El
Parlament de Catalunya ha reprobado al que, durante dos décadas, fuera el presidente
de la Generalitat ,
Jordi Pujol. Tan sólo su partido, Convergencia y su ex socio, Unió democrática, se opusieron a ello. Primera
consideración meditada: tras esta «verdad parlamentaria», la reprobación
representa que los años de gobierno del viejo patriarca están contaminados y
también la biografía de CiU.
Ahora bien,
comoquiera que el pujolismo ha tenido una influencia superlativa en las cosas
del Estado español con sus relaciones con gobiernos de uno u otro signo, hemos
de convenir que una buena parte de la política española ha quedado, igualmente,
contaminada. Es decir, ha olido «y no a ámbar», precisamente como para otra
ocasión señaló el caballero de la Triste
Figura.
Artur Mas y
los suyos se han abstenido en esa votación. La razón, a mi juicio, es ésta: votar
de manera favorable hubiera sido auto afearse su propio pasado, que es muy
reciente. Hubiera sido aceptar la contaminación del pujolismo. Votar en contra
hubiera significado el reconocimiento de su propia responsabilidad. La salida
era, pues, una pánfila abstención con la idea de disfrazar su cinismo para
infundir las menos sospechas posibles. O, si se prefiere, colocados en esa
tesitura «de lo malo lo menos peor».
Segunda
consideración meditada: el independentismo catalán puede tener la altura de
miras –incluso, su recto parecer-- en no
pocos sectores de la ciudadanía. Pero una cosa parece claramente contundente:
¿qué relación hay entre medios y fines para la independencia? Digamos que Mas
también está contaminado por la historia que protagonizó el viejo patriarca y,
ahora más tras la abstención, más todavía.
Así pues, «la
lista de Mas» --que puede tener diversas variables de preposición: para, con, desde, por, cabe,
tras…-- queda
contaminada al margen de los planteamientos que haga cada alistado en
particular. De manera que el medio –la lista— se da de bruces con el objetivo –noble, según no pocos de
ellos-- de la independencia.
Mientras
tanto, el tétrico del ministro Fernández
escupe insultos y anacolutos a diestro y siniestro. Es una potente factoría de
crear y ampliar el independentismo. Convengamos, por tanto, en que ni lo sabe
ni sabe por qué.
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