sábado, 18 de abril de 2020

«Respeten la intimidad de Rajoy»




La ciudadanía se está portando con disciplina en todo este periodo de confinamiento. Con responsabilidad y solidaridad. La más visible es la ovación colectiva que, a las ocho en punto de la tarde, sale de los balcones y ventanas. No es un acto folclórico, es el sentimiento de agradecimiento y apoyo a los profesionales de la sanidad y a todos aquellos que directamente se están enfrentando a la epidemia. Es --¿quién sabe?--  una necesidad de sentirse vivo ´todavía´. Es la responsabilidad y disciplina de millones de personas confinadas en sus casas y pisos. Las excepciones confirman, también en este caso, la regla. No importa que unos miles de echaos p´ alante hayan roto adrede la norma. Unos lo han hecho para joder la marrana, otros por figurar y los ha habido por inconsciencia. Unos pocos miles solamente. Y no le demos más vueltas a ello.

Entre estos echaos p´ alante están dos figurones de alto copete: el hombre de Marbella y el hombre de Pontevedra. El primero huyó despavorido de Madrid, junto a su esposa, con destino a las playas mediterráneas. Echaba de menos, a buen seguro, la mar salada  que tanto le cautivó en las Azores. Nadie, dentro de la prensa de casino, le ha afeado el gesto de la peregrinación a Marbella. Ese tipo de prensa está para los grandes movimientos y no para en tales minucias. El segundo ha sido pillado in fraganti repetidas veces –chándal de mercadillo, zapatillas color azul gaviota pepera— saltándose el confinamiento sin que, en los alrededores de su casa, haya kiosko, estanco, pizzería o taberna. Se salta el confinamiento porque le sale de los güitos.  Tampoco en este caso la prensa de casino ha informado de ese particular. Son fruslerías que solo interesan a los chafarderos. No obstante, hay periodistas campeadores que, cuando preguntan a la Diosa del Partido Popular ´lo´ de ese auto-des confinamiento del hombre de Pontevedra, Ella responde: «Respeten la intimidad de Rajoy». Habría dicho lo mismo si alguien le hubiera requerido por la trama Gurtel: «Respeten la destreza de manos que tiene el Partido Popular».

Vale la pena decir que el hombre de Marbella es reincidente en su quebrantamiento de las normas, de lo que se vanaglorió en su día: «¿Quién me va a decir a mí a qué velocidad debo conducir y cuántos vasos de vino debo meterme en el cuerpo, conduciendo o no?».  Todo un mesetario disfrazado de libertariano yanqui. El hombre de Pontevedra es la primera vez que se pone la ropa de insumiso. Porque lo suyo siempre ha sido una obediencia de Boletín Oficial del Estado.

Debe haber una explicación que nos acerque a entender la insolencia de estos dos hidalgos: el primero de bragueta, el segundo de gotera. Tal vez un contagio ´monarquizante´ de sentirse o creerse inmunes si no respetan la ley. O quizá algo menos sofisticado: ser unos echaos p´alante. En cualquier caso el llamado principio de parsimonia o, de manera más vulgar, la navaja de Occam, nos diría que siempre es preferible la hipótesis más simple. A saber, solo respetan las normas que ellos dictan, aunque ese respeto es en apariencia; las reglas que marcan otros se las pasan por la cruz de los pantalones. Esto es una democracia, pero yo la respeto conforme a mis intereses. 

Pregunto: ¿se sabe si al hombre de Pontevedra le ha caído alguna multa?

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