Mucho se ha escrito sobre las pasadas elecciones y del mayúsculo revolcón de las izquierdas. Y todavía más se dirá tras el esperpento que han protagonizado –ellas, las mismísimas izquierdas-- a la hora de configurar los equipos de gobierno en los ayuntamientos. La una (la izquierda mayoritaria) y la otra (la minoritaria) han rivalizado en ver quien meaba más largo a favor del Partido Popular. Hubo unos que no necesitaron orientaciones, ni vagas ni confusas, para que el voto a la alcaldía fuera a parar a la derecha. Otros, en cambio, estaban comprometidos por su máximo dirigente en que “ni por pasiva ni por activa favorecerían al Partido popular”. Sin embargo, a Cayo Lara lo declinaron por perifrástica y unas docenas ayuntamientos han ido a parar a la derecha. Lo peor es que, así las cosas, los unos y los otros han teorizado ad nauseam tales decisiones políticas con la aproximada fe del carbonero.
Grave es la situación. Pero todavía es peor el rescoldo que dejará la contraposición de ambas carbonerías en las ciudades donde unos han hecho de las suyas y otros han respondido con tres cuartos de lo mismo. Si las disputas antes de las elecciones eran a cara de perro, ahora –y posiblemente durante mucho tiempo-- la cosa empeorará más, si cabe. Naturalmente serán confrontaciones entre las élites locales; mientras tanto el vecindario quedará mohíno y menos protegido que antes.
La decisión de quienes, desde IU, han dado la vara de mando al PP es la ruptura de la centralidad política de dicha organización. No es una expresión de la autonomía de cada ámbito. La autonomía se expresa, si no se quiere caer en el cantonalismo, por las formas en que se aplican los aspectos troncales que rigen toda la organización. Si en cada merinazgo se hace lo que quiere el merino de turno estamos ante la feudalización de la política. Lo que comporta el desmigajamiento del partido político, que pasa a ser un conjunto de retales diversos y dispersos sin el menor hilo conductor que los atraviese.
Posiblemente hay más claves en todo ello. Por ejemplo, un aviso rotundo a los llamazaristas que –muy sensatamente-- han planteado un frente amplio para las próximas elecciones generales. Algo así como: Gaspar, no nos vengas con cuentos chinos, nosotros nos bastamos para seguir subsistiendo. Algo parecido a los cristianos coptos de Egipto.
Radio Parapanda. REFERENCIAS VARIADAS SOBRE LA REFORMA DE LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA y OTRAS REFERENCIAS RECIENTES SOBRE LA REFORMA DE LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA.
Grave es la situación. Pero todavía es peor el rescoldo que dejará la contraposición de ambas carbonerías en las ciudades donde unos han hecho de las suyas y otros han respondido con tres cuartos de lo mismo. Si las disputas antes de las elecciones eran a cara de perro, ahora –y posiblemente durante mucho tiempo-- la cosa empeorará más, si cabe. Naturalmente serán confrontaciones entre las élites locales; mientras tanto el vecindario quedará mohíno y menos protegido que antes.
La decisión de quienes, desde IU, han dado la vara de mando al PP es la ruptura de la centralidad política de dicha organización. No es una expresión de la autonomía de cada ámbito. La autonomía se expresa, si no se quiere caer en el cantonalismo, por las formas en que se aplican los aspectos troncales que rigen toda la organización. Si en cada merinazgo se hace lo que quiere el merino de turno estamos ante la feudalización de la política. Lo que comporta el desmigajamiento del partido político, que pasa a ser un conjunto de retales diversos y dispersos sin el menor hilo conductor que los atraviese.
Posiblemente hay más claves en todo ello. Por ejemplo, un aviso rotundo a los llamazaristas que –muy sensatamente-- han planteado un frente amplio para las próximas elecciones generales. Algo así como: Gaspar, no nos vengas con cuentos chinos, nosotros nos bastamos para seguir subsistiendo. Algo parecido a los cristianos coptos de Egipto.
Radio Parapanda. REFERENCIAS VARIADAS SOBRE LA REFORMA DE LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA y OTRAS REFERENCIAS RECIENTES SOBRE LA REFORMA DE LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA.
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