lunes, 19 de enero de 2015

El sindicato y el nuevo proyecto social


Nota editorial.--  ¿Cuándo piensa pedir la palabra Javier Nuín?

Javier Aristu

* Debate sindical

Asumo la invitación del querido López Bulla a participar en este debate sobre el futuro sindical como una orden a la que no se puede desobedecer.  Pero al mismo tiempo digo que no soy lo que se puede considerar un experto sindical ni hombre versado en este tipo de discusiones aunque es verdad que de un tiempo a esta parte me vienen interesando más. Puede que sea el ya hartazgo de debates políticos que me inundan de la mañana a la noche, donde el exceso de teoricismo verborreico y repetitivo, al que nos tiene muy acostumbrados parte de la izquierda española, desborda cualquier capacidad humana de comprender lo que está pasando; puede que sea también la rotundidad y salvajismo con que se está imponiendo el cambio de época en nuestra sociedad, donde el mundo del trabajo es el que está recibiendo —no podía ser de otra manera en este universo mercantilizado— los mayores palos y las más fuertes sacudidas. Lo cierto es que, repito, cada vez más me vienen interesando y atrayendo  las cuestiones relacionadas con el trabajo y, obviamente, con el futuro del representante de ese mundo, el sindicato.

Tenía dudas de si participar en este debate promovido por el blog Metiendo bulla pero ha sido al leer este domingo el artículo semanal de Soledad Gallego-Díaz en El País cuando me decido a entrar y expresar algunas pocas ideas sobre este asunto.

Destaca la notable periodista “la práctica desaparición de los sindicatos como uno de los protagonistas e interlocutores sociales. No hay sindicalistas en ningún plató de televisión, en casi ninguna tertulia radiofónica, no aparecen en las entrevistas ni en las secciones de opinión de los diarios, digitales o tradicionales. No se les oye, no se les ve.”. Es importante lo que dice porque es cierto. Cáritas, organización social caritativa cristiana, sale más en los medios que todos los sindicatos juntos. Sin embargo, la invisibilidad del sindicalista es notable… en los medios de comunicación pero, paradoja de la vida,  no ha dejado de estar presente en el mundo del trabajo y sigue siendo protagonista indiscutible en el mundo social. Esta sería una de las primeras reflexiones que tendríamos que hacernos: ¿expresan  los medios de comunicación la realidad social? Es evidente que no, pero a la vez tenemos que decir que si no apareces en los medios difícilmente puedes ser institución influyente en el conjunto de la sociedad. Los dos sindicatos mayoritarios, UGT y CCOO, suman más afiliados que todos los partidos políticos españoles juntos. Es cierto que la crisis económica (y consecutivamente de empleo) ha hecho descender la tasa de afiliación pero en 2010 ésta era del 18,9, lo que suponía aproximadamente 3 millones de trabajadores inscritos en algún sindicato sobre una masa de población asalariada de 15.346.800 (los datos los tomo del artículo de Pere J. Beneyto, “Desmontando el discurso antisindical”, en Anuario 2012 de la Fundación 1º de Mayo). Habría que preguntarse por tanto cuál es la razón que está tras este oscurecimiento en los medios de comunicación del mundo del trabajo que, me da el pálpito, no es error casual sino síntoma de una forma de comprender la vida de nuestras sociedades donde algunos pretenden que el conflicto entre capital y trabajo  deje de ser significativo. 

El ocultamiento del trabajo ha sido una constante a lo largo de la historia, y especialmente desde que dicha actividad social se organiza y articula en formaciones sindicales y partidos a finales del siglo XIX viene siendo asunto invisible para los medios de comunicación y para el mundo de la cultura, antes los de papel hoy los visuales y digitales. Y cuando ha podido aparecer en sus páginas ha sido muchas veces a través de la caricatura, del chiste. En un libro extraordinario y cuya lectura recomiendo vivamente (Owen Jones, Chavs. La demonización de la clase obrera), el autor hace una disección de la sociedad británica, a través del estudio de su clase trabajadora. Muchos de los fenómenos británicos que despieza y valora Jones (desindustrialización masiva, marginación social y territorial, destrucción de las instituciones y la cultura obreras, crecimiento de la desigualdad, etc.) son perfectamente localizables en España. Uno de ellos es la invisibilidad del trabajador como tal y de su representante, el sindicato. Jones cita a George Orwell: “…la gente que hace que todo siga girando, ha sido ignorado por los novelistas. Cuando al fin logran colarse en las páginas de un libro, casi siempre es para dar lástima o un toque humorístico…”. Solo cuando esa clase subordinada construye sus propias organizaciones y, no lo olvidemos, su propia cultura y medios, es capaz de visualizarse ante los demás y, más importante aún, convertirse en protagonista y antagonista temible. Pero esta es una historia del siglo XX  ya pasado.

Otro ejemplo: en un libro publicado el año pasado en Italia, Forza lavoro, escrito por el secretario de la Fiom Maurizio Landini (y cuya traducción confiamos que la edite pronto la 1º de Mayo), arranca precisamente con este problema de la invisibilidad del mundo del trabajo. Solo aparece cuando hay una tragedia, un muerto, una carga de la policía o un escándalo. A la vez, ese mundo complejo, dinámico, real como la vida misma es reducido a un esquema, a “un formato” específico según los protocolos que los medios de comunicación han inventado. Igual que el programa de tele realidad Sálvame dicho formato tipo se aplica al debate social y política un viernes o sábado por la noche. Como dice Landini:  “Este modo de contar la realidad la trastoca, crea otra paralela, autorreferencial, en la que el mundo oficial construye una dimensión autónoma frente al drama de las crisis sociales y humanas. Tanto en los programas televisivos de debate como en los seminarios de estudio se habla de todo esto siguiendo un guion ya previsto, en el que cada cual defiende su propia posición más por espíritu partidista que por diferencias de contenido. Mucho menos se preocupan de profundizar en las cuestiones. Por no hablar de resolverlas. Es un mundo de sueños, y aunque habla de pesadillas son las pesadillas de los demás. Sueños de los que se corre el riesgo de despertar bruscamente”.
Decía al principio que no he sido sindicalista ni experto en el mundo del trabajo.

