lunes, 21 de febrero de 2022

Meditaciones desde la Giralda sobre la derecha


 

Cuando el latifundio del Partido Popular decidió ser el granero de Vox,  sus capataces creían que, de esa manera, lanzaban una opa a los manijeros de Santiago Abascal. Lo curioso es que, al menos públicamente, ningún notable de las gentes de Casado alertaron de lo ruinoso que aquellos chicoleos. El tiro les salió por la culta.

En todo caso, en alguna rara ocasión algún que otro barón lanzaba un críptico mensaje reclamando un viaje al centro, ese punto imaginario que es tan misterioso como la raíz cuadrada de menos 1.  De aquellas orientaciones del grupo dirigente del PP, del silencio del sector moderado y del culto a la personalidad de Casado vinieron estos lodos.

Claro, estamos ante un problema del Partido Popular. Pero, ante todo, esa inestabilidad, esas escaramuzas son una potente interferencia en la política española. Ese ir de mazo en calabazo solo tiene un beneficiario, Vox. Lo que en  estos casos no representa una novedad histórica: cuando las derechas han jugado con fuego y su combate contra la izquierda ha tomado esos rasgos broncos, la caverna fue engrosando su patrimonio. Más todavía, cuando la derecha quiso ser como la rosa de Alejandría --blanca de noche, rosa de día,           que en este caso sería derechita de noche, facha de día— Vox se convirtió en un considerable almacén.

No sé cómo acabará esta historia. La política española está llena de fenecidos y resucitados. Pero sea como sea, lo de ahora es –o puede ser--  un desastre.  Porque aquí todo es chocante desde Indíbil y Mandonio: lanzas una opa y el opado te la devuelve y encima se come tus higadillas.

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