Inauguración
de la avenida Marcelino Camacho en Écija.
Debe ser por la edad, pero lo
cierto es que no entiendo el soterrado conflicto que, desde hace tiempo,
atraviesa por los cuatro costados a los socialistas españoles. Me refiero al litigio de Pedro Sánchez y sus
senescales con Susana Díaz y
sus nunciaturas. Mucho me temo que sucede tres cuartos de lo mismo a la mayoría
de los militantes de dicho partido. Así pues, ¿cuál es su «carácter orgánico»?
¿Se trata de una cuestión
ideológica? ¿Es un problema político? En uno u otro caso ¿cuáles son las
diferencias? ¿Son superables o irreconciliables? Si son superables, ¿por qué no
se plantea un apaño de largo recorrido? ¿si no lo son, cómo se despejan tamañas
dificultades en el caso de que quieran ser superadas?
Que este berenjenal es anterior
a las diferencias tácticas para conformar mayoría de investidura de Pedro
Sánchez lo saben hasta los nativos de las lejanas islas Aleutianas. El follín
viene de atrás, afirman los devotos de Pedro y Susana, celosos ellos de ocultar
los motivos de la desavenencia, con el mismo ardor con el que se guardaban los
del Politburó. Aunque la política de
alianzas de uno y otra ha agudizado las tensiones, el conflicto empieza a
ser añejo, estando sustentado por adhesiones inquebrantables: cuius Regio eius Religio, es decir, lo
que piensa, dice y hace el Príncipe lo siguen a pies juntillas sus súbditos.
No parece que Pedro y Susana
tengan información suficiente de hasta qué punto situaciones similares han
llevado a ciertas organizaciones a morir, abrupta o lánguidamente, en olor de
inutilidad. Eso sí, atribuyendo cada bandería a la otra la responsabilidad de
la defunción. Sostengo, como Pereira, que el
problema de fondo no está en la ausencia de respuestas de Pedro y Susana.
Radica en que ninguno de los dos se hace ningún tipo de preguntas. Solo se
preocupan de apretarse mutuamente las empulgueras de manera inmisericorde.
Por cierto, leyendo la
monumental Historia de Roma, de Theodor Mommsem pude constatar que la Roma republicana
se expandía cada vez más a pesar de sus continuas guerras civiles y refriegas
internas. Tal vez las diversas banderías del PSOE partan de ese hecho
histórico. Pero lo que estamos viendo en el caso que nos ocupa ocurre
justamente lo contrario: cada revuelta socialista se salda provisionalmente con
la pérdida de plumajes. De manera que, con el mismo modelo, de los viejos
romanos de antaño, hogaño los socialistas cosechan resultados contrarios. Y
Pedro Sánchez resistiendo, mientras Susana intenta ganar tiempo, ambos en una
confusión relación espacio-tiempo. Por lo que me digo en un arranque de
sobrevenida senectud: ¿no sería mejor que antes de irse a pique su partido, se
fueran el uno y la otra a disfrutar de una vida regalada uno en el Jarama, la
otra en Grazalema?
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