martes, 9 de octubre de 2012

SOBRE LOS DILEMAS DE LA ACCIÓN POLÍTICO-DEMOCRÁTICA




DILEMAS DE LA ACCIÓN POLÍTICO – DEMOCRÁTICA es un interesante trabajo de Guillermo Gianibelli. En él podemos encontrar una serie de interrogantes muy sugerentes que el lector sagaz hará bien en darle vueltas a la cabeza. Por lo que a mí respecta intentaré aproximarme, no sin vacilaciones, a lo que nos solicita el texto.

 

Tengo para mí que hace tiempo entramos en una fase de democracia envejecida. O, por mejor decir, agotada. Las organizaciones políticas y sociales más afectadas por ello son aquellas que se plantean un sentido, esto es, el desarrollo pleno del sistema democrático. Es más, tengo la impresión de que incluso el sentido parece desdibujado.

 

El mundo de la globalización lo ha trastocado todo: las formas democráticas (y el ejercicio de la política) siguen manteniendo el carácter local mientras que la economía-mundo, en sus expresiones más significativas, es el gobierno real de las cosas. No se trata solamente de una asimetría sino de un desajuste sistémico que maniata (y, por lo tanto, inutiliza) la acción política de todos los sujetos, especialmente los que tienen como bandera la transformación de la sociedad. De ahí que parta de esta certeza: mientras la acción política mantenga su carácter (proyecto y formas de representación) la democracia será un trampantojo. Es más, no sólo podrá avanzar sino que quedará estancada, lo que equivale a decir que irá involucionando.

 

Pues bien, si ello es cosa sabida no encuentro explicación al hecho de que la izquierda (política y social) no se decida a ser un sujeto plenamente –o, al menos, tendencialmente--  global. Y si lo ignora las consecuencias todavía serán más dramáticas.

 

En resumidas cuentas, no veo de qué manera se pueden responder los incisivos y necesarios interrogantes que  plantea Gianibelli, si no se despeja definitivamente el carácter aldeano de la política y sus consecuencias en la democracia y en las izquierdas. No es un problema de escepticismo al por mayor sino, como se ha dicho anteriormente, del desajuste sistémico entre lo global y lo nacional. Que podría llevar a las fuerzas de izquierda a la oficina de objetos perdidos do mora, ya inútil, la astronomía de Tycho Brahe.

 

El autor acaba su artículo con una propuesta de este calado:  La crisis como oportunidad es el momento en que justamente las “seguridades” que supuestamente el sistema confiere ya no son tales o muestran un resquicio en que la ecuación no es tan satisfactoria en relación a las posibilidades de otro mañana. Ello implica, también, que los movimientos sociales que lo alumbren rompan con las lógicas de actuación dentro del sistema. Si el sujeto sindical constituido se mira menos como gestor / contradictor de / en la crisis y más como sujeto vanguardia de aquel sentido del poder constituyente puede que articule aquella potencia y contribuya a conducir el porvenir.  

Lo que, a decir verdad, constituye un órdago a la grande. En efecto, creo que Gianibelli acierta en la necesidad de que el sujeto sindical deje de ser “gestor / contradictor de / en la crisis”. Pero sería importante que nos aclarase qué quiere decir exactamente “ser sujeto de vanguardia”. ¿Se refiere a ser vanguardia de los movimientos sociales? ¿sujeto de vanguardia de la sociedad? Ruego amablemente que nuestro amigo Guillermo se extienda en cualquier blog del universo Parapanda sobre el particular, y de esa manera podríamos seguir conversando.    

 

 

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