Por lo que estamos
viendo se ha generalizado la técnica mediática de lanzar la pedrada y, horas más
tarde –una vez armada la zahúrda— pedir disculpas por lo que, de manera
involuntaria, no se quiso decir lo que se dijo, aunque se dijera a cosica hecha
lo que se dijo. Los primeros en iniciar
la operación fueron politicastros de bajo coturno y politiquillos de medio
pelo. Como es natural dicho estilo prendió forma y ahora lo utiliza cada quisque.
La última en utilizarlo ha sido la hasta hoy desconocida presidenta del Círculo
de Empresarios.
Comoquiera que
sus declaraciones son harto conocidas no seremos nosotros quienes le hagamos
publicidad a esta dama. Basta decir que con ese estilo que se va repitiendo ad
nauseam se ha entrado en una barra libre, cuyas cocteleras no auguran nada
regularmente bueno. Peor todavía, lo que se persigue por parte de quienes
lanzan estos mensajes es que se subtituya el debate informado por el insulto o
el retruécano. Mientras tanto, en determinados sectores va calando la parte
dura del recado que envía quien horas más tarde pedirá disculpas, aunque no por
lo que se plantea en dicho recado sino en el insulto que lo acompaña. Es como
si yo escribiera, por ejemplo: «Las derechas de caspa y brillantina deberían
devolver a los de abajo toda la plusvalía absoluta y relativa que han robado. Es
lo menos que se les puede pedir a estos hijos de calostros mercenarios». De
donde el avisado lector sacará sus debidas conclusiones acerca de dónde se
encuentra el recado o mensaje y qué parte cubre la dulce invectiva.
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