La ya
abundosa retórica de la «regeneración democrática» de la política en general o
de tal o cual sujeto político o social es pura filfa si no va acompañada hechos,
por prácticas regeneradoras. Instalarse en la frase o en otras parecidas --«otra
forma de hacer política», por ejemplo— corren el peligro de devaluarse. Es
decir, de convertirse en un latiguillo o muleta que amenaza con formar parte de
un almacén de tópicos. Así pues, parece conveniente que recurramos al mensaje
de los antiguos romanos: facta non verba, esto es, hechos y no
palabras.
Me imagino
el estupor que en los estados mayores de la diversa zoología hispana ha causado
la noticia extremeña: la ronda de negociaciones –o como quieran llamarlo sus
protagonistas-- para formar gobierno autonómico, el socialista Fernández Vera y los representantes regionales de Podemos fue grabada en video y dada a conocer una vez
finalizado el encuentro.
Unas
primeras reflexiones de urgencia me llevan a plantear lo siguiente: a) se ha
abierto un precedente de gran envergadura; b) una propuesta incómoda para la
política al uso se ha hecho realidad; c) un partido tradicional, el PSOE
extremeño, no tiene empacho en admitir que un planteamiento de Podemos no sólo
es hipotéticamente factible sino que adquiere fisicidad concreta. O lo que es
lo mismo: la retórica ha dejado de ser, en ese ámbito concreto, el extremeño,
palabrería para convertirse en práctica. En concreto, es la aplicación del
añojo dicho del movimiento se demuestra andando.
Posiblemente
habrá voces que, puestas en entredicho, afirmarán que se trata de un toreo de
salón por parte de Fernández Vara, que tiene «hambre de gobernar». Pero esto no
es más que una excusa de quien recibe un cogotazo sonoro en su palabreo puesto
al desnudo. El candidato socialista a la presidencia de la Junta extremeña, curándose
en salud, ha remachado el clavo: «Tiempo nuevo donde el diálogo se hará en la
plaza pública».
Por otra
parte, estamos ante una práctica que interfiere el oficio de la política como
un armario de secretos. Por cierto, caigan en la cuenta de que en todas las
organizaciones políticas, viejas y nuevas, el primer dirigente es el «secretario»,
el secretario general concretamente. Secretario como responsable de los
secretos que se almacenan en dicho armario. El término se deriva de la palabra latina secernere, "para distinguir" o "poner aparte",
el significado participio pasivo "de haber sido puesto aparte", con
la posible connotación de algo privado o confidencial.
La reunión
extremeña no es algo irrelevante. Cabe, pues, la hipótesis de que esta novedad
acabe, más tarde o más temprano, extendiéndose. Entonces aparecerá como chistosamente arcaico
la respuesta del dirigente socialista andaluz, Juan
Cornejo, que,
invitado a hacer lo mismo, replicó: «Yo ya estoy muy mayor para hacer esto». Tal
vez este caballero ignore que un Euler octogenario
todavía seguía construyendo teoremas a todo meter. Posiblemente porque el gran
matemático intuía que el ataque de próstata se podía combatir con la renovación.
Con la renovación hecha práctica. Y no hablemos de Giuseppe
Verdi que, cerca de los noventa años, nos dejó una ópera tan monumental
como el Falstaff y con más años que Cornejo compuso Aída y Otello. No consta tampoco que el Cisne de Busseto
tuviera próstata.
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