3
de Octubre de 2012 en Palma de Mallorca
(Apuntes para una charla)
Para mí es un placer participar en la presentación
de este libro de Antonio Baylos "¿Para qué sirve un sindicato?". Como ustedes
deben saber ya Antonio Baylos es el Enviado de Karl Korsch en la Tierra , por ello agradezco
muy de veras la invitación del Ateneu Pere Mascaró, a través del amigo Rafael
Borrás. Para un servidor, un viejo sindicalista, es un acto de militancia, y a
estas alturas es de muy agradecer que se acuerden de uno.
Se trata de uno de esos libros decisivos que
aparecen en un momento importante, esta vez con una llamada de atención y un
doble interés pedagógico: de un lado una argumentación de la utilidad del
sindicalismo confederal que llama a millones de asalariados a participar en la
vida del sujeto social; de otro lado, haciendo sugerencias al sindicalismo –a
su proyecto contractual y a las formas de la representación— para que sea más
eficaz. Vale la pena recordar que Antonio Baylos no es un académico encerrado
en una Torre de Marfil sino un jurista comprometido, en España (ahora también
en Italia) y en Latinoamérica con los problemas del movimiento de los
trabajadores y sus organizaciones sindicales.
Primero
Desde hace ya algunos años vivimos dos procesos
simultáneos: de un lado, una serie de crisis superpuestas (económicas y
políticas, principalmente) que están arruinando tanto la condición de vida de
millones de personas en Europa, y más allá de sus confines, como la democracia
tal como la hemos conocido; de otro lado, un movimiento social de gigantescas
proporciones en España y en Europa, dirigido por el sindicalismo confederal y
un conjunto de movimientos diversos en clara respuesta a la crisis económica,
política y moral, planteando una profunda regeneración democrática.
Estas crisis superpuestas están siendo gestionadas
con estos objetivos que son inseparables entre sí: la desforestación de los
derechos sociales, un ataque sin precedentes al poder contractual del sindicalismo
confederal, el desguace de importantes áreas del Estado de Bienestar y un
enervamiento de la democracia. Esta es la intención de lo que Luciano Gallino
define como clase capitalista global
que lleva tiempo organizando la lucha de clases “desde arriba” (1). Su
objetivo, claramente explicitado, es: que esta fase de
innovación-reestructuración de los aparatos productivos y de servicios, de toda
la economía, se desarrolle sin sujetos alternativos, sin los elementos tuitivos
del iuslaboralismo, ni controles
democráticos capaces de enfrentarse al gigantesco proceso de acumulación
capitalista que está en curso. Es algo más que una anécdota la frase de la
churrigueresca ministra Báñez que
dijo en un acto en Bilbao en una reunión organizada
por el Círculo de Empresarios: “tengo más miedo
a los jueces que a los hombres de negro ”.
En este proceso, también (y sobre todo) de grandes
transformaciones tecnológicas que inciden en el trabajo, en la estructura y
composición de las clases trabajadoras, el sindicalismo confederal está dando
una batalla sostenida, negándose a ser un sujeto cooptado por los poderes
económicos y políticos (hoy termidorianos) en España. Mientras tanto, las
izquierdas políticas –para decirlo educadamente con el maestro Bruno Trentin—
han estado distraídas. Es más,
mantienen el vicio, que ya denunciara el mismo Trentin, de hacer política sólo
en las instituciones (2). Una politique-politicienne
que, salvo honrosas excepciones, no tiene el trabajo y su valoración social
como elemento central de la acción política.
Segundo
El sindicalismo confederal español –también pienso
lo mismo en el caso europeo-- tiene ante
sí un conjunto de desafíos para ser un sujeto más plenamente eficaz en esta
larga fase de innovación-reestructuración de la economía mundo. Un inciso:
llamo la atención a la fortísima reestructuración salvaje que se está
produciendo en España (por los efectos de la crisis y la reforma laboral) que,
en cierta medida, parece estar sepultada por los recortes. Sigo, algunos de
tales desafíos los desarrollé en mi ponencia en las Jornadas de Derecho del
Trabajo que se celebraron, aquí, en Palma, dirigidas por el Magistrado Antoni
Olivé, a finales de enero de 2009 (3).
Insistiré en mi tesis. Si estamos, como pienso, en
una nueva fase, tras el agotamiento del sistema fordista, todo sujeto social
(por supuesto, también político) debe intervenir en concordancia; si estamos,
como es notorio, en la globalización, todo sujeto alternativo debe tener esa
característica, esto es, global. Lo que quiere decir lo siguiente: el programa
que organiza ese sujeto, las estructuras que lo conforman y los hechos que le
connotan deben estar plenamente incardinados en el paradigma de la
globalización. El antiguo constructo togliattiano de “partido de clase y
nacional” (en lo referente a “nacional”) ya no sirve. Lo mismo ocurre con el
sindicalismo. Perdonen ustedes la referencia personal: yo acuñé en el Segundo
congreso de CC.OO. de Catalunya (1980) la expresión “sindicato de clase y
nacional”, que sigue manteniéndose. Hoy por hoy pienso que es una formulación
desubicada del contexto del universo de las relaciones industriales y
laborales, ya globales. Esta caracterización que hice
del sindicalismo catalán fue contingente, esto es, para una etapa, ya superada
por la globalización.
Tercero
¿Qué le sucede al sindicalismo confederal español?
