DEBATE SINDICAL*
Un grupo de
profesores de la Universidad Autónoma
de Madrid ha elaborado un importante documento, Sindicatos: De
la concertación (social) al desconcierto (general), que está
teniendo una amplia repercusión en las redes sociales. Debo añadir, por mi
parte, que es una valiosa aportación al sindicalismo español. Lo es por su
contenido que llama la atención, en la mayoría de los casos, de algunos de los
problemas todavía no resueltos –y tal vez sin voluntad de resolución— que
siguen coleando. Esta contribución de académicos iuslaboralistas, merecería que
alguien con mando en plaza dialogara con ellos a tumba abierta y, sobre todo,
presencialmente.
En lo que a mi respecta, hay ciertas consideraciones que yo veo de otra
manera. No importa, para eso está el debate. Un debate sin tabús, ni
apriorismos. Es lo que hacen, afortunadamente, estas amistades universitarias.
Por ejemplo, cuando dicen que:
«En España, la
apuesta por el convenio colectivo de eficacia general (convenio-tipo para el
establecimiento de condiciones de trabajo uniformes para todos los
trabajadores) y la fijación de distintos niveles de representatividad sindical
(atribuyendo al sindicato más representativo el ejercicio de importantes
funciones en el conjunto del sistema de relaciones laborales) contribuyen a
retraer la afiliación sindical y a la burocratización sindical, repercutiendo
sobre sus mecanismos directos de financiación (las cuotas) y generando un
progresivo distanciamiento de las bases sindicales.» Digamos, pues, que no
tienen pelos en la lengua. Como he dicho más arriba, yo veo las cosas de otra
manera.
Yo no comparto la idea de que el convenio de eficacia erga omnes contribuya al retraimiento de
la afiliación sindical. Siempre he
defendido testarudamente que el mecanismo de freno está en la existencia del
sujeto que representa a los asalariados en el centro de trabajo, esto es, el
comité de empresa. En definitiva, en el carácter de la representación en ese
ámbito. El lugar común, repetido hasta el agotamiento por los potenciales
afiliados, es: «¿Qué gano afiliándome al sindicato si el comité me lo resuelve
todo?». Esta pregunta nunca ha sido
contestada eficazmente por el sindicato. En todo caso, la respuesta a un
problema de «utilidad» ha sido de carácter ideológico, de manera que el
problema sigue estando en un callejón sin salida.
Nuestros amigos universitarios, además, plantean una
cuestión no menor: «… atribuyendo al
sindicato más representativo el
ejercicio de importantes funciones en el conjunto del sistema de relaciones
laborales contribuyen a retraer la afiliación sindical y a la burocratización
sindical, repercutiendo sobre sus mecanismos directos de financiación (las
cuotas) y generando un progresivo distanciamiento de las bases sindicales.» Entiendo que en este planteamiento falta un
detalle de gran envergadura, a saber, la atribución de tales prerrogativas
–entre ellas, y especialmente, la condición de convenio o concertación erga omnes-- es un artificio jurídico que va ligado al
reconocimiento del «sindicalismo mayoritario» como sujeto que monopoliza las relaciones laborales en general y el
convenio colectivo en general. Lo que podría, ciertamente, ser un elemento que explicaría,
también, el retraimiento a la hora de afiliarse al sindicato. Pero, en este
aspecto, no veo la suficiente relación entre convenio de eficacia general y «distancia
de las bases sindicales».
Es un dato cierto que los resultados de las elecciones
sindicales dan una mayoría muy holgada al sindicalismo confederal con unos
niveles de participación, todavía elevados, en los centros de trabajo. Esta es
una cuestión que, me atrevo a decir, no está siendo interpretada
convenientemente por nadie fuera del sindicalismo. De lo que no tenemos datos
–ni siquiera los grupos dirigentes del sindicalismo-- es sobre el nivel de satisfacción de las bases sindicales con la utilidad de la acción
colectiva de ellas mismas y de su relación orgánica
con los grupos dirigentes. Esta ausencia
de datos nos puede llevar a interpretaciones interesadas y no convincentes en
uno u otro sentido.
Por último, me gustaría saber si lo que nuestras amistades
universitarias están proponiendo elípticamente es la renuncia del sindicalismo
confederal al ejercicio del monopolio de su representación lo que equivaldría
la desaparición de la condición de sindicato más representativo. Si no fuera
eso, me ahorro disquisiciones sobre el particular. Pero si la cosa fuera por
ahí, cosa que a un servidor no le repugna, estaríamos en puertas de un debate
de nueva planta de enormes proporciones. En todo caso, entiendo que, tal como
es ahora, el sindicalismo español no está preparado para ello. Pero lo cierto
es que estamos todos auto convocados
para hablar sobre el sindicato que debe
ser. Por ello, entiendo que la cosa no puede ir venir a golpe de «reservas jurídicas».
Post scriptum. Pregunto: ¿algún alma caritativa puede hacerle llegar este
ejercicio de redacción a alguno de los firmantes? Le invitaría, a cambio, a un
cafelito en la ciudad de Parapanda.
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