domingo, 17 de agosto de 2014

SINDICATO Y NORMAS DE PARTICIPACIÓN


Paco Rodríguez de Lecea ha comentado un trabajo de la politóloga Nadia Urbinati con agudeza y solvencia en dos breves comentarios: Anatomía del populismo (I) y Anatomía del populismo (y II). Agudeza y solvencia, digo, que se traducen en una serie de reflexiones que dan pié a nuevas pesquisas sobre el particular, la cuestión tan traída y llevada del «populismo». O tal vez sería más apropiado hablar de populismos.    

 

Me tomo la licencia de traer a colación una cita del segundo artículo de Paco Rodríguez porque de esa reflexión se pueden sacar algunas segundas derivadas: «Cuando esa estrategia [del populismo] y ese liderazgo se contienen en los esquemas y los procedimientos de la democracia representativa, suelen desembocar en otra desfiguración, que Urbinati denomina democracia plebiscitaria. En ella el pueblo está presente y movilizado, pero no se comporta de forma activa sino pasiva: su participación en la cosa pública se vehicula, no en la forma del debate libre, sino en la aclamación al líder y el abucheo al rival. El pueblo degenera en público. Viene a comportarse igual que la plebe de la Roma antigua, reunida en el foro para escuchar a los tribunos y expresar de forma ruidosa su aprobación o desaprobación; pero apartada de cualquier otra forma de participación en los asuntos públicos».

Retengo que «el pueblo degenera en público», apartado «de cualquier otra forma de participación en los asuntos públicos». De momento me vienen a la cabeza dos consideraciones: a) habría que precisar con más tino el nombre de la cosa; b) lo que está apartado de los asuntos públicos deja de ser participación y se convierte en otra cosa.

Lo primero:   pienso que el nombre de «populismo» que -- en todo caso hace tiempo ha hecho fortuna--  no es el más adecuado y, dado el ejemplo que pone Paco con relación a la antigua Roma, posiblemente sería más pertinente llamarlo «plebeísmo».  Lo segundo: que esta técnica --esto, la orientación de que el pueblo transformado en público sólo pueda aplaudir o abuchear al orador--  no sólo es extraña a la democracia sino justamente la cicuta de la misma. De un lado, los que aplauden creen o fingen creer o pueden ser obligados a creer en la palabra (considerada) profética del líder, especialmente si quien habla es el padre fundador del partido, movimiento o asociación; de otro lado, quienes abuchean tienen tanto cerumen en los oídos como los primeros.  En fin, lo que se aplaude o abuchea, en esos casos, es un turpiloquio.

He dicho que se pueden sacar segundas derivadas de la reflexión de Paco Rodríguez. Pero, bien pensado, la pesquisa puede seguir adelante y hacer algunas referencias en torno a ciertas prácticas, allá donde las haya, del movimiento sindical. Me pregunto: ¿hasta qué punto podemos hablar de «plebeísmo» en la vida sindical?  Respuesta: allá donde la «asamblea» responde a esas características. A saber, allá donde el líder, carismático o no, expone los motivos de una determinada opción, sin una literatura clara, presentada previamente y sólo hay la opción del aplauso o del abucheo como respuesta al arengario. La comunidad social que escucha el sermón es mero público. Mejor dicho, se ha renunciado a ser una «comunidad social». En apretadas palabras, eso no es participación, es un estar allí sólo para aplaudir o abuchear.

Entiendo, pues, que la participación –donde el objetivo es expresar la alteridad del sujeto social, poniendo encima de la mesa lo que Marx denominaba el general intellect  de esa comunidad social, que es también una manera de afirmación del conflicto social--  debe tener unas reglas codificadas, con rango estatutario. Cómo líneas generales, y a bote pronto, podrían ir por esta vereda, como mínimo:

1)          Que todos y cada una de las personas de la comunidad social tengan antes del encuentro ecuménico suficiente información por escrito, con una literatura clara –un gran sindicalista metalúrgico bajollobregatense, Pepe Cano,  lo llamaría sindicalismo sencillo.

2) El derecho a presentar mociones alternativas.

3) Establecimiento de dos tipos de quórums: para validar el nivel de asistencia colectiva y para la toma de decisiones.
 
En apretado resumen: se trata de entender la participación como un derecho individual y colectivo de lo que podríamos denominar ius sindicalismo, que como garantía de su ejercicio debe contar con normas obligatorias y obligantes. Que es un tema pendiente que viene desde hace muchísimo tiempo.
  

Radio Parapanda.--  EL PRESO, EL PÁJARO Y EL BALLESTERO




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