Poco puedo añadir a las buenas y sensatas reflexiones que vienen apareciendo en este blog de Metiendo bulla. Comparto muchas de las apreciaciones y sugerencias que se han venido exponiendo. Como escribe Ramón Alós en su reciente entrada el debate acerca de la modernización o adaptación del sindicato a los actuales tiempos es un debate no solo español sino internacional y, además, viene siendo ya asunto de discusión desde hace bastantes años. Ocurre que la irrupción salvaje de los más recientes procesos en el mundo de la economía y del trabajo —especialmente la revolución tecnológica digital con sus paralelas financiarización, desindustrialización y desempleo masivo— ha encendido las luces de alarma del sindicalismo y este o acomete con urgencia, serenidad y también audacia procesos de adaptación y renovación cultural (y en cultura incluyo aspectos organizativos y estratégicos) o se verá obligado a seguir el tran-tran rutinario de la defensa sin alternativas.

Una de las cuestiones que creo que el sindicato debería tener en cuenta es su relación con el mundo de las ideas, de la cultura, de las instituciones sociales que generan hegemonía. El debate del sindicato de pasado mañana no puede ser solo el debate sobre sección sindical/comité de empresa. Se impone —y hay ejemplos y referentes interesantes— un debate de alcance sobre concepciones, estrategias globales y mundo de ideas. El sindicato tendría que replantearse su relación con la producción de ideas y símbolos sociales. No vale solo con tener clara la relación productividad/salario; es imprescindible ganar el discurso cultural ante los propios trabajadores y ante el conjunto de la sociedad. En el libro citado de Landini aparece un ejemplo claro de eso cuando el autor habla del modelo de gestión (management) del director de la Fiat, Sergio Marchione. Enfrentarse desde el sindicato con Marchionne no es solo representar el clásico antagonismo trabajador/empresario, productividad/salario: es algo más, es ser capaz de proyectar el antagonismo país/modelo de empresa autoritaria, combatir la hegemonía empresarial de la eficacia y la buena gestión con otro discurso sobre el valor del trabajo en sí, como riqueza social. Sé que es difícil esta batalla. En el manifiesto encabezado por los profesores Magdalena Nogueira, Yolanda Valdeolivas y Gregorio Tudela,  de la Universidad Autónoma de Madrid se dice:  Los cambios esbozados sitúan al sindicato ante un laberinto cuya vía de salida requiere adecuar, afianzar y aplicar efectivamente valores tradicionales del movimiento sindical, como la solidaridad y la prioritaria defensa de los más desfavorecidos, utilizando nuevos instrumentos de acción. Y ello en un entorno ideológico profundamente individualista. Efectivamente, en un mundo profundamente individualista es necesario afrontar esa batalla con nuevos instrumentos de acción entre los que destacan los relacionados con el mundo de las ideas, la cultura, el simbólico. Revalorizar el mundo del trabajo frente al del management o de la empresa en abstracto —valores hoy dominantes— exige acometer desde el sindicato una renovada lucha de ideas.

Algunos elementos de dicha batalla de ideas tienen que ver con el desarrollo y crecimiento de las instituciones de reflexión, de dentro y de fuera del sindicato. Me refiero a la necesidad de potenciar, reforzar y ampliar los ámbitos de trabajo de las fundaciones de investigación así como las relaciones de éstas con el mundo  académico favorable al sindicato. No es casualidad que la contrarrevolución neoliberal —que no ha sido solo económica sino especialmente también ideológica y de valores— tuviera orígenes en fundaciones de pensamiento ligadas a la órbita del conservadurismo político y social. No sería malo deducir que a lo mejor desde el campo sindical, y en general desde el ámbito progresista, sea necesario impulsar de forma más decidida las tareas de investigación económica, sociológica y de ideas a fin de poder ofrecer posteriormente un programa capaz de reunir al conjunto de la clase, más allá de sus diferencias y segmentos corporativos. Estos años de crisis y desconcierto, además de fracaso de viejas ofertas, han hecho surgir aquí y allá grupos, centros de pensamiento y clubes de debate en la izquierda. A lo mejor se trata de construir un sistema flexible capaz de producir las sinergias necesarias para que entre todas esas plataformas se pueda levantar un proyecto capaz de derrotar al actualmente hegemónico.


 * Referencias anteriores de este debate

 

 

Paco Rodríguez: A VUELTAS CON LOS SINDICATOS

Soledad Gallego-Diaz: Ni se les ve ni se les oye

Ramón Alós: A PROPÓSITO DEL DESCONCIERTO DE LOS SINDICATOS

Paco Rodríguez:  HABLEMOS DE LA AFILIACIÓN SINDICAL

JLLB: SINDICATOS Y EL MONOPOLIO DE LA NEGOCIACIÓN

Magdalena Nogueira y otros: Sindicatos: De la concertación (social) al desconcierto (general)

Quim González: ¿TIENE CABIDA EL SINDICALISMO EN LA EMPRESA ABIERTA?

JLLB: LA PARÁBOLA DEL SINDICATO 


José M. Izquierdo: El Sindicalismo Confederal, Evolucionar para renovar (I)


Radio Parapanda.--  La marcha de los parados. https://www.youtube.com/watch?v=HUXwUpXbDhc

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