayá, Deu meu».   Educadamente  les digo: «Decid algo, almas de cántaro».

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