El neoliberalismo, como bien saben los niños chicos de la Vega de Granada, pretende reducir el Estado a su más mínima expresión, pero conviene recordarlo porque los niños grandes de otros lugares podrían haberlo olvidado. Lo chocante del caso es que para alcanzar sus objetivos requiere un instrumento que le haga de palanganero: el mismísimo Estado. Quien desde sus institutos y poderes pondría en funcionamiento una, jamás vista, desforestación de medios (poderes de control alternativos y derechos, fundamentalmente) con la intención, convicta y confesa, de trasladar ingentes masas financieras al mundo del business.
Por paradójico que resulte “la idea de la superación del Estado” hacia la “administración de las cosas” que estaba implícita en algunos escritos de Marx –y posteriormente explicitada en Lenin-- ha sido cooptada, en dirección opuesta, por la doxa neoliberal. Entiéndase bien, el neoliberalismo persigue la “administración de las cosas” pro domo sua. De ahí deriva otra paradoja: quienes hablaron del mercado autorregulado y del minimalismo de la actividad del Estado necesitan que la reglamentación y el ordenancismo sean más vastos y generalizados que nunca. En otras palabras, quienes se oponían con la mayor virulencia al Estado como problema precisan ahora del Estado como solución. O, lo que es lo mismo: de los mercados en tanto que dimensión accesoria de un marco institucional que (mejor o peor) reglamentaban las instituciones se ha pasado al control de todo por parte de los mercados, favorecido –como queda dicho— por el Estado y, en su nombre, por aquellas fuerzas políticas que se han instalado, definitiva o coyunturalmente, en esa praxis neoliberal.
Los niños chicos de la Vega de Granada han descorrido el “velo de esa ignorancia”. De ahí que vengan reclamando a las fuerzas de izquierda un proyecto político-cultural de claro antagonismo contra la doxa neoliberal. Naturalmente, esa infancia siempre será acusada de ser una reliquia de antaño porque supone una interferencia para la política de hogaño. Pero, ¿cómo decirlo sin ofender a nadie?, san gajes del oficio.
Radio Parapanda. El profesor Joaquín Aparicio habla en Televisión. Que no se lo pierdan tanto los gentiles como los creyentes: http://dl.dropbox.com/u/23468391/AparicioTVE.m4v
Por paradójico que resulte “la idea de la superación del Estado” hacia la “administración de las cosas” que estaba implícita en algunos escritos de Marx –y posteriormente explicitada en Lenin-- ha sido cooptada, en dirección opuesta, por la doxa neoliberal. Entiéndase bien, el neoliberalismo persigue la “administración de las cosas” pro domo sua. De ahí deriva otra paradoja: quienes hablaron del mercado autorregulado y del minimalismo de la actividad del Estado necesitan que la reglamentación y el ordenancismo sean más vastos y generalizados que nunca. En otras palabras, quienes se oponían con la mayor virulencia al Estado como problema precisan ahora del Estado como solución. O, lo que es lo mismo: de los mercados en tanto que dimensión accesoria de un marco institucional que (mejor o peor) reglamentaban las instituciones se ha pasado al control de todo por parte de los mercados, favorecido –como queda dicho— por el Estado y, en su nombre, por aquellas fuerzas políticas que se han instalado, definitiva o coyunturalmente, en esa praxis neoliberal.
Los niños chicos de la Vega de Granada han descorrido el “velo de esa ignorancia”. De ahí que vengan reclamando a las fuerzas de izquierda un proyecto político-cultural de claro antagonismo contra la doxa neoliberal. Naturalmente, esa infancia siempre será acusada de ser una reliquia de antaño porque supone una interferencia para la política de hogaño. Pero, ¿cómo decirlo sin ofender a nadie?, san gajes del oficio.
Radio Parapanda. El profesor Joaquín Aparicio habla en Televisión. Que no se lo pierdan tanto los gentiles como los creyentes: http://dl.dropbox.com/u/23468391/AparicioTVE.m4v
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