lunes, 13 de julio de 2015

¿Hacer política no es gestionar deseos? Una pregunta a Podemos




Como es natural los políticos se pasan el día hablando. Nada que objetar al respecto. Que en no pocas ocasiones recurran al contorsionismo lingüístico es harina de otro costal. Que esa facundia sea inteligible o no es cosa que no trataremos en  este ejercicio de redacción. El asunto de hoy va de lo que se verá a continuación.

A raíz de las negociaciones que se están dando en Cataluña entre diversas fuerzas políticas (ICV, Podemos y Procés Constituent) para conformar una candidatura unitaria para las próximas elecciones autonómicas –posiblemente el 27 de setiembre--  la responsable de Podemos ha declarado: «En esta cuestión, como en todas, nosotros ponemos el acento en hacer política, no en gestionar deseos» (1). No hace falta decir que se trata de una frase rotunda al estilo del viejo apotegma “Roma locuta causa finita”, cuya traducción más vulgar sería “Habló Blas, punto redondo”. O “y no se hable más”.

La frase parece tener ciertas resonancias togliattianas. A saber, la tozudez del viejo y admirado dirigente comunista, Palmiro Togliatti, sobre la necesidad de confrontar «la política» con la «propaganda».  Pero son resonancias engañosas. Tan engañosas como aquel eslogan electoral de cierto partido catalán: Fets i no paraules (hechos y no palabras), que entroncaba el populismo de barra de taberna con lo más vejancón de la política al tiempo que niega la técnica de «la palabra» como instrumento de la deliberación.

A veces el recurso fácil de sobar los conceptos de lo nuevo frente a lo viejo conduce a malas pasadas. De manera que no parece difícil argumentar lo infeliz de la expresión de la primera dirigente catalana de Podemos. ¿Por qué hacer política va en dirección opuesta a gestionar deseos? Precisamente la política es eso: gestionar deseos o, si se prefiere el lenguaje antiguo, reivindicaciones. Gestionar los deseos de los más frente (y contra) las resistencias de quienes se oponen a ello. Gestionar las reivindicaciones y, compatibilizándolas entre sí, estructurar un proyecto con su correspondiente trayecto. Naturalmente, hablamos de un proyecto, que no es lo mismo que un zurcido de retales inconexos e incompatibles entre sí. En caso contrario, la política –justamente la que se quiere renovar--  acaba contagiándose de la misma herrumbre de lo que se critica por viejuna.  Es decir, se va convirtiendo en un vodevil situado en la Torre del Homenaje, alejado de lo que enseñó Teresa de Ávila: «también en los pucheros está el Señor».  

Convengamos, pues, que la primera dirigente de Podemos en Cataluña ha metido el remo en el corvejón. Separar los deseos-reivindicaciones de la política es ignorar –seguramente no a cosica hecha—que el objetivo de la política no son los políticos sino las personas de carne y hueso, aunque tengan la extraña costumbre de tener deseos y reivindicaciones. Sugiero, por lo tanto, una pequeña enmienda: substituir deseos por vanas ilusiones.  



1 comentario:

D.F. dijo...

Este referendum me recuerda a uno habido en cierto pais europeo, donde se voto cosas sin conocimiento y sin explicacion alguna. Tan solo el titular barato y la demagogia. Un saludo.