lunes, 4 de marzo de 2013

QUERIDO JOSEP FONTANA


 Les ruego que lean, y también que vuelvan a hacerlo, la entrevista que Ernest Alós le ha hecho al maestro Josep Fontana.  Por razones de espacio en el blog la titulé  Josep Fontana al aparato. Yendo por lo derecho, diré que yo veo las cosas de otra manera. Es más, saco la conclusión de que --tras una aproximadamente certera radiografía de la situación--, el maestro se desdibuja en algo que tiende no sólo al pesimismo, que sería lo de menos, sino a la impotencia. Aunque, a fuer de prudente, diré que un servidor haya hecho una lectura muy picajosamente subjetiva.

 

Yo veo las cosas de la siguiente manera: de un lado, el neoliberalismo está haciendo desaguisadamente unos enormes estragos en la condición concreta de millones de personas, en sus derechos sociales y políticos, en el conjunto de la economía, en la política; de otro lado, no pasa un día en que se desarrollen potentes y masivas movilizaciones de masas en respuesta a tales desafueros. Si lo primero es un dato (la agresión del neoliberalismo), lo segundo –la presión sostenida en su contra--  también lo es. Sin ir más lejos, hay dos ejemplos recientísimos: uno, las gigantescas movilizaciones portuguesas, convocadas por Que se lixe a traoika; dos, millones de grillisti italianos, que –sean cuales fueren las intenciones de su cabeza visible— expresan claramente cambios profundos en la política italiana. No hablo de Bulgaria porque sólo tengo las referencias de la prensa. Y no insisto, por sabido, en el ininterrumpido proceso de movilizaciones españolas.

 

El maestro Fontana acostumbra a decir que, en contra de lo que sucedía hasta antes de los años setenta, los poderosos ya «duermen tranquilos», que ahora las movilizaciones de masas «no intimidan». Este planteamiento puede ser gratificante para una cierta alma de la izquierda mustia, pero es tan subjetivo como si yo afirmara la tesis contraria. Porque, en mi caso, estimo que no duermen muy «tranquilos» frente a tanta contestación social y tanta impugnación de la política instalada. Por ejemplo, veamos estas lucecitas: durante mucho tiempo hemos clamado contra el silencio de la ciudadanía ante la corrupción; sin embargo, nadie podrá negar que hoy existe una evidente relación, claramente explicitada, entre la cuestión social y la mugre de la corrupción. Otro ejemplo, también hasta hace poco la centralidad estaba en la política que se hacía en los Palacios; hoy, por el contrario, está en la calle. Son, claro que sí, «lucecitas»… Que antes no existían. Que nadie eche las campanas al vuelo festivamente, pero que nadie toque a muerto.

 

Sobre el artículo del maestro Fontana meditaba ayer durante la manifestación que recorrió mi ciudad, Pineda de Mar en defensa de la escuela pública, laica, gratuita y contra los recortes. Centenares de personas recorriendo el pueblo (la mayoría con las camisetas amarillas), tras una pancarta y una banda de música, que interpretaba bulliciosamente --creo recordar— un vals de Dmitri Shostakovich. A destacar que la gente salía a los balcones y aplaudía a rabiar a los manifestantes. Un servidor meditaba …

… para quitarme del mal sabor de boca que me había dejado el maestro Fontana. Y me interrogaba, como hace mi amigo Francisco Prado Alberdi ante la lectura del muy recomendable libro de Fontana El futuro es un país extraño, sobre cómo construir cotidianamente ese «país extraño» o, si se prefiere, esa «ciudad del trabajo y del saber».

Esto es, cómo meterle el diente a ese proyecto, siempre permanente y siempre inacabado, de la «refundación del sindicato»; de qué manera reformar toda la anatomía de las izquierdas; cómo articular una relación entre los movimientos sociales y las izquierdas, basada en la igualdad y en la diversidad de esos sujetos; de qué manera construir un proyecto de sociedad activa e inteligente.  Como es de cajón, todavía estaba meditando sobre la «refundación del sindicato» cuando llegamos al final de la manifestación. Pero volviendo a casa me dije: es sobre estos procesos donde cabe la hipótesis de construir ese país extraño.

Querido Sísifo, ya lo sabes: otra vez te toca subir la cuesta. Te envidio porque cada vez que bajas, te vuelves a levantar.   


P/S. Agradezco la foto (Cuarto Congreso confederal de CC.OO.) que es una gentileza de Alberto Torres. 

            

 

     

 

 


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