miércoles, 22 de julio de 2015

El Parlament reprueba a Jordi Pujol; independencia de Catalunya: medios y fines



El Parlament de Catalunya ha reprobado al que, durante dos décadas, fuera el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol. Tan sólo su partido, Convergencia y su ex socio, Unió democrática, se opusieron a ello. Primera consideración meditada: tras esta «verdad parlamentaria», la reprobación representa que los años de gobierno del viejo patriarca están contaminados y también la biografía de CiU.

Ahora bien, comoquiera que el pujolismo ha tenido una influencia superlativa en las cosas del Estado español con sus relaciones con gobiernos de uno u otro signo, hemos de convenir que una buena parte de la política española ha quedado, igualmente, contaminada. Es decir, ha olido «y no a ámbar», precisamente como para otra ocasión señaló el caballero de la Triste Figura.

Artur Mas y los suyos se han abstenido en esa votación. La razón, a mi juicio, es ésta: votar de manera favorable hubiera sido auto afearse su propio pasado, que es muy reciente. Hubiera sido aceptar la contaminación del pujolismo. Votar en contra hubiera significado el reconocimiento de su propia responsabilidad. La salida era, pues, una pánfila abstención con la idea de disfrazar su cinismo para infundir las menos sospechas posibles. O, si se prefiere, colocados en esa tesitura «de lo malo lo menos peor».

Segunda consideración meditada: el independentismo catalán puede tener la altura de miras –incluso, su recto parecer--  en no pocos sectores de la ciudadanía. Pero una cosa parece claramente contundente: ¿qué relación hay entre medios y fines para la independencia? Digamos que Mas también está contaminado por la historia que protagonizó el viejo patriarca y, ahora más tras la abstención, más todavía.
Así pues, «la lista de Mas» --que puede tener diversas variables de preposición: para, con, desde, por, cabe, tras…--   queda contaminada al margen de los planteamientos que haga cada alistado en particular. De manera que el medio –la lista— se da de bruces  con el objetivo –noble, según no pocos de ellos--  de la independencia.


Mientras tanto, el tétrico del ministro Fernández escupe insultos y anacolutos a diestro y siniestro. Es una potente factoría de crear y ampliar el independentismo. Convengamos, por tanto, en que ni lo sabe ni sabe por qué. 

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