Que los programas que definen sus congresos tienen la vocación de ser globales,
pero el proyecto que organiza, la representación que estructura y los hechos
cotidianos –especialmente en lo atinente a la negociación colectiva-- siguen estando en clave fordista, cuando este
sistema se ha ido con la música a otra parte. Más todavía, como se ha dicho
anteriormente, las grandes movilizaciones en curso se están dando en el
contexto del postfordismo. Lo que, a mi entender, provoca una considerable
asimetría entre la personalidad del sujeto colectivo y la fase en la que se
están dando las movilizaciones, las más importantes desde la Segunda guerra mundial. La
asimetría es evidente en esta lucha de clases, dirigida “desde arriba” por esa
clase global contra el movimiento de los trabajadores que actúa localmente o nacionalmente.
Cuarto
Al sindicalismo le cuesta salir del sistema
fordista. Verán ustedes, una lectura atenta de la radiografía de la negociación
colectiva española indica que más del setenta por ciento de los contenidos
concretos de las prácticas negociales de la organización del trabajo –lo que
llamamos en jerga sindical las cláusulas—
son un copia y pega de las viejas Ordenanzas Laborales de los viejos y malos
tiempos de la Dictadura. Es
verdad que hay cláusulas novedosas en ciertos centros de trabajo, pero son
pocas y no acaban de concitar una generalización suficiente.
En este sentido quisiera introducir una variable en
todo el actual proceso de movilizaciones contra la reforma laboral. Tengo para
mí que o se pone en marcha un proyecto anti reforma en clave postfordista o no nos saldremos
de ésta. Es más, esa lucha debe ser esencialmente en pos de la creación de
instrumentos propios de esta nueva fase de reestructuración-innovación
global.
Así pues, o se procede a un cambio de fondo, que
deberá ser gradual, sostenido, o se corre el peligro de que la utilidad y
eficiencia del sindicalismo sirva sólo para los últimos mohicanos. Más todavía,
la lucha contra el desempleo de masas no será eficaz si el proyecto sindical no
es de naturaleza postfordista.
El sindicalismo tiene un sistema de representación
que es exactamente el mismo de cuando lo edificamos tras la caída de la Dictadura. La misma morfología
de los comités de empresa y de las secciones sindicales de empresa.
Precisamente cuando la empresa y el centro de trabajo han cambiado
radicalmente. Con esos dos instrumentos está librando el sindicalismo un
heroico proceso de movilizaciones.
Pero el comité de empresa es un sujeto autárquico y
la sección sindical tiene la misma forma que cuando las pusimos en marcha. Repito: el comité es un sujeto autárquico por
definición y por su práctica durante décadas. Está por tanto desubicado de las
grandes transformaciones operadas en el mundo de la globalización. Lo que, en
su momento, fue un instrumento importantísimo se ha convertido ya en un anciano
de muy escasa utilidad. Es más, mientras el comité exista no será plausible un
incremento afiliativo a la altura de las exigencias de los retos del mundo
contemporáneo. Hay que pasar, por tanto, a una gradual reforma de la
representación del sindicalismo, esto es: proceder a la transferencia de los
poderes del comité al sindicato en la empresa. No es que el sindicato en la
empresa (y fuera de ella) sea per se
un sujeto global, pero potencialmente lo puede ser. En cambio, tenemos la
certeza de que el comité no puede dejar de ser lo que es, y nunca será
global.
También el comité de empresa es un instrumento contingente, válido para una larga fase del
sindicalismo español, pero de escasa utilidad en los tiempos que corren. De
manera que el sindicalismo debe desprenderse gradualmente de todo lo que ya es
una rémora y construir nuevas contingencias.
Quinto
Ahora bien, trasladar los poderes del comité a la
sección sindical exigiría una gran operación. Lo diré sin tapujos: la unidad
sindical orgánica del sindicalismo confederal. Quede claro: no estoy planteando
ahora la inminente fusión de, al menos, Comisiones Obreras y UGT. Lo que digo
apasionadamente es que es necesario empezar a hablar de ese proceso. Ese empezar a hablar no puede dilatarse. Sé
que esto que planteo provoca ictericia en mis cofrades sindicales con mando en
plaza.
Veamos, el sindicalismo confederal más representativo
lleva años en un estadio de envidiable unidad de acción. Que haya chispazos en
tal o cual ámbito no contradice lo dicho. Aquí lo llamativo es: esa unidad de
acción ininterrumpida, la pertenencia de ambos sindicatos a las instancias
supranacionales de la CES
y la Central Sindical
Internacional y la palpable desaparición de las viejas categorías de antaño
que, tradicionalmente, impidieron la unidad sindical orgánica. Es más, si los
desafíos que tenemos son gigantescos, pregunto: ¿es más fácil encararlos desde
un sindicato unitario que cada cual desde su casa y familia? Para un servidor es una pregunta retórica
porque conozco la respuesta.
Gracias.
(1)
Luciano
Gallino. La lotta di classe dopo la lotta
di classe (Editorial Laterza, 2012)
(2) Bruno
Trentin. La città del lavoro (Feltrinelli, 1997). La traducción castellana se
encuentra en http://metiendobulla.blogspot.com.es/
(3) José Luis López Bulla. El sindicalismo en el siglo XXI (http://www.jornadasiuslaboralistas.org/ponencia.php?id=1)
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